miércoles, 24 de octubre de 2007

Del Frente de la Renovación Justicialista a Unión por Córdoba: El PJ y el afianzamiento en Córdoba del ‘catch all party’ y el Partido Profesional Elec

INTRODUCCIÓN
Intentaremos en este trabajo, en resumida síntesis, abordar la reciente historicidad electoral del Partido Justicialista en la provincia de Córdoba en el periodo comprendido entre 1987 –año en el que se presenta a elecciones bajo el rótulo de Frente de la Renovación Justicialista - hasta la última elección del 2 de septiembre de 2007, en donde participó amparado en la alianza Unión por Córdoba.
Concretamente, nos interesa identificar aquí la vinculación del Partido Justicialista -hoy partido líder de la coalición gobernante Unión por Córdoba desde 1998, con el acompañamiento oscilante de socios menores- con las tesis propuestas por Otto Kirchheimer acerca del partido ‘atrapatodo’ –o catch all party- y por Angelo Panebianco en sus ideas sobre el Partido Profesional Electoral.

De esta manera, se buscarán las coincidencias con los lineamientos teóricos expresados por los dos autores citados en conjunto con la vasta bibliografía sobre la temática. Pero por sobre todo, intentaremos reconocer en las prácticas electorales del PJ –en el periodo citado - el afianzamiento, el menos en la provincia, del nuevo tipo de partidos de carácter ‘atrapatodo’ o Profesional Electoral. Es decir, se buscará identificar en el Partido Justicialista de Córdoba la institución partidaria que asumió tempranamente y de modo más radical en Córdoba las prácticas electorales que poco tiempo después fueron utilizadas por los demás partidos políticos de la provincia .
Nos interesará, además, profundizar en la transformación del Partido Justicialista -de partido de masas a otro de corte ‘atrapatodo’ o profesional electoral- como así también desentrañar la naturaleza de sus alianzas e identificar, en esa práctica política, la esencia de su concepción partidaria. Y cómo esto derivó en la prácticamente inexistencia del Partido Justicialista como partido de masas inserto en la competencia electoral del sistema electoral argentino.

Para tal fin, nos centraremos, como se señaló, tanto en las herramientas analíticas propuestas por Otto Kirchheimer – el ‘catch all party’ como “partido de todo el mundo (que) dirige su atención hacia todo el electorado; (y que) sacrifica, por tanto, una penetración ideológica más profunda a una irradiación más amplia y a un éxito electoral más rápido” - y en las otorgadas por la conceptualización de Panebianco sobre los partidos ‘profesional electoral’ –como aquellos partidos caracterizados por el “menor peso de los militantes y de los aparatos y mayor incidencia de los ‘expertos’ y de los titulares de cargos públicos en los parlamentos y en los Ejecutivos, primacía de los grupos de interés, desidiolagización, pragmatismo (e) influencia de los medios audiovisuales” -.

Así, con estas vertientes teóricas y sosteniendo nuestro corpus empírico en breves fragmentos de discursos de campañas, declaraciones periodísticas y puntuales discursos políticos publicitarios, buscaremos reconocer en la reciente historicidad del Partido Justicialista de Córdoba la consolidación de una nueva tipología de partidos políticos en la provincia.

MARCO CONCEPTUAL Y TEÓRICO
Diferentes autores han conceptualizado la actualidad de la acción, funcionamiento y estructuración de los partidos políticos en las democracias modernas y occidentales. Con diferencias según los casos analizados y variaciones de matices en unos y otros autores, mayores han sido las coincidencias que las distintas vertientes teóricas han señalado a la hora de describir y analizar el rol y el papel socio-institucional de los partidos políticos.
Así, desde las tesis propuestas Otto Kirchheimer y su ‘catch all party’ y Angelo Panebianco y su Partido Profesional Electoral, varias han sido los agregados de corte teórico y empírico que fueron sumando mayores caracterizaciones a la situación actual de los partidos.
Como señala Andrés Malamud, “los nuevos partidos fueron definidos como electorales de masas, profesional-electorales o, en su caracterización más fuerte, como partidos escoba o atrapatodo, en función de su apelación a la sociedad en general por
encima de las divisiones de clase” .

