lunes, 9 de junio de 2008

CRISTINA ROCA, NIETA DE DEODORO

“Se ha hecho mucho para que sea olvidado”

Artista que ganó fama propia hace unos años a partir de sus obras en la calle, Cristina Roca es nieta de Deodoro, uno de los líderes de la Reforma y la figura local más descollante de la primera mitad del Siglo XX.
Aquí, Cristina hace un repaso de su relación a la distancia con Deodoro, un libre pensador.


Aquellos días en que la reputación le fue propia, prefirió no revelar cuál era su origen. “Yo he sentido desde muy chica el tema de no saber porqué se acerca la gente, si por lo que soy o por ser nieta de... por eso lo mantuve en reserva” cuenta ahora la artista. “Y justamente con las obras en la calle, sólo dos personas me preguntaron, pero yo no lo quería vincular porque no quería que hubiera una utilización”, comenta, ya pasados aquellos años en que sus obras trascendieron los límites propios de un mueso y del arte mismo.

Cristina es la encargada en la familia del gran Deodoro de custodiar la obra y la memoria del cordobés más destacado del Siglo XX. Como un legado, haber heredado de su abuelo “el humanismo, la poesía, el romanticismo”, la convirtieron en custodia de una obra fundamental de la historia reciente de Córdoba. “Desde muy chica mi padre me contaba de mi abuelo. Él lo admiraba mucho, debe haber sido muy difícil para ellos mismos esa figura tan pesada. Esa figura que tuvo tantos enemigos como amigos, prolífica, multifacética, que abordaba todos los temas, un interesado absoluto de la vida y de todos los problemas dela vida...” reconoce y va, de a poco, revelando los acercamientos a su abuelo. “Con mi abuelo tuve una relación sin conocerlo – Deodoro murió en el 42’ y ella nació en el 61’- fue todo a través de mi papá –hijo de Deodoro-. Todos los domingos, mi padre nos leía El Quijote, un libro que había sido de mi abuelo, con grabados y dibujos; nos leía el Quijote y después siempre nos contaba de mi abuelo. Y llegó un momento en que yo ya no sabía quién era uno y quién era otro, en mi fantasía se me mezclaban los personajes. Cuando veo por primera vez una foto de mi abuelo, los veía iguales, al Quijote y a mi abuelo. Cosas de mi infancia...” reconoce ahora. Creer, y saber, que su propio abuelo fue un Quijote.

“Leer a mi abuelo de chico era muy complicado, era inaccesible. Ya en la adolescencia empecé a preguntar cosas, a los 14, 15; con la Dictadura nos tuvimos que ir de casa y empezó la curiosidad por saber más. Yo escuchaba cosas que después fui hilando y comencé a leerlo. Y lo que más me sorprendió fue su forma tan irónica de decir las cosas, esa cosa tan elegante para decir verdades irrefutables en tres palabras. Y después, una tarde, veíamos un libro que había hecho mi abuela con todos los recortes de diarios que lo nombraban y tomé dimensión de lo que era su figura” sintetiza Cristina para contar ese acercamiento que, sin piel de por medio, se convirtió en el más cercano que pueda haber entre dos seres humanos.

LA HERENCIA
“Hace unos años, mi padre me llama por teléfono para contarme algo de mi abuelo que no sabía. En la década del 20’ se había clausurado un salón, una muestra de arte, porque había obras de desnudos. Y Deodoro, junto a sus amigos y durante la noche, vistieron todas las estatuas de Córdoba. Y cuando me cuenta, sentí que era lo mismo que yo hacía. Y ahí empecé a tomarle otra dimensión” cuenta Cristina vinculando esa intervención urbana, arte político sin más, a su propia actividad a fines de los 90’.
Esa dimensión, cada vez más amplia, fue ganando mayor terreno cuando, a partir de 1998, tiene acceso por primera vez a los originales de su abuelo. “He leído cartas íntimas que él le escribe a mi abuela..., hermosas, pero donde se ve el conflicto que le producía ser de dos familias opuestas”.

