viernes, 2 de noviembre de 2007

WALDO ANSALDI

“No se discute qué modelo de país queremos ser”

La fragmentación de los partidos, el panorama que se viene, el rol necesario de la política y la urgencia de pensar estratégicamente el proyecto de país que pretendemos realizar.


_Escenario post 28 de octubre, el panorama que se viene. Ante la indudable fragmentación de los partidos tradicionales, el análisis más citado es que Kirchner se dedicará a armar un nuevo frente de centro izquierda que aglutine a todos los que están con su proyecto, a lo fines de polarizar la situación con otro de centro derecha.
_Es un escenario posible. Hay un buen número de posibilidades de que el proceso se oriente en esa dirección. Pero condiciones de posibilidad no significan necesariamente condiciones de realización. Lo que está claro que el viejo sistema de partidos, y los viejos partidos, han desaparecido del todo, de hecho prácticamente no guardan nada de sus notas características del pasado. Si uno toma los dos grande partidos, ninguno tiene mucho que ver con lo que fueron en el pasado, Y más en el radicalismo, donde la disgregación es mucho mayor. El peronismo tiene a su favor, y esto puede ser un elemento importante en la construcción que intenta o dice querer construir Kirchner, elementos de amalgama y de identidad mucho más fuertes. Un fenómeno como el de los radicales K es más difícil de imaginar: peronistas X. La identidad partidaria sigue pisando fuerte y esto se nota en el modo en el que votaron sectores muy importantes de la sociedad argentina, incluso en ámbitos en los cuales un discurso como el del presidente y de Cristina Fernández no llegó necesariamente de la misma manera en que se lo proceso en ámbitos urbanos. Votaron más bien porque era la candidata de la expresión partidaria a la que han pertenecido históricamente, porque heredaron esta pertenencia o bien porque sigue habiendo todavía una tendencia a un voto, no quiero decir de clase porque no es exactamente así, pero sí una correlación entre pertenencia social y opción electoral. No es casual que el Frente para la Victoria ganase en las áreas donde son mayoría los más pobres. Esto quiere decir algo. Por otro lado, hay sectores interesados en plantear una antinomia que ya no corresponde con los datos de la realidad: esta oposición entre gorilismo y peronismo, algo que pertenece al pasado. Para muchísima gente, que por edad no vivió la época del gorilismo, esta expresión no dice nada. Además, tampoco hay en aquellos sectores –salvo núcleos recalcitrantes- que no son partidarios del gobierno un discurso gorila como el de la segunda mitad de los ‘50 y los ‘60. Pero es revelador de la crisis de los partidos: como no hay ideas, no hay proposiciones para discutir, se apela muy fácilmente a eslóganes o rótulos y en esto no se salva nadie. Es un dato preocupante que se suma a otros a los que se les ha prestado menor atención: el incremento de números de electores que se abstuvieron de ir a la elección. Segundo: el porcentaje significativo de los que impugnaron su voto o votaron el blanco, que llega al 10 ó 12%. Si a esto le sumamos una abstención del 25%, más el 10% de votos en blanco, vemos un nivel de despreocupación de la ciudadanía política que es preocupante. Y si le sumamos este clima de fragmentación, es más grave aún. Ese es el escenario de partida, el punto que Kirchner se ha encargado de instalar en más de una ocasión, un escenario político partidario constituido por dos grandes coaliciones, una de centro izquierda y otro de centro derecha, ubicándose él, obviamente en el primero de ellos. Curiosamente, hay tres grandes exclusiones en este escenario: la derecha, la izquierda y el centro. Esta división hace posible también, y a lo mejor esa es la intención, encontrar un espacio en el cual la común denominación ‘centro’, permite áreas de convergencia. El componente centro de estas dos coaliciones pueden superponerse o coincidir o tener proposiciones conjuntas. Sería un escenario muy poco dinámico y aún cuando a lo mejor podría poner en un plano de mejor relieve que hasta ahora la posibilidad de la negociación política como un modo de zanjar y salvar ciertas diferencias, tiene por otro lado una excesiva tendencia a la polarización. Y yo no sé si las sociedades actuales están en condiciones, por su propia fragmentación, de expresarse en términos políticos ideológicos de un modo tan polarizado. No estoy seguro que un sistema bipartidario con ese nivel de polarización, aún con la ambigüedad que suponen las expresiones centro izquierda y centro derecha y aun con la posibilidad de que el componente centro de ambas coaliciones tienda a cierto grado de coincidencia. Me parece que corre el resigo de dejar fuera otras proposiciones que son necesarias para discutir algo que tampoco se está discutiendo: qué modelo de país o qué proyecto de país es el que la sociedad argentina va a decidir de ahora en más.

