lunes, 25 de febrero de 2008

LUIS RODEIRO

“En el periodismo se ve que Córdoba es una isla”

Encabezó en Córdoba casi todas las experiencias del periodismo no hegemónico desde la vuelta de la democracia. Antes, sufrió la cárcel y el exilio. Hoy continúa su vocación analítica y crítica y dice que Córdoba es esencialmente conservadora.
Luis Rodeiro repasa el periodismo de esta ciudad y analiza la provincia y la nación, sin olvidarse del pasado.

Amplia biblioteca la de Luis Rodeiro sobre la Frai Mocho, donde conviven la razón y la pasión: al lado de un gorrito de Belgrano, usado de tanta cancha, una manuscrito de Saúl Taborda, impecable e invaluable. De esa forma parece haberse formado este hombre que tras una militancia incipiente en los 70’, vivió tres años preso y después 8 en el exilio mejicano. Exilio que el tomó como un paréntesis en su vida, “yo estaba convencido que debía ser así”.

Apenas regresado, formó parte del proyecto de Radio Nacional en la democracia naciente, “que fue interesante, porque fue un corte entre lo que había sido Radio Nacional durante la dictadura –férrea, rígida, grave, con música clásica- a una explosión medio descabellada que hicimos. Hubo una movida muy fuerte, muy rica” recuerda Rodeiro y admite que había en aquello una línea difusa entre lo periodístico y lo militante, todo comandado por José Orestes Gaido, el cura tercermundista que devino luego, con los años, en un supuesto testaferro del ex gobernador Eduardo Angeloz. “Yo lo conocía de antes, desde la ruptura de él con la Iglesia. Teníamos una gran relación”.

_ ¿La mantiene aún?
_ No. La experiencia determinante fue la de Página/12 Córdoba, de la que salí echado.

_ Página/12 Córdoba no debe ser un buen recuerdo profesional.
_ De mis experiencias periodísticas fue la peor. Prácticamente no existió. Se hizo con el criterio del Página nacional, con esa idea de periodismo crítico, pero con negocios en los que participaba Sokolowicz (Fernando, actual cabeza de la empresa) con el angelocismo, de la que formaba parte Gaido. Había una confusión muy grande, los periodistas que se habían llamado habían sido elegidos con el criterio de Buenos Aires, pero las condiciones eran distintas, porque era un diario oficialista y era muy difícil trabajar. Vos podías tocar cualquier cosa, menos a Angeloz.

_ ¿Esa línea se bajaba así, sin miramientos?
_ Sí. Yo empecé a participar al principio escribiendo algunas contratapas. Después me llaman a trabajar, con la idea del Página, incluso uno hablaba con gente de Buenos Aires, Gaido era circunstancial. En un momento determinado, cuando llego a la dirección, empieza la pelea con Gaido. Porque hay una limitación permanente a la actividad periodística.

_Desde la conducción periodística de Buenos Aires no hubo reparos
_Hubo algunas manifestaciones, pero era todo muy confuso. Cuando me hablan para asumir la dirección, me hablan de Buenos Aires. Pero en el trayecto de la vuelta, se produce un cambio, una disputa entre la parte económica del Página y la parte periodística. Gaido participaba de las reuniones de directorio a nivel nacional, había una contradicción muy grande. Pero lo del Página hasta hoy es confuso, nadie ha investigado quienes son los dueños.

_Fue su labor periodística más condicionada
_De todas ha sido la peor. Además, con un enfrentamiento con una persona a la que conocía de hacía mucho tiempo, con la que nunca había tenido problemas.

_ Distinta, aunque igual de traumática, fue la experiencia de Informe Córdoba.
_Me agradó mucho, fue una experiencia muy fuerte y en la que chocamos con los grandes intereses económicos cordobeses. Una carrera de subsistencia con dos problemas muy fuertes. El primero con Aguas Cordobesas, que a raíz de una investigación, la empresa, a través de su gerente de Relaciones Públicas, Gregorio Díaz Lucero, hizo que se bajaran todas la grandes empresas que hacían publicidad. Y eso nos pegó un golpe muy fuerte. Y después terminamos con la denuncia sobre Kammerath.

_ ¿Esa experiencia desnudó un caso particular o desnudó la realidad del periodismo en Córdoba?
_Creo que es una realidad del periodismo en Córdoba. Hay experiencias de autonomía, pero que indudablemente chocan con la posibilidad de contar con medios económicos, tanto a nivel público como privado. Es increíble que las vetas que se han mantenido sean las que se manejan a niveles de no grandes empresas, como el Hoy Día Córdoba o ustedes, experiencias de subsistencia increíbles. Pero cuando se plantean las cosas desde una revista que pretende masividad –algo que ustedes también lo vivieron con La Orilla- se ven los límites de esta isla que es Córdoba, en la que todos se conocen, en donde, a pesar de que pueden putear entre radicales y peronistas, hay una relación de apoyo muy fuerte, de no meterse. Y a su vez las empresas forman parte de esa realidad en la que los políticos conviven con algunos periodistas. Es un núcleo muy difícil.

_ El recuerdo de la revista La Intemperie es distinto.
_ Tiene otro sabor, una experiencia muy rica, con un sabor teñido de la complicidad con la que la hacíamos. La Intemperie parte de la idea de que Córdoba culturalmente está muerta, que vive todavía con la sombra del Cachorro. La idea era tratar de plantear un debate amplio, dentro de la izquierda, de sectores ‘progresistas’. Fue una buena tarea y el éxito mayor, aún cuando le costó su vida, fue el debate sobre la violencia política (ver aparte), que aún es un debate no concluido ni terminado, pero que abrió la posibilidad de plantearlo, porque era un tema tabú dentro de la revisión de la izquierda. El tema de la violencia quedaba como una sombra.

CAMBIOS K
_ Dice usted que la revista nació porque Córdoba vivía con la sombra de Menéndez. De aquellos años a esta parte no cambió mucho.
_ No ha cambiado mucho... hay cosas nuevas, importantes. Los cambios en la Universidad son muy importantes. Hay experiencias ricas a nivel político, pero muy fragmentadas, muy apegadas sólo a una porción Que quizás sea el modo de recomenzar una relectura, porque la crítica fundamental viene de los discursos globalizadores, totalizadores de la izquierda. Y no se va a reemplazar eso por algo igual, sino por nuevas experiencias, con los altibajos que eso signifique. La idea de modificación y de cambio se encuentra coartada por distintas realidades. Con el kirchnerismo se avanzó en muchas cosas, pero en otras creo que descolocó una evolución de las organizaciones de base que de alguna manera, es un paso atrás.