En los años 60’, Kirchheimer enunció su teoría del partido ‘escoba’ o ‘atrapatodo’ -el ‘catch all party’-, en donde propuso una caracterización de los partidos políticos en el mundo desarrollado. Y si bien la contextualización propuesta por Kirchheimer –estados ampliamente realizados en su faz económica- ya ha sido considerada inapropiada para su aplicación en América Latina , sí valen sus tesis sobre la desideologización sufrida en los antiguos partidos de integración y la apertura temática de corte generalista de estos en términos de oferta electoral.
Concretamente, Kirchheimer señalaba que la nueva oferta electoral de los partidos –centrada en el mundo de los valores y en temas generales- rompía los límites existentes de la problemática particular sobre la que se interesaba históricamente cada partido y a partir de la cual, el partido se formaba a sí mismo-. La actual re-construcción de los partidos pasa a concentrarse ahora en principios compartidos por vastos sectores del electorado: desarrollo económico, defensa del orden público y la democracia, prioridad a la salud y educación publicas y otras opciones que no ofrecen oposición o discusión alguna y que medianamente son compartidas por bases amplias del electorado.

A esto, el autor alemán le sumaba una mayor apertura del partido a la influencia de nuevos grupos de interés –organizaciones de tipo social y económico principalmente- y la transformación absoluta de la antigua estructura del “partido de integración, nacido en una época de diferencias de clase más profundas y de estructuras confesionales más claramente reconocibles” en una corporación más volátil y de lazos débiles y maleables entre sus integrantes, marcada por la pérdida de peso político de sus afiliados (más concretamente, la casi desaparición del rol del militante de base) y la influencia creciente de un líder electoral.
Así, el partido se transforma en una institución de relaciones más débiles con quienes lo cimentaron en sus comienzos y genera sus intereses políticos en base a las demandas sociales de amplio aspectro que se expresan en una sociedad. De esta manera, el partido constituye su plataforma a partir de una media aproximada o un promedio de estas demandas.

Si bien estos partidos encuentran límites –tendencias que, en principio, pueden llegar a contrastar con sus base histórica- “los partidos superan estos obstáculos evitando tomar posiciones netas sobre problemas capaces de crear divisiones y conflictos en el interior del país y compiten por la conquista del poder político con plataformas electorales y sistemas de gestión del propio potencial político que no presentan substanciales diferencias con las de los otros partidos, sino que más bien son bastante similares entre sí” , señala Angelo Panebianco, el intelectual italiano que años después profundizó y agregó más elementos a la caracterización de Kirchheimer
Entre otros aspectos, Panebianco destaca la profesionalización de los partidos de masas, los cuales han sido reemplazados por los que él llama Partido Profesional Electoral. Así, señala que mientras en las antiguas estructuras partidarias la burocracia cumplía el rol principal de mantener los lazos que unían a adherentes/militantes y líderes, ahora son los profesionales o técnicos que pasan a cumplir el rol central en la dirección del partido.

Así, distinguiendo entre el Partido Burocrático de Masas y el Partido Profesional Electoral, Panebianco establece las diferencias que las nuevas transformaciones generan en las instituciones partidarias: Del electorado fiel al electorado de opinión, de la dirección colegiada a la dirección personificada y de la financiación por medio de las cuotas de adherentes y actividades secundarias a la financiación a través de los grupos de interés y del aporte estatal. También otorga un rango fundamental al cese de los fuertes rasgos ideológicos del Partido de Masas, ahora marcadamente desideologizados, y al traspaso de las áreas problemáticas en el Partido Profesional a manos de técnicos especializados de orden apolítico . Esto conlleva, entre otras consecuencias, al fin de la fidelidad absoluta del electorado con uno u otro partido político que históricamente ha representando sus intereses .