_Mencionó usted la ausencia de un proyecto de país, fenómeno que se suma a la marcada desideologización de los partidos y a la creciente volatibilidad del voto
:Hay varias cuestiones. Primero: la ausencia de una opción de izquierda. La que se auto define como tal, no sólo tuvo un resultado electoral paupérrimo –y ése es un calificativo generoso- y no tiene tampoco ninguna propuesta que, no pienso en que sea atractiva, implique una proposición capaz de situarse en el terreno de la batalla de las ideas. Y la derecha, que acá nunca quiere llamarse derecha -el macrismo, López Murphy, Sobisch, en buena medida Rodríguez Saa- fue claramente fragmentada. Y lo que en algún momento fue presentado quizás como el proyecto más viable de la derecha, encabezado por Macri y que ahora aparecía asociado a López Murphy, en una cuestión medio inexplicable para quien quiere construir una fuerza política consistente, no estuvo. Es sorprendente escuchar sus declaraciones, qué el no perdió, que no era candidato, como si una derrota electoral se midiera por la participación electoral. Es muy difícil entrar a hacer especulaciones sobre este terreno o análisis barato sobre lo que pasa en la cabeza de un dirigente político, pero está claro que desde esa perspectiva, la de la constitución de un frente orgánico de derecha, si bien no es tan catastrófico como en el caso de la izquierda, muestra muchísimas dificultades. También es cierto que la derecha tiene mayor capacidad de adaptación que la izquierda para resolver este tipo de cosas. Y de acá a 2011 son sólo 4 años, pero en Argentina 4 años es un largo plazo. Y en ese sentido me parece que como consecuencia, entre otras, de la desideologización, con la falta de discusión y de batallas de ideas, de discusión sobre proyectos, expresiones como izquierda y derecha para mucha gente han perdido sentido porque, en el fondo, esta es una distinción que algunos consideran que ha caducado, que ya no es válida. Sin embargo sigue siéndolo, por lo menos en términos descriptivos. Porque finalmente, ¿qué es ser de derecha?: ser partidario de la conservación del orden existente. ¿Y qué es ser de izquierda? Es ser partidario de cambiar el orden social, político y sobre todo, con un contenido anticapitalista y fuertemente orientado a terminar con la desigualdad social. Quiérase o no, sigue siendo una línea en cualquier lugar del mundo en el que existan diferencias y desigualdades. Entonces, en un contexto como el nuestro, en donde todavía se hace sentir el efecto licuadora en la conciencia ciudadana del neoliberalismo, todas estas son expresiones carentes de sentido y de significado en las cuales casi nadie se quiere ver involucrado. Y por otra parte, en Argentina hay un imaginario histórico, fuertemente centrista, alimentado por muchos elementos y raíces: el tema de que Argentina siempre fue un país mayoritariamente de clase media. Y esta clase media, como su nombre lo indica, alejada de los extremos, aparecía como el equilibrio de conflictos. Uno podría demostrar sin demasiada complicación que esta es una construcción históricamente falsa, pero de todos modos en el imaginario está situado así. Eso sigue todavía vigente, y mucho más en este contexto de pérdida de centralidad de los proyectos políticos, de lo que en alguna época se dio en llamar ‘una concepción del mundo’, que implicaba muchísimas cosas, no sólo las de orden filosófico. Yo creo que en este sentido, esto coincide con un conglomerado de elementos no sólo de desideologización, perdida de la condición ciudadana y licuación de la política. Este punto es central, porque es el ámbito que más deberíamos rescatar, porque es la política la que nos permite tomar una decisión trascendental: seguimos como vivimos o cambiamos las condiciones en las que vivimos. Y esto supone asumir la responsabilidad de ser agentes de cambio o de la conservación. Pero en todo caso significa asumir una acción de compromiso, que el pasado se diría una ‘acción militante’, militante en el buen sentido de la expresión, de comprometerse con una causa y bregar por ella independientemente de la filiación política ideológica que se tuviera. La situación política argentina es fascinante de observar, va a ser medio complicada para vivirla, pero como laboratorio, va a ser muy fascinante. Y ahí mucho dependerá de la habilidad de quienes se propongan llevar adelante este proceso. Está claro que ya hay un candidato a ser conductor de este proceso, que es el presidente Kirchner, lo ha dicho explícitamente, se ha auto propuesto para encabezar un proyecto orientado en ese dirección. Pero este proyecto, como en otras relaciones humanas, supone, requiere, la participación de otros y mucho más en el campo dela política. A veces basta con que sea otro u otra, nada más, pero en el caso de la política requiere de otros agentes.

