miércoles, 7 de mayo de 2008

JORGE ARDHÚ

Las manos mágicas

Más conocido como ‘El fantasista del teclado’, Jorge Ardhú, con 84 años de vida y una trayectoria tanguera única en Córdoba, aún no se considera retirado.
Y mientras prepara su vuelta para sí decir adiós, conversó con Matices de aquellos años felices que sus manos mágicas construyeron a puro 2 x 4.



El muchacho de Las Junturas. El hombre insigne del tango mediterráneo. Un mito viviente de la música ciudadana. El paradigma del piano. El de la orquesta que conquistó Japón. El músico de las giras interminables por cada pueblito de Argentina. El hombre que hizo bailar a la familia entera en el club de cada barrio. El Fantasista del teclado. Las manos mágicas. Son sólo algunas de las definiciones, escuetas, imprecisas, incompletas, que le caben a Jorge Ardhú, la referencia de mayor peso del tango en Córdoba.

ARDHÚ Y EL PIANO
Ardhú ya transita los 84 años. Y anda con algunos problemas auditivos que, momentáneamente, lo han alejado del escenario. En el living de su casa reina, como indica el sentido común, un piano. Pero no es cualquier piano. Es, claro, el piano que Jorge Ardhú compró en Santiago del Estero hace 40 años, un Rönisch de $250 mil de aquellos días. Como él, su piano tiene una larga historia. Por lo que el valor actualizado seguramente supera largamente al de hace 4 décadas. “Está en perfectas condiciones”, cuenta Ardhú, que lo mira como se mira al menor compañero. O a una amante. Sólo alguna afinación y lustrado, dice que le hizo. Y el cuenta como quien comparte los sonidos de quien mejor lo entiende. Porque es mutuo el afecto: el piano es quien más entiende de sus energías, en sus fortalezas y de sus debilidades; y Jorge Ardhú es quien más sabe de piano y tango en esta provincia sin puerto.

El Rönisch no vive solo en esta casa de pianos. Ardhú tiene dos más. Uno de ellos, chuiquito, para poder transportarlo, “porque ya no hay más pianos en los clubes, y si tienen, lo tienen atrás del escenario, todo apolillado. Ha caído en desuso porque no hay más orquestas de tango y los conjuntos de cuarteto ponen un teclado”. Al otro piano se lo regalaron sus máximos admiradores, los japoneses. “Tiene 84 teclas, con un parlantito incluido. Pero lo toco poco porque no me gusta, es muy liviano, el teclado es muy liviano. Acostumbrado a la presión de estos pianos –mira su Rönisch-, tengo miedo de perder un poco la fuerza de las manos. Ahí lo tengo, para regalárselo a algún nieto”, cuenta, sin dejar de mover las manos. Porque cuando cuenta, también toca. Vicios del oficio.

ARDHÚ Y LAS GIRAS
Jorge Ardhú ha cumplido, recientemente, 58 años con la música. Y decir 58 años con la música, en Jorge Ardhú, no es tan solo decir que ha tocado y grabado y ha hecho bailar. Los 58 años de la música de Ardhú hablan, primeramente, de giras. Interminables. Agotadoras. Giras por los caminos de la Argentina intransitable. Giras inolvidables.
“Hace 58 años que estoy con la orquesta –cuenta- Y durante 27 años hice giras, de acá hasta Pocitos, en Bolivia y después para abajo, al Sur. Todos los días, de martes a domingo tocando y descansaba el lunes. La primer gira me la programó un representante. Y después se fue y la empecé a programar yo. Entonces primero me hacía 10 mil kilómetros solo en el auto, a veces acompañado, para hacer los contratos. Y después sí salíamos a tocar. Viajábamos 14 personas en el ómnibus, mientras mi familia me esperaba en Córdoba Hacíamos típica, característica, de todo. Arriba del ómnibus llevaba el piano chiquito y el sonido. Por el 52’, cuando salíamos, desde Capilla del Monte para arriba no había nada de pavimento y nos empantanábamos, buscamos tractores para salir del barro, era todo una aventura.”