Así, tras sintetizar el marco conceptual desde el cual intentaremos, brevemente, analizar la reciente historicidad del Partido Justicialista en la provincia de Córdoba, enumeraremos puntuales hechos recientes que fueron conformando el afianzamiento de lo aquí expresado.

DEL FRENTE A LA UNIÓN
Hasta el 2 de septiembre de 2007, el Partido Justicialista de la provincia de Córdoba integró la alianza Unión por Córdoba, una coalición de partidos políticos formada en ocasión de las elecciones de carácter provincial del 20 de diciembre de 1998. Para tal comicio, la principal fuerza opositora de la provincia –hasta ese momento y desde la recuperación de la democracia, gobernada por la UCR-, liderada por el actual gobernador José Manuel de la Sota, estableció una alianza de tipo electoral con sectores minoritarios de variada línea ideológica, alianza que fue mutando –a excepción del liderazgo- a través de los años y las elecciones.

No obstante, pese a sus cambios en función de acuerdos electorales y otras variables de tipo, algo caracterizó al Partido Justicialista desde el momento en que mutó su imagen a partir de 1987: una mayor apertura del partido a la influencia de nuevos grupos de interés , algo que Panebianco define como esencial en el Partido Profesional Electoral.

No obstante, para entender este fenómeno inserto en los cambios estructurales que hubieron en el mundo Occidental durante las décadas del 80’ y 90’, vale repasar brevemente el pasado inmediato del Partido Justicialista y su vida electoral a partir de la apertura democrática de 1983.
El primer antecedente de la conformación de Unión por Córdoba –o más bien, de la ampliación de los límites ideológicos (o desideologización) y electorales del Partido Justicialista- estuvo dado en la campaña electoral para las elecciones provinciales de 1987 –segundas de carácter provincial desde la restauración democrática-. En aquella ocasión, el Partido Justicialista dejó de lado su insignia histórica –PJ- y mutó su nombre por el de Frente Justicialista de la Renovación. Con este Frente, el PJ de Córdoba hacía mención, claramente, al sector renovador dentro del gran partido de masas. Sector que integraba el líder y candidato a gobernador José Manuel de la Sota junto a otros jóvenes integrantes de la segunda y tercera generación del peronismo militante.

Esta apuesta de la autodenominada renovación justicialista –liderada a nivel nacional por el dirigente y ex funcionario de Perón, Antonio Cafiero, a su vez candidato a gobernador en la provincia de Buenos Aires- buscaba borrar un pasado reciente que relacionaba al partido de masas con el trágico final de su última gestión de gobierno en 1976. Y, más acá en tiempo, con la imagen devaluada que ofrecían de sí mismos los representantes de la burocracia sindical, hasta ese momento, dueños indiscutibles de la facción más poderosa del antiguo movimiento.
Como señala Hernán Vaca Narvaja, “en su campaña (para las elecciones de 1987), De la Sota –como se señaló, candidato a gobernador por el Frente- apostó decididamente a los sectores medios y abandonó el tradicional folklore partidario: sus actos políticos eran más propios de una concepción del Partido Demócrata en Estados Unidos que de un encuentro de peronistas” . Vale aquí recordar que, para Andrés Malamud, “las peculiaridades de este tipo de partidos (refiriéndose a los partidos atrapatodo) se observan más claramente en los Estados Unidos de América” . Por tanto, la analogía entre uno y otro no es fruto de la casualidad.