_ En qué lo observa puntualmente
_ En la cooptación de muchos organismos de base que terminaron sin la autonomía necesaria para un proyecto propio y empiezan a depender totalmente del Estado.

_ Otras lecturas podrían interpretar que esto es un paso adelante, ya que Abuelas o Madres desde el Estado pueden ejercer más poder. No es su visión.
_Tengo mis grandes desconfianzas. Creo que la fuerza de los organismos de Derechos Humanos fue muy grande, siempre rescato a Madre e Hijos en el sentido de que lo que se plantearon fue el desarrollo de un cambio cultural a través de una acción muy concreta, muy decidida, que logró que la gente fuera entendiendo el tema de los Derechos Humanos y entrara a juzgar más fuertemente al régimen militar. Y creo que esa riqueza fue también su autonomía. Yo no sé si esta unión tan fuerte con el Estado va a tener resultados positivos. Porque si a los Derechos Humanos los encarás sólo con memoria, no sirven, son interés para un grupo reducido de gente. Los Derechos Humanos trascienden en la medida en que estén en el hoy, en la actualidad.

_ Usted decía en vísperas electorales que Kirchner no es Menem, no es De la Rua y recuperaba una frase de Eduardo Aliverti para definirlo: “Es lo que hay”. ¿Qué es lo que hay?
_Yo creo que lo que hay son elementos muy positivos que todos sabemos cuáles son, pero que a nivel de cambios profundos en la estructura económica, en la idea de avanzar en un territorio de igualdad, estamos cada vez más lejos. Ante eso, está el voto en blanco. Pero ante una derecha que se fortalece a través de errores del propio kirchnerismo y de la izquierda, la opción cambia. Lo importante es saber que, con las ideas y la conciencia clara, esto no es un punto de llegada, sino un punto de partida.

_ Algo ya mencionado en los 70’: la idea de que el peronismo es un punto de partida.
_ Nosotros, cuando analizamos al experiencia montonera, donde tuvimos una participación inicial y nos separamos muy prontamente, una de las cosas que señalábamos era que el ‘montonerismo’ oficial había considerado al peronismo como un punto de llegada. Y el punto de llegada era un movimiento ambiguo, con muchas contradicciones internas, en la cual la idea de cambio, de socialismo, no aparecía. Creíamos que el peronismo es un punto de partida porque no se podía esperar ningún cambio profundo sin tener en cuenta al peronismo. No había posibilidad alguna de pensar una sociedad socialista sin tener en cuenta a los trabajadores, que era peronistas. Eso significaba, de algún modo, una ruptura: el peronismo había dejado de ser un movimiento polifacético y se habían desatado luchas internas muy profundas, lucha de clases entre el progresismo y la burocracia.

_ La ruptura de la que habla se puede comparar con la que intentó Kirchner al comienzo de su mandato y fracasó claramente.
_ Creo que el movimiento tiene que dejar de ser un movimiento polifacético, no se puede estar con Dios y con el Diablo. No hay posibilidad alguna de plantear el cambio si tenés a los sectores burocráticos dentro del movimiento. Y ha sido la gran pelea y la gran tarea de estos años, quienes lo han planteado han sido fagocitados por esa realidad, en la cual la fuerza electoral ha tenido una fuerza determinante en las decisiones. Uno puede decir que el gobierno de los Kirchner es una alternativa progresista, pero si esa alternativa en Córdoba es ser delasotista, se acaban todas la posibilidades de cambio. Creo que es el gran dilema, no sólo del movimiento, sino también argentino.

_ Y, a pesar de algunas esperanzas, la reconfirmación de la alianza de Cristina con la CGT y el no a la CTA, estaría señalando que se va por un camino no deseado.
_ Indudablemente no es esperanzador. Indudablemente no ha significado ningún cambio, se avanza en temas trascendentes pero no definitorios. Derechos Humanos, la Corte, implican valores muy importantes. Pero el gran drama argentino es la exclusión social, que tiene trasfondo económico. Y en ese aspecto no hay nada, absolutamente nada. Le van a aumentar el 15% a los jubilados cuando los gremios piden un 30% para recuperar lo que han perdido por el proceso inflacionario. Es la confirmación de una desigualdad, que no es sólo un problema argentino, sino de todos estos gobiernos en el continente que han tenido el modelo de la Tercera Vía, del socialismo europeo, que termina aliado con el capitalismo. Y no hay signos de que eso cambie, ni que cambie la desigualdad impositiva, que sería un paso fundamental.


LA PROVINCIA CONSERVA
_ Como otros analistas, usted señaló que Schiaretti era un gobernador sospechado. Pero el uso de la contra democracia ciudadana y esa sospecha se han desdibujado. Y sólo han pasado 7 meses.
_ Iba a pasar en la medida en que los movimientos no calasen profundamente. Schiaretti es la continuidad de De la Sota: una propuesta conservadora. Un gobierno en el cada uno tiene sus funciones y en donde no hay que hacer olas. Está todo ordenado, enfrascado, con una Legislatura que no cumple su función porque la reforma la limitó y terminó siendo un apéndice del Ejecutivo, con la inexistencia de los partidos como estructura de participación, son sólo estructuras de colocación y de negociación. Pero creo que responde a una Córdoba conservadora. El mito de la Córdoba revolucionaria es sólo eso, un mito. Hubo explosiones, pero después en desarrollos normales, es conservadora. Conservador fue el planteo angelocista, el planteo de De la Sota. Y hay en la sociedad un conformismo muy grande. En la época de Angeloz, en su segundo periodo, se hizo una encuesta y tuve acceso a las respuestas: el 90% de los cordobeses se declaraba entre feliz y muy feliz.

_ Es decir que en los últimos años, lo ‘positivo’ es que Córdoba ha sido coherente.
_ Claro, Córdoba ni siquiera ha llegado a aceptar el ‘progresismo’ kirchnerista, que no existe aquí. Ni eso ha calado.