Claro, es una actividad más colectiva.
Exactamente, es más colectivo, lo cual tiene sus ventajas. Y ahí dependerá de cuántos otros asuman que efectivamente la sociedad argentina está generando un escenario de redefinición del sistema de partidos, de nuevas coaliciones que a lo mejor terminan siendo nuevos partidos. Cuando el peronismo surge también representaba una nueva coalición, construida a partir de expresiones políticas previas. Nunca se construye política desde la nada, siempre se construye dándole algo a alguien que ya existe. Sólo que ahora la magnitud de la crisis, los sectores que ven recortados su potencial son muchos mayores que en el pasado. Me parece que a su vez, esto tiene que ver con una de las secuelas de la crisis del verano de 2001/2002. No sólo porque el ‘que se vayan todos’ quedó como una consigna que se recordará en los libros de historia pero que no ha tenido un efecto práctico -porque de hecho todas aquellos que fueron objeto de esta demanda han sido re legitimados sen su gran mayoría. Creo que el único que no está más es Luis Zamora, que probablemente era el único al que no se le pedía que se vaya. Él creyó que sí. Y los demás están casi todos. Y algunos con un vocación en el ejercicio de los cargos que muestra el deterioro de la política argentina. Se supone que en una República la rotación en ciertos cargos debería ser una norma. Y entre nosotros esto está lejos de ocurrir. Se presenta como una gran noticia que Quindimil haya perdido después de tantísimo tiempo. Debería haber una cláusula prohibitiva de reelección indefinida y una mayor circulación de la dirigencia política en los cargos de gestión y representación. Pero me parece que esto va a llevar muchísimo tiempo, y sobre todo va a tener que ver con los esfuerzos que se hagan en serio y la voluntad política que se tenga para recuperar la política. Y en esto estamos lejos: me parece que un ejemplo clarísimo, patético, terrible, es que no hubo celebración del triunfo del 28 de octubre. Nadie salió a celebrar, en ningún lado. Las elecciones presidenciales siempre fueron objeto de celebración. Y para los triunfadores quedó reducido a un ámbito semi escogido en un hotel de lujo de Buenos Aires con bocadillos y bebidas a tono. Esto no tiene mucho que ver con la militancia, el fervor republicano o la pasión por la política. Y por añadidura, los cánticos remitían al pasado. A la vuelta de la gloriosa JP. Si esto es así, algo está fallando, porque si en 30 años de historia no se ha podido establecer nuevos parámetros o patrones, no estamos muy bien.

_Las nuevas coaliciones o nuevos partidos, ¿pueden ser entendidos como hechos políticos positivos en función de buscar el fin de la anomia política social?
_Va a depender de lo que hagamos todos. Pero la primera responsabilidad es de la dirigencia política, que se supone que lleva adelante un proyecto. No es que no pueda hacerse desde abajo, pero supone hacerlo con una propuesta que tienda a organizar un determinado colectivo social. Cualquiera de nosotros que hiciera el ejercicio de preguntarle a alguna persona que por su trabajo siga con alguna atención este tipo de cosas, que defina a cada uno de los candidatos en términos de propuestas, se vería en apuros. Probablemente porque no las hay. Es cierto que hay diferencias entre uno y otro para llevar adelante políticas gubernamentales, pero estoy hablando de distinciones en serio, aquellas que guardan relación con el para dónde queremos ir como país. Si comparamos con Brasil, éste tiene una inversión de origen nacional en el exterior mayor que la inversión extranjera que el país recibe. Una parte importante se invierte en Argentina, donde están comprando empresas, algunas muy significativas. ¿Por qué no a la inversa? ¿Porque no hay inversión de capitalistas argentinos en el exterior? Porque caso no las hay en el país. Si los grandes grupos de capital nacional venden sus activos al capital brasilero, está claro que están pensando en el corto plazo. Esto no tiene que ver con la idea de que el país tiene que orientarse, por ejemplo, hacia la industrialización. Los brasileros la tiene clarísima a ésta. Son una de las principales economías del mundo aunque no puedan resolver en su interior la formidable desigualdad social que tienen, pero tienen muy claro cuál es su papel en el mundo. Argentina no, y este es un punto central que ningún gobierno, y menos el que vamos a tener, tiene aspiración de transformación radical de la sociedad. Kirchenr reclama que Argentina sea un país capitalista en serio; y bueno, no está mal, mejor tener un capitalismo en serio y no uno prebendario. Pero para hacer un capitalismo en serio necesitás burgueses en serio.