De aquellos años, Ardhú confiesa extrañar, sobre todo, a la gente. Y aún más, a la gente del Norte, “porque éramos como de la familia. En La Rioja, si llovía y se suspendía, no les cobraba nada. Y si era al revés, y necesitaban salir a buscar plata, yo les decía que me dieran lo que tenían. Y por eso siempre me esperaban. Nunca nadie me dejó de cumplir. Éramos como hermanos, firmaba contrato ahí nomás. Tocábamos en los clubes, arriba de los acoplados…” rememora y marca la diferencia: “En Buenos Aires era distinto. Cuando íbamos a actuar venía una persona que no nos conocía. Pagaban antes de empezar a tocar y no había problemas, pero no era lo mismo. Siempre en el Norte ganaba menos de lo pensado, pero el cariño era distinto”.

Las giras duraban largo rato: 45 días para hacer bailar a madia Argentina.. “Yo de acá salía con una programación más o menos armada. Cruz del Eje, Chamical, La Rioja, Aimogasta, Tinogasta, Belén, Andalgalá, hasta que llegaba a los ingenios de Tucumán, a Rosario de la Frontera, Metán, Jujuy, Ledesma. En los pueblos chicos le daba los días de semana, y cuando llegaban los viernes empezábamos a buscar una ciudad. Los lunes teníamos franco, pero gustaba tanto la orquesta que a veces nos pedían tocar los lunes, y los muchachos de la orquesta aceptaban”.
Y cuando habla de los muchachos, habla de ellos: 4 bandoneones, 4 violines, su piano, el contrabajo, los dos cantores y el locutor. Un equipo. Miles de historias.

ARDHÚ Y JAPÓN
El fantasista enmudeció a varios. Pero a ninguno como a los japonenes. Al país del sol naciente viajó invitado 3 veces –en los años 90’, 92’ y 94’- y allí se quedó dos meses cada vez. “Vivía en Tokio. Para mi, mire, estuve tocando en Italia, en Panamá, en Portugal, en Granada, en Madrid, en Miami, pero Japón es lo máximo, por la disciplina. Los pianos tocan solos por la calidad que tienen. El sonido, para qué. No ponen una pared llena de parlantes, sólo un parlante chiquito así de cada lado. Yo hice un programa para una cadena de televisión que llegaba a todo el país. Tocamos 22 piezas para televisión, cuando en Argentina no hacíamos más de 3 o 4 piezas. Once y once, un poquito de descanso en el medio. Estábamos todos cansado. Y para el final dejé los dos temas más difíciles, El vuelo del moscardón, que lo hacía a gran velocidad –lo imita con su voz- y otro más. Y largué con alguna fallita de entrada, pero fue rápido. Y después se fue una nota con el violín arriba. Y la íbamos a repetir porque nosotros queríamos, sin creer que se había notado. Pero vino el operador japonés a decirnos que lo hiciéramos de nuevo porque él se había dado cuenta de estos dos errorcitos. Saben todo. Exacto. Después salió perfecto. Japón es el que más me gusta” asegura, y confiesa no saber una sola palabra del idioma nipón. Pero no hace falta: ellos aprendieron algo de cordobés.

ARDHÚ Y SUS ESTUDIOS
El niño que se fue de Las Junturas a Villa María apenas tenía 5to grado cuando el trabajo se volvió parte de su ser en forma obligada, “hice hasta 5to grado en mi pueblo, hasta ahí llegué. El colegio se terminó para mi a los 10 años” cuenta. Hijo de un matrimonio sirio, su padre poco quiso saber cuando le ofrecieron, aún siendo un niño, empezar a hacer lo que mejor sabe. “De mi pueblo me iba a Villa María en tren a trabajar para una orquesta, apenas tocaba, tenía 12 años. Cuando tuve 14, esta gente me buscó un trabajo en Villa María. Yo le pregunté a mi padre y él no quería saber nada. Pero me fui. Trabajé en la tienda El Crack, donde paraba el ABLO, el colectivo”, rememora y reconoce que, mientras, seguía aprendiendo los secretos del teclado, para convertirse en su fantasista número uno.