_ ¿Y el periodismo hoy expresa eso?
_ El periodismo forma parte de la acentuación de ese perfil, fundamentalmente en los medios televisivos. Y es una cosa muy perversa: si sos atento y lees las columnas de los periodistas económicos, estos plantean, de la mano de la Fundación Mediterránea, la necesidad de sincerar los precios. Pero apenas sube el cospel titulan ‘Cospelazo’. Es un manejo que conduce a una situación muy de conformismo. Además la situación económica favorece: formamos parte de la patria sojera.

_Volviendo a Schiaretti, ¿será posible que transformé su ilegitimidad a fuerza de gestión?
_ No sólo que lo va a tratar, lo va a lograr. Sobre todo, porque la fuerza opositora principal termina siendo una esquema que es casi igual a los partidos tradicionales, que tiene un vértice y el vértice decide todo: quiénes son los candidatos, quién se queda afuera y quién se queda adentro. Eso, como forma de oposición, se desvanece. No nos podemos olvidar que la gente salió a la calle por el fraude. Pero después todo quedó en el personaje individual. La gran posibilidad de una fuerza opositora termina siendo un conglomerado de posiciones distintas donde se mezclan intereses, en la cual no hay participación, no hay forma democráticas de elección. El pensamiento único favorece a Schiaretti.


RECUADRO
MATAR O NO MATAR
Luis Rodeiro fue uno de los que encabezaba la revista La Intemperie cuando, a raíz de una entrevista a Héctor Jouvé, ex integrante de Ejército Guerrillero del Pueblo –guerrilla guevarista que operó en Salta a principios de los 60’-, comenzó un debate que se prologó durante un buen tiempo. Debate generado por la confesión de Jouvé acerca del fusilamiento de dos compañeros por parte de los mismos integrantes del EGP.
Todo decayó en ‘Sobre la responsabilidad: No Matar’, el libro que recoge las respuestas de destacados intelectuales argentinos al tema.

_Oscar del Barco dijo en la carta que inició el debate que “es hora de que digamos la verdad”. Miguel Bonasso, ex montonero y actual diputado K, años antes, decía que los montoneros deberían hacer una autocrítica.
_Yo tuve la suerte de que hayamos acompañado el proceso de militancia con críticas. Escribí un libro sobre el tema, la historia de una disidencia que plantea las grandes discusiones. El problema de este tema es que las autocríticas, por ahora, son personales; y que es absurdo pedir que se haga la misma autocrítica que se hizo desde el Ejército, porque ya no existe la organización, se ha disgregado, están muertos, no tiene estructura. No obstante, el gran error de todo ese proceso es no haber comprendido que la lucha era política y que el pecado fue la militarización tremenda que llegó a plantear una idea que hoy rechazamos como sociedad: la revolución desde arriba y por las armas; eso no es una revolución. No entendieron la realidad política, la sociedad estaba preparada para un objetivo más cercano: una democracia en la que pudiéramos participar todos. Si lo hubieran entendido, deberían haber buscado legitimar una conducción política. Pero se cerraron. Así y todo, creo que tenemos que analizar las situaciones en su momento. La posición de Del Barco olvida las circunstancias exactas en que dio eso. Y eso se dio en un momento en que la violencia estaba legitimada. Nos habíamos desarrollado en medio de la violencia. No podés despegar del análisis crítico lo que se vivía entonces. Tenés que mezclarlo con el barro de la historia.


DESTACADO
“El pasado se vuelve más fuerte que el presente y el futuro. Esa parte ya la tengo saldada, me preocupa más lo actual. Es un poco lo que me asfixia: las efemérides me abruman un poco. Es el gran drama de la izquierda: vive de las efemérides”

SILVIA LALLANA

“Encontré en el tango mi forma más completa”

Referente indiscutible de la canción en Córdoba, este año deslumbró nuevamente en Jesús María y confirmó su lugar y presente. Silvia Lallana repasa sus años de formación, la experiencia en Europa y el tango que hoy le ganó la voz.


Alguien, alguna vez, la definió dueña de una voz llena de furia y suavidad a la vez: dos cualidades que, en otros términos, definen también a la mujer más completa. Furia y suavidad a la vez: la voz de Silvia Lallana

Silvia Lallana hoy, y sólo por algunos meses más, es vecina de Urca, la zona donde vivió su adolescencia. Adolescencia en la que ya sabía qué iba a hacer de su vida: cantar. Y para cantar fue que a los 9 años tomó el examen para entrar al Domingo Zípoli, previo a haberse aprendido cuanta teoría musical fuese necesaria para cumplir con su objetivo: “Mi objetivo era cantar. Y si tenía que estudiar solfeo para cantar, estudiaba” cuenta Lallana. Y el primer día de coro, con sus 10 años a cuestas, le dijo al Director: quiero ser solista.

“Era una cuestión tan natural” recuerda ahora y menciona a Jorge Coux, el Director asesinado en el 72’. “Era mi referente. Era un genio, un capo, me impactaba por la pasión que ponía, tocaba el piano, dirigía, terminaba los conciertos todo empapado, todo el traje mojado” rememora y asegura que la muerte de su primer guía la marcó a fuego: “Fue el que me dio las primeras lecciones, a pesar de que yo era chica y el grupo era grande, pero las cosas que me dio con respecto al canto aún las tengo. Cuando fui el primer día y le dije que quería ser solista, me miró de arriba a abajo y me dijo que cantara. Canté. Y me aprobó”, recuerda hoy la voz, furia y suavidad.

_ Por lo tanto, una de tus características además de la voz, ha sido ser una arriesgada.
_ Sí… Mi primer actuación con el coro fue en el Liceo y en el ómnibus mis compañeros me preguntaban si no tenía miedo, si no me daba vergüenza y yo les decía que no. Me acuerdo que les decía: “Pero si me gusta”. No entraba la posibilidad de vergüenza.

A LAS EUROPAS
Tampoco hubo vergüenza cuando en el año 2003, con una carrera que ya marchaba sobre ruedas –o al menos, con las ruedas que Córdoba tiene-, decidió alejarse e instalarse en Europa: “Es otra la vida, otra la posibilidad de proyección. Llegué y me contrataron de una milonga para hacer dos temas nomás, por 150 Euros. Y me explicaron que a la gente le gustaba bailar, por eso sólo dos temas. Y cuando me fui, el dueño de la milonga me da el sobre y me pide disculpas. Pensé que por mí no había vendido tanto fernét o algo no había salido bien. Pedía disculpas, pero me estaba pagando 200 euros, más de lo pactado, y su problema era no poder pagarme lo que él creía que yo valía. Acá, jamás una cosa así. Y así se fueron dando las cosas, contrataciones para festivales en Italia, en Suiza”.
La vuelta, en el 2004, tuvo un motivo ajeno a la canción: “Mi marido (N. de la R: el poeta y médico Pecas Soriano) se llenó de la tristeza. Allá escribió su quinto libro de poesía, Llueve sobre el exilio, sobre la tristeza y su dolor. Su realidad fue distinta. La vuelta fue muy dura, tomar la decisión de volver fue duro”, rememora, y en la memoria, la voz: furia y suavidad.