Esas familias opuestas se explican con pura historia: El futuro suegro de Deodoro no era otro que Julio Deheza, el Rector de la UNC que tiene que sufrir en carne propia la Reforma Universitaria encabezada por su yerno. Es decir, Cristina es nieta de Deodoro y bisnieta de su víctima política, Deheza. “Él los fines de semana iba a visitar a mi abuela y compartía la mesa con su opositor. Mi padre siempre me decía que eso era posible porque en ese momento no había enemigos, sino adversarios. Había códigos: no se discutía nunca de política en esas situaciones”, cuenta, buscando argumentos a algo que hoy no los tendría.

“Una cosa eran las ideas, otras las personas. Lo que más me marcó es esa distinción entre el valor de la persona y el valor de las ideas” cuenta Cristina y profundiza en esa relación de la que ella es fruto. “Ella –por su abuela- le cuestionaba su actitud contra la Iglesia. Ella era ultra católica. Pero el cuestionamiento de Deodoro no pasaba por si se creía en Dios o no, sino por la institución religiosa y su forma de manejar la religión y el condicionamiento a la Universidad. Él pensaba que la Universidad debía ser libre, gratuita y para todo el mundo, que los cargos debían ser concursados para que cada uno demostrara su capacidad” enumera, y señalando con ello los principios básicos que movilizaron al joven Deodoro allá por 1918, cuando la cruz era más que el conocimiento.

QUIÉN Y QUÉ ERA DEODORO
“Cada uno lo sitúa ideológicamente donde quiere situarlo para que no moleste, donde más le conviene para que no le modifique nada. Hasta en la propia familia. Es una figura que genera muchas contradicciones, porque los vemos totalmente enteros, como si hubieran tenido su vida resuelta, pero son seres humanos, mi abuelo tenía contradicciones” reconoce, conocedora de los peligros que generan la idealización y mitificación de personas que han tenido un fuego difícil de apagar.

Por eso, cuenta Cristina, para Deodoro siempre estaba la posibilidad de pensar distinto e incluso de retractarte y en eso ejemplifica sus vinculaciones con el Partidos Socialista –del cual fue candidato a intendente de esta ciudad- y Comunista de entonces. “No acordaba en las formas, en el dogmatismo. Las instituciones se vuelven proteccionistas porque tienen miedo, sostienen la identidad y hay que defenderla de tal manera que se vuelve esquemática, no se permiten cambiar ni disentir. Y mi curiosidad era saber cómo él había manejado estas situaciones. E imagino que salió de estos espacios no porque no creyera en las ideas, sino porque no compartía esta forma de vivir las convicciones de manera tan rígida”.

Pero Deodoro no sólo fue la figura política de mayor peso en la primera mitad del Siglo XX. No sólo fue la personalidad que tuvo por amigos y compañeros de lucha y letras a Ortega y Gasset, a Rafael Alberti o a Pablo Neruda en su Ongamira de ensueño. También fue un artista en su acepción más amplia. “El era un bohemio en el sentido creativo de la palabra. Me enojaba mucho cuando lo definían así, pero hay que ver de dónde viene, quién usa la palabra. Él era de juntarse con los amigos en un bar, pero también era un ser creativo. Me enojaba cuando me decían que mi abuelo era un lírico, pero después aprendí a distinguir quiénes lo decían”.

Ya distante de esos tiempos en que los enojos sobre interpretaciones erróneas podían alterarla, Cristina prefiera tener en cuenta otros aspectos: “Mi abuelo me ha enseñado muchísimas cosas a la distancia. Y lo he invocado muchas veces en momentos difíciles de mi vida. Él, más allá de sus escritos políticos, habla de encontrarse a sí mismo, que no sólo es importante la vida pública, sino que había que constituirse internamente sobre sus cosas, sobre sus valores. Tenía otra dimensión y una concepción del hombre espiritual que yo no había advertido. Siempre me voy encontrando con otras dimensiones de su vida. Para él nada podía ser más que el propio ser humano. Y creo que él lucho por eso”.