Ardhú, pese a ese comienzo duro de niño que tenía que ganarse el pan, años después se recibió en el Conservatoria Provincial. “Siempre me gustó estudiar y tocar. Pero nunca pensé que iba a vivir de la música” acepta y cuenta que cuando se vino a Córdoba, en la década del 40’, comenzó sus estudios en el Conservatoria , que dejó en el ‘49, “lo dejé en 5to año, porque empecé con la orquesta el 1 de noviembre de 1949. Y en el año 67, después de 17 años con la orquesta y con un nombre ya, volví para tener el título. Estudié día y noche, cuando la calle Chacabuco era angosta, ahí tenía una pieza y el piano que traje de mi pueblo y estudiaba y estudiaba todo el día. Rendí en el Teatro San Martín con público” cuenta hoy, sin antes reconocer que el exámen final, a pesar de tener más escenario que cualquier jurado, lo tuvo a maltraer. “La técnica la tenía, estudié tanto que estaba afinado, afinado. Pero fui a ver a Valentinucci, un pianista muy bueno pero medio piantado, quería que me escuchara para saber si estaba en condiciones de rendir, yo tenía un nombre y no quería que me vaya mal . Pero tocaba él y no me escuchaba y me preguntaba a mi qué me parecía. Así que lo fui a ver al Director del Conservatorio, le dije que no quería pasar papelones. Me aprobó él y después otros y por fin fui al Teatro. Y el jurado eran todos los que sabían tocar conmigo. Hice de cuenta como si estuviera en mi casa, solo en una pieza, como me habían dicho. Saqué ‘10 felicitado””, recuerda, orgulloso.
Año después, estudió, en la Escuela de Artes, Armonía y Composición. “Una de las materias era Historia de la cultura y de las artes., pero yo había ido hasta 5to grado, y tenía que estudiar con el diccionario al lado. La dejé cuando me faltaba un año, con la giras no podía más”.

ARDHÚ Y LA GLORIAS
Mientras repasa su historia, se reconoce en las imágenes borrosas en blanco y negro que lo unen en abrazos a Antonio Carrizo, Aníbal Troilo, Heraldo Bosio, Miguelito Gelfor, Edgardo Donato, Carlos Di Sarli, Roberto Galán, Miguel Di Blasio, Pedro Martos, Cacho Fontana, Alberto Castillo, Floreal Ruiz, Ariel Ramírez y tantos otros con los que compartió, siendo un pibe, su consagración como fantasista. Alguna publicación reproduce los afiches que lo presentaban en cada pueblo y en cada baile, donde es, entre otras cosas, un “destacado directos típico” o “el cordobés que conquistó Buenos Aires”, según la revista Grandes Valores del Tango. También el recuerdo de “los extraordinarios bailes de carnaval con Jorge Ardhú” en Redes Cordobesas, en Rieles, en Atenas, Belgrano o Instituto.

Su paso por Buenos Aires, prolongado en el tiempo hasta que desitió por las presiones de la gran ciudad, son recordados en la Programación de Radio El Mundo, de la que fue parte estable durante unos meses. Allí compartía cartel con Petrona C. De Gandulfo, que tenía su programa al mediodía, mientras Ardhú largaba en vivo a las 15.05 horas. El genial Aníbal Troilo venía más tarde: 19.30. También los Quilla Huasi, la orquesta de Juan D’Arienzo, Raúl Lavié y Edmundo Rivero eran de la partida. Estrellas en el firmamento porteño con los que toco también en Radio Splendid y aquellos salones inolvidables: Marabú, Salón La Argentina, Richmond Esmeralda y tantos otros.