Así, a partir de la estrategia de ampliar las bases electorales mediante una oferta o plataforma política desvinculada de la identidad partidaria histórica del PJ, De la Sota sumó a lo anterior un dato inequívoco e inexcusable: la inclusión, en la lista para diputados nacionales, de un técnico extra partidario en un lugar expectante, con claras posibilidades de llegar al Congreso Nacional. La presencia de Domingo Cavallo –un economista formado en Harvard que había tenido pasos por la función pública durante gobiernos de facto-, impuesta por el mismo De la Sota (por entonces Presidente del PJ distrito Córdoba) generó el rechazo del justicialismo más ortodoxo. No obstante, esta jugada política conceptualizaba ya, en 1987 y en pleno apogeo democrático, la idea de Angelo Panebianco acerca del papel central de los profesionales y técnicos en el Partido Profesional Electoral por sobre el papel central de la Burocracia del Partido de Masas . Como recuerda el mismo Vaca Narvaja, “la reconversión partidaria impulsada por los renovadores comenzaba a despojar al peronismo de su viejo ropaje ideológico” . Cabe recordar que esa lista también estuvo integrada por Enrique Gastaldi, acaudalado productor agropecuario del Sur provincial –sector de la provincia de Córdoba que conserva un peso político económico destacable en el territorio- y la campaña contó con el asesoramiento de los empresarios fundadores de la Fundación Mediterránea y de hombres ligados a ámbitos académicos y religiosos.

No obstante estos indicios de transformación, la candidatura de José Manuel De la Sota bajo el sello de Frente de la Renovación Justicialista -sector interno que representaba el candidato, que, aún dentro de los límites partidarios, buscaba dar al anquilosado PJ, derrotado en las elecciones de 1983, nuevos aires generacionales y una revitalización ideológica de corte socialdemócrata- no fue suficiente. Estos comicios le fueron adversos por un acotado margen: poco más de 4 puntos porcentuales le dieron la victoria al candidato de la UCR .
Todo esto, ocurrido en 1987 y amparado bajo el paraguas de un frente más bien amplio en términos político ideológicos, no hizo más que anticipar otra transformación de carácter más estructural realizada cuatro años después por el mismo hombre: la composición de la Unión de Fuerzas Sociales, coalición también liderada por el PJ, a través de la cual De la Sota se presentó nuevamente como candidato a gobernador en 1991.
Tras sortear todas las trabas internas de su partido, el Partido Justicialista se transformó en la mencionada Unión de Fuerzas Sociales. Y para aquella ocasión, el candidato a gobernador señaló que “para ganarle al radicalismo, las listas tendrán más representantes de sectores sociales que dirigentes políticos” . Claramente, nuevamente la conceptualización realizada por Panebianco al señalar la influencia de diversos grupos de interés en el partido electoral profesional por sobre el rol del sujeto militante histórico era expresamente citada por el líder del partido. De igual modo, con esas palabras el candidato estaba asumiendo, al igual que 4 años antes, el rol preponderante que pasaban a tener ahora los técnicos desideologizados por sobre el sujeto político.

En la misma línea, durante la campaña electoral, el peronismo reconvertido dejó de lado las banderas históricas del movimiento de masas para fomentar, en términos de Kirchheimer, la igualación del electorado. Es decir, la Unión de Fuerzas Sociales apeló a la idea que señala que aún en diferentes capas sociales, económicas y culturales “existe una comunidad de intereses suficiente para apelar a todos ellos al mismo tiempo para fines estratégicos, (ya que) pequeñas diferencias pueden ser salvadas si se pone el acento especialmente en aquellos puntos del programa que favorecen a ambos” . El propio De la Sota, líder indiscutible de la coalición, hizo efectiva esta teorización: “Nuestra propuesta –decía el por entonces candidato - es un nuevo socialcapitalismo asentado en 4 principios morales: no mentir, no robar, trabajar y dar trabajo” . El pragmatismo, seña indisoluble del partido profesional electoral y la concentración de la oferta electoral en cuestiones de índole moral o ético estaban presente de modo explícito.

Luego, más adentrado en campaña, el mismo candidato señalaba en declaraciones periodísticas que “la gente ha demostrado que no quiere un tiempo radical ni un tiempo peronista, sino un tiempo cordobés” . Y como recuerda Vaca Narvaja, “la campaña electoral de la Unión de Fuerzas Sociales produjo una verdadera revolución comunicacional en Córdoba e introdujo las técnicas modernas del marketing político, hasta entonces ajenas a la actividad proselitista del país” . Los hechos descriptos pueden ser leídos, según palabras de Kirchheimer, como una clara muestra de la mutación de un partido de integración o de masas -el PJ- a una mera agencia electoral , cuya composición electoral era tan amplia como el espacio geográfico donde se desenvolvía. Asimismo, la influencia de los medios masivos y electrónicos en una campaña electoral, propia de la conceptualización ensayada por Panebianco, tenía su bautismo en la provincia de la mano de la alianza Unión de Fuerzas Sociales.