_El se fue por vos y vos volviste por él. Forman una buena sociedad.
_Sí, pero fue una tormenta fuerte. Hoy agradezco que no se haya adaptado y nos hayamos vuelto. Igual, allá me quedaron los contactos y vuelvo todos los años (N. de la R: en agosto estará un mes allá). También doy un curso de interpretación de tango. Es increíble lo que saben los franceses del tango, del idioma. El año pasado, dentro de las clases de canto, metí una zamba. Y ahora quieren que vaya de nuevo a dar clases, pero también con show folklórico, con bailarines y todo.

_Volviste de Europa por una cuestión de mantener la familia, ¿esa es una máxima inviolable?.
_ Sí, la cuestión familiar me ha limitado tiempo profesional a la hora de hacer giras o de haberme quedado en Europa. Pero si yo no si tuviera mi familia estaría incompleta. Mercedes (Sosa) un día me decía, con una tristeza, que conocía todos los Sheraton del mundo, y que eran todos iguales… Yo no quiero una vida así, lo entendí en Europa.

DE CHINA A PASIONAL
_¿Más cómoda en el tango o en el folklore?
_A mi me gusta cantar; y me emocionan determinadas cosas. Y esas son las que canto. La chacarera es una cuestión más festiva, tiene una posibilidad de registro más acotada y poéticamente no dice mucho, en cambio la zamba sí, hay posibilidades de extenderse en cuestión de tonos, pero es más descriptiva, más paisajística. Pero el tango son historias de vida donde te involucrás completamente, incluso hasta corporalmente. Encontré en el tango mi forma más completa.

_ ¿Entonces es el tango lo que más te emociona?
_ Más que lo que más me emociona, siento que puedo expresar una totalidad: a nivel poético, musical y corporal. Es una historia donde hablás de amor, de pasión, de dulzura, de bronca; todo en la misma canción.

_Y te ponés en la piel del tango.
_ Exactamente. Y puedo trabajar con los contrastes, de poder dar cosas suaves y con ritmos. Contrastes. Y en el tango lo tenés todo el tiempo. La tristeza y al segundo la bronca. Y además, afuera el tango...

_ Es la marca más fuerte de la argentinidad.
_ Sí, si te vas a Europa aprendé a bailar tango porque te lo van a pedir.

_ ¿Pero es marca de Argentina o Buenos Aires?
_ Es Buenos Aires. A lo mejor no saben la diferencia. Pero eso es lo que les dije en Turismo y en Cultura acá durante tantos años. Le dije a Canedo (N. de la R: Pablo, ex Director de la Agencia Córdoba Cultura, actualmente Concejal por el PJ) durante años que me ‘usara’, que me diera una valija con folletos, con un video. Nunca tuve nada para explicar de dónde venía. Y hay gente de Europa que hace viajes exclusivos a Buenos Aires a recorrer las milongas. Y acá se morirían.

_Y al final, no te ‘usaron’ nunca.
_ Nunca.

_ Así y todo, te sentiste siempre una embajadora de Córdoba
_ Sí, me desvivía hablando. Sentía el orgullo provinciano de lo que tenemos, incluso en la comparación: lo que tiene ellos y lo que tenemos nosotros. Ya he hablado con el nuevo encargado de Cultura y demostró mucha apertura. Pero Córdoba debe ser la única provincia que no lleva a sus artistas como estandarte. No hablo de la respuesta del público, que tiene aceptación por sus artistas, pero desde el Estado, nada. Se inaugura la temporada de Córdoba y traen a todos de Buenos Aires, ¿vos crees que si se hace algo en Santiago van a llevar porteños?.

FAMILIA DE NO MUSICOS
Lallana cuenta, en cada momento, que disfruta cantar. Y hasta asegura que cuando puede, canta “en cada reunión, en cada cumpleaños”. Y canta, también, en las entrevistas hechas en el living de su casa. Está la grabación que atestigua: su marido le pregunta algo de Rentas que ella ignora –es cantante, se excusa su compañero ante la persona que espera el dato burocrático- y ella aprovecha la pausa y afina la voz: furia y suavidad. Cualidades, las dela voz de Lallana, de mujer completa. Cualidades de Silvia Lallana.

_ En una reunión familiar, en un asado, si la gente te pide ¿cantás?.
_ Sí, si me quieren escuchar yo canto. Hay músicos o cantantes que no les gusta.

_O los humoristas, que no quieren contar chistes.
_Claro. Yo no. La gente tiene miedo de pedirme, pero yo no tengo historia.

_ Eso es bueno para saber que se te puede invitar a comer un asado y tenés a Silvia Lallana gratis.
_ (Risas) Para mi es natural cantar, desde que era chiquitita.

_ Por ende, familia de músicos.
_ No, nadie. Mi viejo era contador, mi mamá ama de casa. Mi abuelo me contaba que todavía no sabía hablar y ya le pedía que pusiera un disco y cantaba, naturalmente. Nosotros somos 7 hermanos, yo soy la segunda mayor. Y para dormir cantaba, antes de dormir cantaba y nos dormíamos todos, yo al último. Y mi vieja me contó que una vez no fui la última en dormirme y uno de mis hermanos se enojó porque no cantaba más, porque me había dormido.

_ ¿Había muchos discos en el hogar?
_ Los de cualquier casa.

_¿Te llevaban a recitales o festivales de pequeña?
_ ¿En esa época? No, no eran adeptos a esas cosas.

_ Y de los 7 hermanos, cuántos se dedicaron a la música
_ Ninguno.

_ Al menos alguno entona.
_ Sí, la mayoría son afinados, pero mis viejos nada. A mi vieja le tengo que pedir que no cante, pero le gusta bailar.