“Con Piazzola –cuenta Ardhú- tuve una relación muy linda. Yo en la orquesta lo tenía a Bardaro, ‘Bardarito’, que había estado con Piazzola. Y un día voy con él al Marabú, a escucharlo a Di Sarli, que tocaba con una orquesta grande. Y ahí salimos y ‘Bardarito’ se encontró con Piazolla, y éste nos invitó a su pieza a escuchar unas cosas que había grabado en Estados Unidos, un disco de pasta que escuchamos en un lugar chuiquito. Y lo puso muy fuerte, porque a él le gustaba así. Ahí lo conocí. Y después actuamos juntos durante muchas noches, junto a Edmundo Riveros y Pontier, junto a Julio Sosa, que volvía loca la gente. Esas noches, el director era Antonio Carrizo. Pero había muchas presiones en Buenos Aires...” confiesa, y cuenta: “Yo tenía tres programas por semana en cadena. Y los escuchaba el país. Y un domingo me ofrecieron reemplazar a D’Arienzo, que no salía porque había pedido demasiado. Pero cuando D’Arienzo se enteró de que iba yo en su reemplazo, dijo ‘¿ése, que viene del campo? No, voy yo’, y toco él. Contra eso tenía que luchar. Por ser del Interior. Vestían como dandys los tipos, tenían una presencia... Había que luchar contra eso. Si me hubiera quedado en Buenos Aires, de a poquito me hubiera metido” acepta, pero no disimula que a ese éxito no lo hubieran superado jamás sus giras por el país entero ni los logros ganados en cada pago chico corazón grande.

A su relación con Piazzola no podía faltarle una historia con Pichuco: “Cuando yo estaba en Radio El Mundo, Troilo estaba en Radio Belgrano, hasta que volvió a El Mundo. Y yo le di la bienvenida con la orquesta: 6 violines, 4 bandoneones, piano y contrabajo. Toque 2 temas y después entró Troilo con un orquestón. Al final lo felicito, pero el me dice: ‘No, yo te felicito a vos, que sos joven, está muy bien tu orquesta. Ya te voy a invitar a casa a comer un asado’” recuerda Ardhú, y dice, entre risas: “Todavía lo estoy esperando”.

ARDHÚ Y SU RETIRADA
Cuenta, entre las plaquetas del Glostora Tango Club y la de Ciudadano Ilustre de Las Junturas, que desde hace 5 ó 6 años se le dificulta escuchar las notas del piano. Y lamenta, al lado del Premio Municipal Jerónimo de Luis de Cabrera, que ya hace un año que no hace presentaciones. “Todos los días hago un poco de estudio” reconoce. Está a la espera de un aparatito que le permitirá escuchar mejor, cuenta apoyado entre los bronces que lo nombran Ciudadano Ilustre de esta ciudad y Distinguido Visitante de Florida. Un aparatito que le devolverá el alma al cuerpo, o, mejor aún, la audición a las manos. Porque Ardhú escucha y siente con las manos. Por eso hace 3años la Cámara de Diputados de la Nación le dio el premio Mayor Notable Argentino. Porque Ardhú escucha y siente con sus manos mágicas.

_ ¿Y hasta cuándo piensa seguir trabajando?
_ Yo tenía pensado retirarme. Pero quería retirarme así: con un espectáculo grande en teatros de Río Cuarto, San Francisco, Villa María y terminar en el San Martín. Y ahí despedirme. Puede ser en el 2008, o el año que viene. Pero quiero que sea así.

Para el Festival de Tango de la Falda, en el invierno, dice que va a estar. Sabe, o cree, que no va a escuchar más como antes, pero que escuchando un poquito a él le basta. “Tengo algunas contras por no escuchar –explica, como si fuera necesario- estoy como deprimido porque no voy a poder escuchar mis discos, estoy un poco bajoneado. Estoy como triste porque pienso que no voy a poder grabar más...”, dice, acaso sin saber que Ardhú ya está grabado a fuego, por siempre, en la Córdoba de los ídolos populares.

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