Y en esa lucha de pura cepa por la humanidad sin distinciones de frontera ni color, Deodoro “también distinguió entre los intelectuales y los libre pensadores, que son los que cuestionan hasta sus propias ideas. Por eso creía que había que tener cuidado con respecto a lo que es pensar y lo que es adoptar ideas y defenderlas a ultranzas sin que ello pase por tamices y que requieran de uno otra actitud, que la vida te ponga en situaciones que te hagan cuestionar lo propio. Por eso me enojaba mucho con la gente que lo situaba donde más le convenía, pero eso ya ésta...”.

_¿Vos sabrías dónde situarlo hoy?
_ Fue una persona, ideológicamente, por supuesto de izquierda, pero creo que fue realmente un libre pensador, un tipo extremadamente reflexivo, con una capacidad de indagación, de preocupación por los problemas de la humanidad. Yo creo fervientemente en las cosas que él señaló. Pero me gustaría hablar con alguien que no estuviera de acuerdo de él. Nadie me lo discutió y eso es un problema.

_¿Y qué queda en el Siglo 21 de tu abuelo?
_ Tengo miedo de caer en una memoria sin análisis para el futuro, por temor a desilusionarme. Y cuando uno se detiene tanto en el pasado, es porque no ha avanzado. Él seguiría siendo una persona absolutamente crítica. Revalorizar su figura tiene que ver más con revalorizar un espíritu, una actitud de una parte de Córdoba. El gran rescate es una actitud humana.

_Esto que decís de revalorizar una parte de Córdoba es importante. Y más si se tiene en cuenta que el cordobés, pese a su localismo, pasa a segundo plano sus figuras históricas. Deodoro hoy no es para la mayoría una figura reconocida, pese a lo que representó su figura.
_Se ha hecho mucho para que sea olvidado. Y en Córdoba todas las discusiones son anquilosadas, temerosas, de no asumir riesgos, pacatas, muy pendientes del qué dirán. Y uno no puede construir una base sólida si se sigue mirando a Buenos Aires. Esa Reforma era cultural, era social. Hubo episodios concretos para su olvido, nosotros tuvimos que enterrar sus libros. Se hizo mucho para que sea olvidado...

RECUADRO
LA REFORMA
“El decía que era imposible que hubiese una reforma universitaria sin una reforma social. Y era meterse en la llaga y en el gran conflicto irresuelto que tenemos. La Reforma Universitaria en aquel momento fracasa: porque no termina haciendo la revolución final. Si bien muchas cosas han cambiando, siguen existiendo injerencias. Hay una apertura, pero en la Universidad, durante muchos años, sólo cambiaron los personajes, no era más los de la institución religiosa, pero eran otros. No era cuestión sólo de sacar a determinadas personas. Era un problema de casta, de estructura social”.

RECUADRO
PARA ENTENDERLO

”Conformado, como buen cordobés, para el peripato, no me sorprendió ni me fue difícil saber un día que era abogado y doctor. Por ese cauce voy hasta ahora, sólo que mi incurable romanticismo hizo siempre mi travesía dramática, hazañosa, rica en emociones intelectuales y en vida fantasiosa. Creo en el espíritu y en la suprema realidad del arte. En la vida del espíritu sólo lo que es falsificación está de más. Una vida en plenitud admite y ennoblece el goce espiritual, y enriquece las profesiones que, como la abogacía, están constantemente escapándose de la espiritualidad y cayendo en zonas de decorosa comercialidad. Basta para eso orientarla en el sentido de lucha por la justicia y poner en ella valor, pulcritud, decoro, y mantener siempre vivo el horror por la estupidez, por la chabacanería, por el trabajo mal hecho, y por la vulgaridad plebeye y letrada que es el pulmón de acero de nuestra profesión. (...)
No he actuado en la vida pública de mi país desde la angostura de programas y partidos políticos. Pero he hecho, al margen de ellos, y desinteresadamente, una intensa y riesgosa vida pública. La haré hasta que muera, porque me interesa hasta la pasión el destino de la patria y sobre todo el destino del hombre."