TÉCNICA Y ARTISTA
Los 4 temas para la televisión que hizo este año en Jesús María le permitieron desarrollar una propuesta íntegra, según ella explica. Pero así y todo, reconoce que en Córdoba “se camina siempre sobre lo mismo”. Ese caminar indica, por ejemplo, que estará presente en el Festival de Tango de Francia, pero que no estuvo en el Festival de Tango de La Falda el año pasado.
Por eso, se entiende su estadía de casi dos años en Europa: “Lo que me sedujo es que iba y cantaba, nada más. Cantaba. A mi me gusta la cuestión organizativa, pero las cosas en contra te cansan”.

Lallana es Soprano y como tal integra el Coro de Cámara de la Provincia. Soprano, “pero con un registro muy amplio”, explica. Cuenta que las profesoras de canto le decían que, con esa voz, tenía que cantar lírico y no géneros populares, que para eso no hacía falta estudiar. Es decir, que no desaprovechara lo que tenía en menudencias. “Y hoy creo lo contrario –dice- que para cantar géneros populares hace falta técnica. La técnica vocal para lírica, queda. Pero si tenés que cantar cuestiones más sentidas, el desgaste es mucho más grande y si no tenés técnica te quedas sin voz”.

_ Es decir, el Chaqueño Palavecino no tiene mucha vida como cantor.
_ No tiene técnica, pero tiene un vozarrón y unas cuerdas vocales maravillosas. La Mecha fumaba muchísimo, hasta que dejó y empezó a estudiar canto, y estudia hasta hoy. Yo de vez en cuando tomo algunas clases, pero ya tengo algunos conocimientos.

_ La técnica te coinvierte en un buen -o excelente- intérprete, pero no en un artista. Entonces, ¿cuál es el umbral que hay que pasar para convertirse en artista?
_Hay un conjunto de cosas. A veces el hecho de tener técnica o cantar bien es sinónimo de no popularidad. El umbral para poder sacarte de encima lo meramente técnico, y le pasa a todos los músicos clásicos, es poder pintar con tu canto lo que estás sintiendo ahora, sin que eso se convierta en una demostración de técnica. Uno puede decir qué bárbara esa voz, pero esa voz puede no movilizarte. Mi satisfacción es cuando me dicen que los emocioné, que los hice llorar.

_ En las lágrimas de los demás te das cuenta que sos artista.
_ El artista tiene que ver con la comunicación que tiene con la gente, un conjunto de cosas que hace que brille arriba del escenario. A la hora del show, es un conjunto de cosas, pero sobre todo, que emocione. El círculo se cierra con la mirada del otro.

RECUADRO
LA GUÍA SOSA
Es conocida la afinidad de Silvia Lallana y Mercedes Sosa: cuando la tucumana viene a Córdoba, Lallana es su invitada
Silvia cuenta que Mercedes la vio a ella por primera vez en televisión, en el Cosquín 92’. Y que dos años después, en los pasillos de Canal 10, ella fue a presentarse ante su máximo referente y Mercedes la sacó ahí nomás: “Me la cruce de frente y le dije que yo era cantante y que la admiraba –recuerda Lallana- Y ella me miró y me dijo: Sí, Silvia Lallana!. Y se acordaba de mi presentación en Cosquín, me dijo una catarata de cosas que no me las olvido más. Desde entonces tenemos una gran relación”, asegura la que, en cada presentación de Mercedes en Córdoba, está a su lado, como su heredera natural en tierras mediterráneas.

RECUADRO
EL OLVIDO Y LA ENTREGA
“Antes de subir al escenario soy una pelota de nervios –cuenta Lallana-, empiezo a preguntarme qué hago ahí. En Jesús María, previo a subir, estaba con Jairo y le contaba de los nervios que tenía, incluso le decía si no será la vejez. Y él me dijo que sí, que debía ser la vejez, porque él estaba igual”.

_ Será una condición de buen cantante: sufrir antes de cantar.
_ Mis nervios no pasan por si me va a fallar la voz, si me va a falta el aire. A nivel técnico no tengo problemas. Los nervios pasan por la letra, por el olvido. Me pasó muchas veces. Cosas super ensayadas y es un instante.

_ Y cuando eso pasa, ¿improvisás?
_ Una vez en un CPC me olvidé, paré los músicos y le expliqué al público. Y eso es lo único que me estresa. Y cantar con atril no me gusta, te limita. Yo me muevo en el escenario y me comunico visualmente. Eso y generar la conexión con la gente. Una vez que me meto, que encuentro el aplauso, el reconocimiento de la gente, me digo ‘listo, ya estoy en el living de mi casa’. Necesito esa relación, esa comunión con la gente, sea en el San Martín, sea donde sea. La necesito para poder relajarme y entregarme.

lunes, 11 de febrero de 2008

El Poder en Michel Foucault y Hanna Arendt: cruces y diferencias.

Desde la concepción weberiana que vincula, irremediablemente, al poder y la violencia a las concebidas durante el Siglo XX relacionadas a los post estructuralistas, muchas han sido las consideraciones acerca del origen, esencia y funcionamiento de lo que se ha dado en llamar Poder. Visiones contractualistas, economicistas, historicistas y otras se han entrecruzado para analizar un fenómeno que, difícilmente, pueda ser explicado acabadamente desde una sola visión.

Entre esas visiones que han posado su mirada en un punto determinado se destacan las elaboradas por Hannah Arendt y Michel Foucault, que partiendo desde lugares en donde es posible encontrar similitudes, hacen pie finalmente en costas absolutamente opuestas.
De la visión del poder como una capacidad humana para actuar concertadamente en aras de un colectivo organizado de Arendt al micromundo del poder como una red que nos atraviesa de cabo a rabo de Foucault, hay un océano de diferencia.

Aquí escudriñaremos sucintamente una y otra idea acerca del Poder, a los fines de establecer cruces, relaciones y desentrañar, en una y otra concepción, distintas miradas que pueden ser complementadas para entender más acabadamente este fenómeno tan complejo como inacabable.
Y por último, muy brevemente, intentaremos, desde ambas visiones, revisar el desarrollo de los hechos de diciembre de 2001 en nuestro país y reconocer allí, o no, una y otra teoría del poder en base a interrogantes que permanecerán, por ahora, abiertos.