_Y tampoco hay
_Y tampoco los tenemos. Por lo menos como clase, como colectivo social dispuesto a asumir eso que alguna vez se llamó ‘tarea histórica’. Y no es un elemento menor, muchos menos en un contexto de trasnacionalización. En este trasfondo, un observa que los grandes empresarios han visto bien el triunfo de Cristina. ¿Qué quiere decir esto? No lo sabemos. Será que algunos tienen el guiño de que van a aumentar ciertas tarifas o que tienen posibilidades de inversión o crecimiento, pero esto no es parte de definir un modelo de país.

_¿Hay alguna correlación entre el empresariado que festejó la reelección de Memem en el 95 y el que festejó ahora? Quiero decir, ¿hay una diferencia real entre este supuesto capitalismo productivo y aquel capitalismo financiero?
_Yo no me atrevería a darte una respuesta precisa, temo equivocarme. Pero no me extrañaría. No me extrañaría que sean los mismos que celebraron todos los triunfos presidenciales desde el 83’ en adelante. Pero es posible que haya un sector que tenga una vocación productivista mayor a la que algunos tenían en los 90’. Porque por otro lado también habla eso de una cierta adecuación a contextos cambiantes con una fuerte vocación para salir siempre bien parado, independientemente de cuales sean esos contextos. Sería interesante hacer una comparación entre los diarios de las elecciones post 1989, 1995, 2003 y estas.

Hablamos de la nula, prácticamente inexistente confrontación de ideas y de proyectos de país. ¿Puede la sociedad civil comenzar a dar este debate?
Es posible y sería bueno. Permitiría que la política recuperara incluso su acepción etimológica y se construya como debería ser construida la buena política, desde abajo. Y desde abajo significa que las ciudadanas y ciudadanos asuman un grado de responsabilidad que en primer lugar debería partir de recuperar el derecho –aquellos que son afiliados a un partido político- de decidir quienes han de ser sus representantes y qué propuestas de gobiernos han de llevar. Acá hay un punto clave, dado que toda la cultura política argentina, desde que dejamos de ser colonia española, está fuertemente marcada por una tendencia que delega en una persona, sea caudillo, presidente o lo que fuere, la toma de decisiones. Argentina debe ser uno de los pocos países en el mundo en el cual cada dirigente político termina generando un ‘ismo’. Y son definidos por ese ‘ismo’ y no por una entidad de carácter ideológico o partidario. Acá cualquiera. Aún a nivel municipal se tiene un ‘ismo’ derivado del apellido de una persona, no es un ‘ismo’ que deriva de una idea. Esta delegación de responsabilidades en el líder, algunos la han explicado desde el psicoanálisis –por el hecho del padre ausente, resultado de una sociedad que la cual, durante el Siglo XIX, la familia no estaba bien constituida por el carácter errante de los varones y las mujeres que criaban a los hijos solas-. A lo mejor, puede ser, pero en todo caso es cierto que la cultura política argentina tiene como componente esta delegación de responsabilidades en una persona y con una excesiva centralización y personalización.

_Un fenómenos que no se da sólo a partir de la actual fragmentación de los partidos.
_No, aparece tan temprano como la Revolución de 1810.Morenista y saavedristas, las expresiones que terminaron consagrando el hecho de que unos eran revolucionarios radicales y los otros revolucionarios moderados. De ahí en más, todo giró en torno a este tipo de caracterización. Incluso, en muchos momentos de la historia argentina, con un carácter retrospectivo, todavía hay discusiones políticas sobre políticas del presente definidas en términos de rosistas y sarmientistas o anti rosistas. Esto es un disparate. Tal vez vinculado también a cierta necrofilia de la sociedad argentina, que conmemora a sus próceres el día que se mueren y no el día que nacieron.