Por estas características, ya para entonces el Partido Justicialista, en el distrito Córdoba, y a 8 años de la llegada de la democracia, tomaba claramente la característica del partido electoralista que se dirige a todo el electorado de opinión. Esto, por sobre el partido de afiliación con fuertes lazos organizativos de tipo vertical, que se dirige a un electorado fiel -algo que por entonces sí representaba parcialmente y en algún aespecto el radicalismo, bajo la figura de Eduardo César Angeloz y su apelación constante a la fuerte identidad partidaria -.

Así y antes de ingresar en la conformación de Unión por Córdoba, una primera hipótesis puede ser dada por cierta: la prácticamente inexistente vida del Partido Justicialista en la provincia de Córdoba enmarcado en un genuino sistema de partidos. Pues, como señala Inés Pousadela “recién a partir de 1983 (Argentina) pasó a contar con un verdadero sistema de partidos” . Esto, debido a que “la dinámica de la competencia política nunca había llegado a ser aquella que caracterizaba a la llamada democracia de partidos. En otras palabras, si bien la Argentina contaba con la sociedad propia de dicha representación, así como son sus vehículos apropiados (…) la dinámica política nunca se terminó de corresponder con dicho modelo, por una falla sustantiva relativa a su carácter democrático liberal” .
Por tanto, la vida en tal sistema del Partido Justicialista como partido de masas, al menos en Córdoba –que es el caso que nos interesa-, fue exigua.

Así y todo, el ejercicio electoral realizado por el Partido Justicialista –bajo el nombre de Unión de Fuerzas Sociales-, con el derribo de las fronteras ideológicas que caracterizaron históricamente al partido y la apelación al ‘ser cordobés’ por encima de la tradición peronista del pueblo, no dieron sus frutos . Y el antiguo partido de masas debió esperar 8 años para incurrir nuevamente en una experiencia electoral que terminara confirmando las virtudes del nuevo juego político por sobre las tradicionales competencias electorales.

LA CONFORMACIÓN DE UNIÓN POR CÓRDOBA
Tras casi una década de ostracismo, en donde el PJ local volvió a perder una elección provincial en 1995 con la ausencia absoluta de De la Sota y la candidatura de un técnico extrapartidario, el líder histórico del peronismo en la provincia volvió a presentarse a elecciones en 1998, repitiendo la fórmula de las anteriores disputas electorales.
Ahora la experiencia pasó a llamarse Unión por Córdoba y convocó en el mismo espacio a las, hasta ese momento, dos principales fuerzas opositoras de la provincia: el PJ y la UCD, de clara estirpe liberal y alineada al gobierno nacional de entonces.
Además de estos socios mayoritarios, integró también Unión por Córdoba en las elecciones de diciembre de 1998 el partido de origen desarrollista APEC. Así, ampliando el abanico desde el progresismo económico hasta el liberalismo conservador, Unión por Córdoba hizo su bautismo de fuego respetando una regla de oro de los nuevos partidos de corte electoralista: el papel del partido de todo el mundo es hoy procurar el acuerdo, el consenso .

A esto le siguió una profusa campaña comunicacional que tuvo como eje proselitista una medida con una “absoluta primacía de las consideraciones tácticas a corto plazo” : una rebaja impositiva del 30% en toda la provincia. Ésta, más otras ofertas electores de corte genérico, remarcaron la fuerte desidiologización política que, en palabras de Kirchheimer, no significa más que privar a la ideología “de su puesto de centro motor en la fijación de objetivos políticos” . Más aún, si tenemos en cuenta que, como señala Abal Medina, la ideología es “la forma que tenemos de ver el mundo, un conjunto de ideas sobre como son y cómo deberían ser las sociedades”. Así pues, para la alianza Unión por Córdoba –integrada por peronistas reconvertidos, liberales conservadores y laxos desarrollistas- la visión sobre cómo debía ser la sociedad era clara: con 30% menos de impuestos.