DESDE DÓNDE PARTEN
Michel Foucault se plantea en su Microfísica del Poder repensar la idea de poder. Hannah Arendt, desde su Crisis de la República , actúa de igual modo. El primero considera que lo existente en la materia es insuficiente y atemporal. La segunda, que está profundamente equivocado en términos políticos.

El autor que aquí nos interesa identifica dos concepciones para entender el poder y encuentra en ellas, pese a sus orígenes contrapuestos, una similitud: entre la idea jurídica y liberal de los filósofos del Siglo XVIII del poder como un derecho emanado de un contrato y la vinculada a la concepción marxista que entiende al fenómeno como sostenedor de las relaciones de dominación, hay una conexión entre ambas: lo llama el ‘economicismo’ en la teoría del poder.
En los primeros, el poder para mantener un contrato que permita la circulación de bienes. En los segundos, el poder para soportar las relaciones de producción –ergo, las de dominación-. Para Foucault, el poder encontraría, por tanto, en la economía su razón política e histórica de existencia. Es decir, “el poder político tiene en la economía su razón de ser” .

Tratando de liberarse de los análisis economicistas del poder, Foucalt entiende que fuera de éste, hay dos hipótesis compactas: poder –o bien, mecanismos del poder- como represión o bien poder como enfrentamiento. Así vuelve a contraponer dos grandes sistema de análisis del poder: el viejo sistema ya mencionado del poder como derecho originario que se cede -que se arriesgaría a utilizar la opresión sólo cuando se sobrepase a sí mismo- y el otro, que busca analizar el poder según el esquema guerra-represión, constituyendo la represión – a diferencia de la opresión, que es un abuso en el contrato- una continuación de la relación de dominación.

Para nuestro autor, estas dos nociones (contrato-opresión con el derecho como límite y guerra-represión como continuación de la dominación) son insuficientes. Desde aquí, el autor pretenderá un análisis del poder en donde todos seamos, potencialmente, sujetos de poder. Y admite que para ello hay muy poco. Desde ese poco partirá hacia la microfísica del poder

En tanto, Arendt admitirá, más directamente, que los intelectuales que han estudiado, investigado y definido al poder, “de izquierda a derecha” , consideran que la violencia es la más flagrante manifestación del poder.
“Toda la política es una lucha por el poder; el último género de poder es la violencia” cita Arendt a Wright Mills y luego a Voltaire: “El poder consiste en hacer que otros actúen como yo decida” .

Para Arendt, equiparar el poder político con la organización de la violencia, vale en tanto uno acepte la idea marxista del Estado como instrumento de dominación. Y está claro que Weber –y tantos otros que han vinculado poder y violencia- está en las antípodas de aquél. Dice la autora que si la esencia del poder es la eficacia del mando, “entonces no hay poder más grande que el que emana del cañón de un arma”

Ante tal panorama de índole teórico adverso para su concepción del poder, Arendt se propondrá estudiar “a quienes no creen que el cuerpo político, sus leyes e instituciones sean simplemente estructuras coactivas, manifestaciones secundarias de fuerzas subyacentes” . Y en la esencia de este reacomodo parte de un hecho teórico conceptual que se autopropone: separar la presumible unión inextricable que se ha hecho siempre, desde el vocabulario y análisis político, de poder y violencia. Uno y otro concepto, en Arendt, no son sinónimos. Aún más: son contrapuestos. A demostrar eso está dispuesta.

LA MICROFÍSICA DEL PODER
“Si el poder no fuera más que prohibiciones, si no hiciera otra cosa que decir no, ¿se le obedecería? ” se pegunta Michel Foucault y con su respuesta implícita busca un claro objetivo: dejar a un costado la concepción jurídica del poder –la ley que dice no como única explicación- y los efectos represivos de éste –que suponen “una cuestión negativa, estrecha, esquelética del poder”-. Frente a esto, propone su idea matriz: el poder es una red productiva que atraviesa la sociedad, que produce cosas, que induce placer, que forma saber y produce discursos.

El problema para Foucault está en evitar la cuestión del soberano –y con ella, la teoría que la sustenta- y de la obediencia de los individuos y en hacer ver, en lugar de la obediencia, el problema de la dominación y del sometimiento. Se trata, dirá, “de tomar al poder allí donde se vuelve capilar, de asirlo en sus formas e instituciones más regionales, más locales (…) asir siempre al poder en los límites menos jurídicos de su ejercicio” .

Asir el poder, sin más, en la microfísica de la sociedad y analizarlo en los niveles más bajos como algo que circula en cadena, como algo que no está en manos de nadie, sino que se ejercita a través de una organización reticular en donde cada hombre y mujer son, a su vez, sujetos de poder –“efecto de poder”, dirá el autor- y elementos de conexión de esa retícula.
Esta tesis supone, claro, un análisis ascendente del poder, que arranca de los mecanismos “infinitesimales”, para ver luego cómo estos mecanismos se hallan extendidos por mecanismos más generales y por formas de dominación global.

A modo de ejemplificar, Foucault propone dos casos concretos estudiados por él anteriormente: la locura y la represión de la sexualidad infantil. En el caso de la primera, la burguesía como clase dominante encierra los locos porque los locos son inútiles para la producción. Igual la represión de la sexualidad infantil: “El cuerpo es fuerza productiva, por lo tanto se vedaron todas las formas de dispendio” .
He aquí la microfísica del poder –en este caso y en esta sociedad, el poder instaurado por la clase dominante-: Los instrumentos de exclusión, los aparatos de vigilancia, las medicalización de la sexualidad, de la locura, de la delincuencia. Todas temáticas que interesan a la burguesía no como problemáticas en sí, sino como ámbitos donde el poder controla –circulando entre los sujetos, construyendo saberes, conocimientos, métodos de observación y técnicas y otros aparatos sutiles- para evitar digresiones.

Para Foucault, este nuevo tipo de poder es una de los grandes inventos de la sociedad burguesa, fundamental para el capitalismo industrial y de su tipo de sociedad: el poder disciplinario. Para explicar de modo sucinto esto, el autor retrotrae la Teoría de la Soberanía, aquella en la que el poder se ejercía descendentemente, en términos de soberano-súbdito. Pero esta idea quedó secundada a partir de los siglos XVII / XVIII con esta nueva mecánica de poder, que se apoya sobre los cuerpos y sobre lo que estos hacen sobre la tierra y sus productos y “que permite extraer de los cuerpos tiempo y trabajo más que bienes y riqueza” . Este tipo de poder -que es el que Foucault viene desarrollando- ya no se posa sobre un soberano y desciende desde allá hacia sus súbditos, sino que se ejerce a través de la vigilancia, vía una “cuadriculación compacta de coacciones materiales” que se forma a través de la red que trama toda la sociedad, con cada hombre y mujer como elementos de unión de esa red.