_Los partidos políticos son instituciones que nacieron como intermediarios del Estado y de la sociedad civil. ¿Surgirán nuevas instituciones que los reemplacen en sus funciones?
_Las hay. Empezando por las primeras formas de asociación de intereses: sindicatos de trabajadores, asociación de empresarios, la Sociedad Rural, la UIA. En la historia política argentina han sido vehículos de mediación entre la sociedad civil y el Estado más que eficaces y más instaladas que los partidos políticos. Y ahora han aparecido otras organizaciones de la sociedad civil, no asociadas a la defensa de intereses sectoriales sino oeneges defensoras del medio ambiente o lo que fuere. Pero también con las ONGs hay una inflación de expectativas y no todas son necesariamente rescatables. Argentina tuvo la ocasión, muy embrionaria y rápidamente abortada, de generar nuevas formas con la crisis de 2001/2002. Las asambleas vecinales podrían haber sido una forma de profundizar la participación ciudadana y con ello la democracia, algo que se evaporó, lamentablemente. Pero nada impide que se constituyan nuevas asociaciones que surjan del interior de la sociedad civil y que comiencen a demandar participación en la toma de decisiones y haciendo efectivas acciones en esa dirección. Hay un campo de oportunidades muy amplio para la innovación. Lo que me parece es que no tenemos todavía ni fuerzas ni gente con la suficiente capacidad, perspicacia y vocación de pensar en esa dirección.

_¿Dónde se sitúa esa campo de oportunidades?
:Se sitúa en el seno de la sociedad civil, pero no sólo en ella. De lo que se trata, para llevar adelante cualquier ejercicio político, es de tener el poder. Y para tener el poder no basta sólo tener el control de organizaciones de la sociedad civil. Requiere poder político, que se concentra en el Estado. Por más que la proposición surja en el seno de la sociedad civil y la sociedad civil tenga un conjunto de organizaciones ganadas en un proceso de transformación social y político, esto sólo no basta. La sociedad no se transforma porque el núcleo mayoritario de la sociedad piense que deber ser transformada y coincida en la dirección de la transformación. Esto es bueno, un proceso de esta naturaleza permitiría reducir los niveles de violencia y confrontación, pero está claro que no se cambia una sociedad sino es desde el poder. En el corto, en el mediano o en el pargo plazo.

_Uno de los mayores logros que plantea Kirchner de su gestión es la integración de Argentina a América latina. Cómo observa usted los cambios que se están dando.
_Sigo creyendo que América latina es un conjunto unitario, aún heterogéneo. Y hoy lo pienso más que nunca porque hay, en relación a pocos años atrás, un cambio muy importante que deviene de la intensificación de algunos procesos como el de Venezuela y de los países andinos, particularmente el de Ecuador y Bolivia, aún con sus limitaciones. Hay un contexto latinoamericano mucho más favorable para pensar estrategias de acción conjunta, incluso en los marcos de una transformación no estructural de la sociedad. Salvo la retórica de Chávez sobre el ‘socialismo del Siglo XXI’, que nadie sabe exactamente qué quiere decir, porque más allá de algunos cambios, Venezuela sigue siendo capitalista. Y el caso de Correa parece ser un socialismo distinto. Pero está bien, discutamos para saber qué quiere decir esto, porque es cierto que las palabras suelen devaluarse, suelen perder sentido, pero hasta ahora nadie ha objetado que la acepción originaria de socialismo haya sido modificada, por lo que invocar el socialismo supone un tipo de sociedad que de hecho nunca tuvo realización histórica, porque los socialismos existentes distaron muchos del sentido primigenio que lo originó. Ahí hay un terreno de discusión. Está claro que, más tarde o más temprano, se va a elaborar una contraposición a la continuidad del sistema capitalista tal como lo conocemos. La idea, el deseo de Fukuyama de que se terminase la historia y de que le capitalismo gobernase por siempre es una buena expresión de deseo, pero insostenible. Ahí hay un buen campo para la batalla de las ideas. Pero el problema es que no hay muchas ideas. Y no hay muchas ideas entre quienes deberían tener la obligación de generarlas.

_¿Se refiere a las clases intelectuales?
_No sólo, también de los políticos que dicen asumir posiciones transformadoras de la sociedad. Y en el caso de los intelectuales, a diferencia de lo que ocurría en los 60’ y 70’, que había una fuerte vocación a pensar nuestra sociedades atendiendo a lo producido en América latina, hoy ésa es una porción minoritaria. La mayoría de los colegas piensa América latina traduciendo pensamientos de autores del Primer Mundo. Las situaciones de crisis siempre generan desconciertos, pero el punto es empezar a andar. Y lo peor que nos puede pasar es que seamos meros traductores de lo que se ha escrito en otros lados y no asumamos la responsabilidad de pensar nuestras sociedades desde nuestra propia perspectivas. Hace un tiempo, Fernández Retamar, el gran escritor cubano, llamaba la atención sobre un hecho: algunas cuestiones que recogen posiciones críticas de los países capitalistas empiezan a ser discutidas en América latina a partir de la tradición de obras críticas generadas, por caso, en EEUU. Esto es terrible. Una pérdida no solo de identidad, sino también de perspectiva crítica peligrosa.