Este fenómeno –acompañado por la desvalorización creciente del miembro individual y el esfuerzo por establecer lazos con diversos grupos de interés, aún con aquellos que habían sido enemigos históricos del partido- fue apuntado por Ricardo Gutiérrez en Desindicalización y cambio organizativo del peronismo , cuando señala que “a comienzos de 1988, luego de que los representantes de las 62 Organizaciones Peronistas y los dirigentes políticos ‘ortodoxos’ fueran desplazados de la conducción partidaria, se presentó una situación en la cual, por primera vez en su historia, el peronismo no era controlado ni por el líder carismático ni por el sector sindical, sino por una coalición de dirigentes políticos”.
Y esa reconversión, según Gutiérrez, “fue acompañada por una transformación del perfil doctrinario-prográmatico del partido”, que se vislumbra claramente en el continum histórico del Justicialismo en Córdoba desde 1987 a esta parte .

La elección del 20 de diciembre de 1998 demostró que la apuesta electoral del candidato José Manuel De la Sota tuvo, tras dos intentos frustrados, el resultado esperado. Después de 15 años de hegemonía radical y tras 25 años de no ganar una elección en la provincia, la coalición electoral Unión por Córdoba se quedó con el triunfo por una distancia de casi 10 puntos porcentuales por sobre el candidato de la UCR.
Apenas asumido el nuevo gobierno, no sólo se hizo efectiva la propuesta de orden técnico que prometía una rebaja impositiva, sino que se presentó ante la sociedad una ley de tipo estructural: La Ley del Nuevo Estado, impulsada por el flamante Ejecutivo, elaborada por técnicos de la ya citada Fundación Mediterránea y con la clara intensión de transformar la estructura estatal. La Ley tenía como pilares fundamentales la privatización de la banca pública y de la empresa de energía estatal y la concesión del juego de la provincia a manos privadas. Claramente, como señala César Tcach, “el cath all party latinoamericano (…) opera condicionado por la necesidad de respetar su regla configurativa número uno: evitar la sobrecarga de demandas al Estado” .

No obstante, frente al rechazo mayoritario que generó en la sociedad las privatizaciones de las empresas públicas –rechazo motorizado por las magras experiencias vividas a nivel nacional- el gobierno de José Manuel de la Sota hizo marcha atrás en sus intentos por pasar a manos privadas el Banco de Córdoba y la Empresa Provincial de Energía de Córdoba. Esto, debido a que, como el partido de carácter atrapatodo “se esfuerza por abarcar la parte más amplia posible del electorado” y como “su objetivo es llegar al gobierno y permanecer en él” , está sometido a múltiples limitaciones y a consideraciones tácticas cambiantes.

11 meses después, la coalición gobernante revalidó su título de fuerza mayoritaria de la provincia de Córdoba en las elecciones para elegir intendente de la capital provincial, ciudad gobernada desde 1983 por el radicalismo. En ocasión de la campaña electoral, la maquinaria publicitaria de Unión por Córdoba puso nuevamente en funcionamiento una estrategia similar a la llevada durante la campaña a gobernador y fue más lejos aún. Hizo explícito mediante su discurso publicitario el peso reinante de las demandas sociales y la elaboración de la plataforma política en base a éstas. Concretamente, la publicidad electoral que ‘ofrecía’ a Germán Kammerath como candidato a intendente –pese a que éste había asumido su cargo como vicegobernador hacía apenas 3 meses- decía, haciendo gala de la ‘dictadura de la opinión pública’ propia de estos procesos:
“La gente lo dice y Kammerath lo hará. Germán Kammerath llevó a cabo la Consulta al Ciudadano (…) Los más de 440 mil cordobeses que respondieron a la Consulta señalaron que el horario limitado de funcionamiento de los servicios públicos era el origen de la mayoría de sus problemas”, por lo que la principal propuesta electoral se reducía al slogan de campaña: “Córdoba 24 horas”.
Oferta sin identidad partidaria, promedio de las supuestas demandas sociales recabadas mediante encuestas de tipo cuantitativo, soluciones técnicas a problemas de índole político y ampliación exacerbada del hipotético electorado confluyeron en una sola campaña electoral: la de la acabada coalición electoral Unión por Córdoba.