Así, contrapuestos el nuevo poder y la Teoría de la Soberanía como el reino del Derecho, ésta última sobrevive, para Foucault, “porque es un instrumento contra lo que podía obstaculizar el desarrollo de la nueva sociedad disciplinaria”. A la disciplina, el poder en la sociedad burguesa, para el autor, sobrepone “un sistema de derecho que oculta los procedimientos –aquellos mecanismos sutiles de dominación- y garantiza el ejercicio de derechos soberanos” .
Y así juega el ejercicio del poder: entre un derecho de soberanía emanado de la Ley -contrato sobre el que se construyó el mundo moderno- y una mecánica de la disciplina emanada de las normas impuestas por ese poder, normas extrañas a la Ley legitimadas mediante discursos creadores de aparatos de saber.

Para el autor de La Microfísica…, la disciplina coactiva impuesta vía la normalización y el sistema jurídico, impuesto mediante la Ley, van a chocar cada vez más por su incompatibilidad innata. Y para evitar mayores estruendos, entiende que se precisa un discurso arbitrador. “Nos encontramos en una especia de callejón sin salida: no es recurriendo a la soberanía en contra de las disciplinas como se podrán limitar los efectos del poder disciplinario, porque soberanía y disciplina, derecho de soberanía y mecanismos disciplinarios son las dos caras constitutivas de los mecanismos generales del poder en nuestra sociedad” señala. Y agrega que para luchar contra el poder disciplinario, hay que ir hacia “un nuevo derecho que sería interdisciplinario al mismo tiempo que liberado del principio de la soberanía”.

EL PODER COMO CONCERTACIÓN
Hemos vistos al comienzo que la crítica inicial de Hanna Arendt encuentra similitudes al diagnóstico sobre el análisis preliminar del poder en Foucault. Pero la autora, más adelante, toma su propio camino y no se centra en el micromundo sino más bien en una analogía que, para ella, es preciso desmitificar: la relación de unidad entre poder y violencia.
Para Arendt, “es una triste reflexión que la ciencia política” no distinga entre poder y violencia, ya que “emplearlas como sinónimos indica cierta sordera a los significados lingüísticos, y también ceguera frente a la realidad. Se emplean como sinónimos porque siempre se ha considerado que la más crucial cuestión política es saber quién manda a quien” . Esto buscará desterrar la autora.

Para Arendt, esta concepción que vincula irremediablemente poder y violencia “deriva de la antigua noción del poder absoluto que acompañó la aparición de los estados nación soberanos en Europa (…) y coinciden también con los términos empleados en la antigua Grecia para definir las formas de gobierno como el dominio del hombre sobre el hombre” . Y hoy, a su vez, también es utilizado para explicar el actual “dominio de Nadie, el más tiránico de todos” los sistema de poder, materializado a través de la burocracia. Y le suma Arendt a esto el imperio de la Ley y la tradición hebreo cristiana “en donde la simple relación del mando y la obediencia bastaba para identificar la esencia de la ley” .

Frente a este diagnóstico, presenta una antinomia: La Constitución como ‘isonomía’ en Atenas o la ‘civitas’ como forma de gobierno en Roma. En ambos casos, las nociones de poder y ley no se basaban en la relación mando-obediencia. E igual concepción adoptan, para Arendt, los revolucionarios del Siglo XVIII al constituir la República: aquí el dominio de la Ley se basaba en el poder del pueblo. Claro, un dominio de la Ley que el mismo pueblo había consentido.
Es a partir de este ejemplo histórico que la autora buscara darle una cariz práctico teórico a su postura indisoluble: la absoluta contraposición entre poder y violencia, ya que “es el apoyo del pueblo el que presta poder a las instituciones de un país y ese apoyo no es nada más que la prolongación del consentimiento que determinó la existencia de las leyes” sentencia Arendt.

Bajo un gobierno representativo, explica, el pueblo domina a quienes gobiernan. Y todas las instituciones políticas que representan manifestaciones y materializaciones de poder “se petrifican y decaen tan pronto como el poder del pueblo deja de apoyarlas” .
Así, puede derivarse la idea de que el poder de un gobierno dado depende del número; “se halla en proporción con el número de los que con él están asociados y la tiranía, como descubrió Montesquiu, es la más violenta y menos poderosa de las formas de gobierno” . Esto, claro está, por directa proporción al número de ciudadanos que consiente tal sistema de gobierno.

Arendt profundiza esta diferencia: La mayor distinción entre poder y violencia está dado en el número: el poder siempre precisa el número, mientras que la violencia puede prescindir del número porque descansa en sus instrumentos. Sin más, la violencia es puramente instrumental: “La extrema forma de poder –explica- es la de Todos contra Uno, la extrema forma de violencia es la de Uno contra Todos. Y esta última nunca es posible sin instrumentos”

En concreto, Arendt define al poder como la “capacidad humana para actuar concertadamente. El poder nunca es propiedad de un individuo, pertenece a un grupo y sigue existiendo mientras que el grupo se mantenga unido. Cuando alguien está en el poder, en realidad tiene el poder de cierto número de personas para actuar en su nombre. Cuando el grupo desaparece, desaparece su poder” .
El gran error para la autora es, claramente, concebir al poder en términos de mando y obediencia e “igualar así poder con violencia” . El poder, para Arendt, corresponde a la esencia de todos los gobiernos –en tanto representativos-. Y la violencia puede destruir al poder: “Del cañón de un arma brotan siempre las órdenes más eficaces” señala. Órdenes que a su vez establecen una relación de mando y obediencia. En contraposición, de un cañón “nunca podrá brotar” poder, ya que la dominación a través de la violencia “entra en juego allí donde se está perdiendo el poder” : a más violencia, menos poder. O bien: donde uno domina absolutamente, falta el otro y así indirectamente proporcional. “La violencia –dice la autora- aparece donde el poder está en peligro” .