_ En pos del fortalecimiento de la democracia y de la ciudadanía, usted decía hace unos años que es necesario que la política entre a la escuela.
:Hay un error. Mucha gente que cree que la política en la escuela significa política partidaria. No, yo no estoy defendiendo la realización de políticas partidarias en la escuela ni en ningún ámbito de socialización colectiva, pero sí la política entendida como compromiso con el ámbito en el que vivimos y en el cual nuestra participación y presencia es definitiva para orientar el rumbo en una determinada dirección. Yo me acuerdo de esa declaración porque venía de un acto escolar de mi hija donde la directora decía con mucho entusiasmo que en la escuela no entraba la política. Y porque en la escuela no entró la política, en Argentina pasaron muchas de las cosas que pasaron. No digo que sea la única responsabilidad, pero genera un desinterés por la participación y en la toma de decisiones. Y eso es básicamente la política. Uno puede acertar o errar en la decisión, pero es partícipe en esa toma. Meter la política en la escuela es formar hombres y mujeres capaces de tomar decisiones de manera autónoma y analizar las diferentes perspectivas que se ofrecen en momentos determinados. Incluso para las cosas más elementales: la solidaridad, el compañerismo, la observancia de ciertas normas. Son valores que hacen a la convivencia y a la vida cotidiana. Eso es parte de hacer política. Eso debe estar presente y a medida que avanza la edad, aprender conocimientos que tienen que ver con el con financiamiento de las instituciones, los modelos de sociedad que se confrontan, las proposiciones de los distintos grupos. Un tipo de formación que ayude a recuperar la política en esa dimensión central.

_Usted hace referencia en forma continuada a la incapacidad de pensar estratégicamente a largo plazo. En lo poco que se pudo leer observar en la última campaña electoral, el oficialismo marcó que los 4 años que pasaron fueron para ‘apagar el incendio’ y que ahora era el momento de pensar políticas a largo plazo.
_Ojalá.

_Y ese sentido, empezaron a sonar los nuevos nombres del futuro gabinete: Hécvtor Timermann, actual cónsul en Nueva York, Eric calcagno, actual Embajador en Francia y Carlos Bettini, de iguales funciones en España. Y se dice que la presencia de estos hombres garantiza las inversiones extranjeras, dado las relaciones que establecieron en este tiempo.
_Va a depender de la efectiva voluntad política de convertir esa expresión retórica en una dirección política. Eric Calcagno es un buen nombre para pensar una propuesta de mediano y largo plazo, para pensar estratégicamente. Pero pensar estratégicamente requiere de la colaboración de muchísima gente, convocada para pensar estratégicamente qué. Eso tiene que ver con la definición del país que se quiere tener. ¿Qué vamos a ser, un país productor de soja? Se puede pensar estratégicamente como producir soja. O vamos a generar un centro de promoción industrial centrado en la robótica y la informática. Esto es lo que está ausente: pensar estratégicamente es una dirección. Qué tipo de país queremos construir en un lapso determinado. La generación del 80’ puede ser acusada y condenada por un montón de cosas que hizo, pero nadie podría dudar que pensó el país estratégicamente y le dio una posibilidad de crecimiento y de inversión, que puso a Argentina en un plano primordial. El último intento de pensar estratégicamente debe haber sido, sin dudas, el de Perón. En los dos momentos: 1849/1955, e incluso en 1973.


RECUADRO
Waldo Ansaldi es cordobés, emigrado en abril de 1976. Doctor en Historia, su formación se amplió a terrenos de la sociología histórica. Actualmente es investigador y docente de diversas universidades del país y el extranjero. Lleva publicados más de 100 artículos en distintos medios locales e internaciones y ha editado más de una decena de libros. Además, es un confeso hincha de Belgrano.

1 comentario:

GoNzAlO dijo...

Muy buena articulo Juan Cruz. Soy gonzalo del Mapa. Bueno te dejo saludos y un blog para que visites si queres que estamos haciendo con Cesar otro de los condutores del Servicio Informativo de Radio Revés. http://credulidadenlinea.blogspot.com/
Nos vemos pronto!