Las campañas subsiguientes confirmaron la supremacía de Unión por Córdoba y la ampliación de su base electoral a partir de la suma de nuevos socios –la coalición electoral pasó de los tres socios iniciales a más de una decena de partidos de exigua vida electoral en septiembre de 2007 -. Incluso, este último hecho desdibujó por completo la ya desfigurada identidad partidaria que el peronismo había tenido hasta después de 1998.
No obstante, es válido remarcar que la estrategia electoral asumida por el Partido Justicialista fue, sobre todo a partir de las elecciones del año 2003, reproducida por buena parte de los otros espacios políticos competidores de la coalición. De tal modo, ya en los comicios de hace 4 años pueden identificarse similares propuestas electorales entre las distintas fuerzas. Por entonces, la mínima estrategia de diferenciación de Unión por Córdoba se basó en un slogan que amalgamaba por igual calidad y cantidad: “Para hacer más y hacerlo mejor”.
Cuatro años después, en ocasión de las elecciones a gobernador de 2007, por primera vez las tres principales fuerzas que pugnaban por el Ejecutivo provincial coincidieron en términos absolutos en sus propuestas de campaña: Educación, seguridad, salud y empleo. Lo que, en palabras de Kirchheimer, “pone al descubierto una debilidad”, ya que de esta forma, los partidos atrapatodo se exponen “a los mismos riesgos con que se enfrentan todos los productores de bienes de consumo: la competencia produce casi el mismo artículo” .
Tan similar fue el producto, que tras un denunciado supuesto fraude, Unión por Córdoba obtuvo su triunfo por tan solo 1 punto porcentual frente a su inmediato competidor: un descenso de un 14 % de votantes en comparación a la elección al mismo cargo de cuatro años antes. Sin más, el riesgo de ofrecer el mismo producto de la competencia.
































BIBLIOGRAFÍA GENERAL UTILIZADA:

Hernán Vaca Narvaja. El candidato. Biografía no autorizada de José Manuel de la Sota. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. Año 2001.

Otto Kirkeimer. El camino hacia el partido de todo el mundo. En Kart Lenk y Franz Neumann, Teoría y sociología críticas de los partidos políticos. Editorial Anagrama. Barcelona. Año 1980

Juan Abal Medina. Los partidos políticos: ¿un mal necesario? Capital Intelectual. Buenos Aires. 2004

César Tcach. En torno al ‘catch all party’ latinoamericano. En Los partidos y la transformación política de América Latina. Ediciones FLACSO. Chile. Año 1993.

César Tcach. Radicalismo y ‘catch all party’: del partido de masas al partido electoral. En revista Política y Gestión, volumen 4. Universidad Nacional de San Martín. Ed. Homo Sapiens. Rosario. Año 2003.

Angelo Panebianco. Modelos de partido. Alianza Editorial. Madrid. Año 1990.

Inés Pousadela. Los partidos políticos han muerto. ¡Larga vida a los partidos! En ¿Qué cambió en la política argentina? Isidoro Cheresky y Jean Michel Blanquer –compiladores-. Homo Sapiens ediciones. Rosario. Año 2004.

Ricardo Gutiérrez. Desindicalización y cambio organizativo del peronismo argentino. 1982 – 1995. En www.

Andrés Malamud. Partidos Políticos. En www.

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