Citado en nota autobiográfica hallada inéditamente entre sus papeles, tras su muerte.

RECUADRO
OBRAS PARA CONOCERLO

Deodoro Roca, el hereje, de Néstor Koham
La trayectoria de una flecha, de Horacio Sanguinetti.
Escritos sobre la universidad, de Deodoro Roca –recientemente publicado por la UNC-.
Las obras y los días, de Deodoro Roca, con prólogo de Saúl Taborda.
El difícil tiempo nuevo, de Deodoro Roca, con selección, prólogo y notas de Gregorio Bermann.
El drama social de la universidad, de Deodoro Roca, selección y prólogo de Gregorio Bermann.
Prohibido prohibir, de Deodoro Roca, con prólogo, selección y notas de H. Sanguinetti.
Ciencias, maestros y universidades, de Deodoro Roca, con selección y notas de H. Sanguinetti.


RECUADRO
DEFINIR A DEODORO
“El argentino más eminente de los que he conocido” según Ortega y Gasset.
“El escritor político argentino más importante del siglo XX” según Ezequiel Martínez Estrada.
“Un tránsfuga de su clase”, según Gregorio Bermann.
“Como escritor en todo nuestro siglo XX -y esto no es temeridad-, no reconoce superior; hay que regresar hasta Sarmiento para encontrar una prosa flamígera de envergadura y estilo semejantes”, según Horacio Sanguimetti –ex rector del Colegio Nacional de Buenos Aires y actual Director del Teatro Colón-.

Mudos, los largos llantos funerales.
Alta estrella, más no para loores.
Alto río, más no para la escoria.
Árbol alto, más para bien movido.
¡Arded, bullid, sonad, labradores!
La vida clara, hermosa la memoria,
hermoso su sentido,
claro su ejemplo y claros sus deudores.

Fragmento de Elegía a una vida clara y hermosa, de Rafel Alberti, dedicado a su amigo Deodoro Roca.

¿Por qué se fue? ¿Por qué partió?
Aquí diré lo que avizoro.
Vinieron ángeles, dijéronle:
—Vamos, Deodoro
Una revolución Ariel intenta,
y es su bandera un meteoro
de libertad y de esperanza.

De Arturo Capdevila

“En el caso de Deodoro, el carácter libertario de su idea socialista se orienta hacia una comunidad de singularidades creadoras e irreductibles, hacia una afirmación del individuo, una desconfianza del Estado y una denuncia de la burocracia que inevitablemente arrastra”, según el filósofo cordobés Diego Tatián

RECUADRO
Deodoro Roca nació el ciudad de Córdoba en 1890 y murió en 1942, en su casa de siempre, ubicada sobre la calle Rivera Indarte –hoy demolida-.
En su corta pero prolífica vida, además de haber liderado la Reforma Universitaria con 28 años, fue presidente del Centro de Estudiantes de Derecho en 1910, dirigente político y abogado. Fundó la filial Córdoba de la Unión Latinoamericana, el Comité Pro Presos y Exiliados de América, del Comité Pro Paz y Libertad de América, la filial cordobesa de la Sociedad Argentina de Escritores y de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. También, dentro del periodismo, fue director del periódico Flecha y la revista Las Comunas, cuyos artículos hemos publicado en Matices en la sección Hoy como ayer.
Además, es considerado uno de los principales pensadores políticos latinoamericanos del Siglo XX con raigambre en su tierra y en su gente.

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