Y establece un paralelo para entender la esencia del tema que nos convoca: El fin de la guerra es la paz. ¿Y el fin de la paz?, se pregunta. “La paz es un absoluto”: es decir, no tiene fin. Y el poder pertenece a la misma categoría: es un absoluto, “es un fin en sí mismo” . Por lo tanto, lejos de constituir los medios para un fin, el poder es la verdadera condición que permite a un grupo de personas actuar y pensar en términos de categorías medios-fin. Y el gobierno representativo y enmarcado en lo que expresa la voluntad de la mayoría es, clara y esencialmente, poder organizado e institucionalizado que se logra sólo con el poder que emana de un grupo social.

DOS VISIONES PARA UN CASO
Las situaciones de crisis son quizás el tubo de análisis más claro al momento de buscar en la realidad propia aquello que enuncia la teoría que se ha posado sobre otras realidades particulares para construirse. En tal sentido, tomaremos muy brevemente la acotada rebelión sucedida en los días 19 y 20 de diciembre de 2001 en Buenos Aires y algunos otros pocos reductos urbanos de Argentina. A partir de este hecho, contrastaremos ambos marcos de análisis para abrir interrogantes sobre lo sucedido con el poder durante las fatídicas jornadas de aquel año.

Interpretamos, desde las herramientas teóricas propuestas por Foucault, lo sucedido entonces:
En la implosión Argentina de diciembre de 2001 entraron en contradicción las dos caras de la misma moneda: el poder disciplinario y la teoría de la soberanía. El poder disciplinario que hace del cuerpo un engranaje de la producción en un país en donde no había producción y los cuerpos, más que generar bienes y riquezas, eran materias inertes que dilapidaban sus capacidades productivas. Y la teoría de la soberanía, que señala una dominación vía los representantes del pueblo que ya no representaban al pueblo, hecho de que debía realizarse mediante una Ley o Contrato que no se cumplía en ninguno de los estamentos de la sociedad.

Ahora, tras el quiebre y la vuelta a la normalidad en pocos meses, podría argüirse: El discurso arbitrador y normalizador –discursos creadores de aparatos de saber, diría Foucault- de la necesidad de salvaguardar las instituciones –las mismas instituciones nacidas de relaciones de fuerza que habían generado este tipo de sociedad que ahora entraba en crisis- logro reencausar las cosas hacia una normalización disciplinaria. Normalización dada vía coacciones que circularon a nivel individual en los sujetos (mediante límites autoimpuestos vinculados a la Ley o a las normas establecidas disciplinarmente) o a través de discursos legítimadores y normalizadores de aquella Ley y aquellas normas que había entrado en crisis, desde los medios y otras instituciones creadas por la misma sociedad de dominación

Terminaba diciendo Foucault en su apartado que para luchar contra las disciplinas que impone la sociedad disciplinaria que encarna la burguesía, hay que ir hacia un nuevo derecho interdisciplinario, liberado del principio de la soberanía, ya que éste último forma parte de la mecánica disciplinar del poder, su resguardo legal.
Ahora, ¿fue la inexistencia de este derecho interdisciplinario lo que hizo tirar por la borda la incipiente rebelión argentina de diciembre de 2001? –esto, siempre y cuando se considere que el país ha vuelto a su somnolencia habitual- ¿Se pusieron en discusión realmente estas dos caras de la misma moneda?

Distinto es el panorama si el marco de análisis pasa a ser el propuesto por Arendt y su concepción del poder emanado directamente desde los grupos sociales.
En ese caso el análisis se vuelve, claro, más optimista debido a que, de algún modo se evidenció la importancia del sujeto social como colectivo que conlleva lo que conocemos como pueblo.
Tras una serie de medidas y hechos generados desde el poder oficial –que no vale la pena reproducir aquí, pero que habían abarcado los últimos 25 años de la historia de nuestro país-, el pueblo comenzó a restarle poder al gobierno de entonces, cada vez más impopular.

En tanto, el gobierno, con su poder cada vez más retaceado, acudió a medidas cada más violentas –ergo, instrumentales- vinculadas a las libertades económicas, sociales y políticas logradas a través de la Ley mediante la cual la sociedad se había organizado y consentido. Concretamente, la confiscación de los depósitos y la declaración, por parte del Ejecutivo, del Estado de Sitio fueron golpes en donde se puso en evidencia que la falta del poder que otorga el pueblo a sus representantes derivó en una creciente uso de la violencia legítima, no sólo desde el aspecto físico represivo, sino también sobre los derechos que el imperio de la Ley otorga a los ciudadanos.

Tras esta inversión de lo factores en el Gobierno –más violencia, menos poder-, quienes son los poseedores legítimos del poder y que, a través del consentimiento sobre la Ley mayor, han otorgado esa facultad en un grupo de hombres y mujeres, reclamaron para sí la devolución de esta capacidad social para actuar concertadamente. Y con esta auto restitución dejaron al Gobierno de entonces sin más posibilidad que dos salidas: la violencia extrema –al no contar ya ni con una mínima cuota de poder- o la salida.
La rebelión argentina de diciembre de 2001 logró la salida de quienes ocupaban el gobierno –en forma legal, pero ilegítimamente- y tras algunos devaneos y reacomodos, otorgó su poder a un nuevo gobierno que materializó políticamente la voluntad social expresada en las jornadas de crisis –esto, siempre y cuando se crea que la gestión iniciada en el año 2003 haya concretado algunos, o varios, de los reclamos que más aunaron a los argentinos en los años 2001 y 2002-.

Pasada aquella etapa, el marco teórico de Arendt podría aún utilizarse para explicar los resabios o pequeños grupos organizados de ciudadanos que aún hoy existen ante problemas puntuales estructurales que no han sido modificados –todavía es posible encontrar asambleas o vecinos autoconvocados que desde hace 6 años vienen reclamando sobre distintas problemáticas-. O bien, la aparición esporádica y circunstancial de grupos sociales en reclamo de problemas coyunturales que antes eran pasados por alto por quienes los padecían. Es decir, si bien el poder ha sido emanado desde el pueblo hacia el nuevo gobierno, la conciencia de su utilización y posesión –como, sencillamente, capacidad para actuar concertadamente- aún estaría latente en cada manifestación y reclamo popular.

Así, desde una y otra visión es posible interpretar, con resultados opuestos, dos formas de entender el poder que, enfrentadas en argumentos interpretativos, pueden complementarse para llegar a un puerto más acabado sobre la realidad político social.