martes, 3 de julio de 2007

CRISTINA LOZA

La cautiva de las letras

Finalista del Premio Planeta en el 2004 con su novela “El revés de las lágrimas”, Cristina Loza es mujer, escritora y cordobesa en un universo adverso para las tres condiciones. Pero pese a todo, triunfa.
Aquí habla de su obra, de las 9 ediciones que ya lleva editadas, de la reivindicación de la mujer y de los pueblos originarios y cómo el mundo imaginario se puede convertir en real.


ALLÁ ARRIBA, SOLA
Vox populi es que los escritores precisan de un buen ambiente y aún mejor entorno para elaborar sus obras. Y el caso de Cristina Loza reconfirma esta hipótesis. Habitante de la última vivienda de una cortada en barrio Los Platanos, Loza encuentra la soledad necesaria al final de la calle. Además, una segunda planta aislada del resto de la casa le asegura mayor intimidad, compartida también con la vista de su terraza, que da a unas quintas de verduras bien verdes y orgánicas en un raro paisaje urbano. En ese silencio es donde Loza asegura que ser fisioterapeuta es parte de su perfil de escritora: “Cuando quise empezar a estudiar comunicación, eran los ‘70 y esa Facultad era ‘mala palabra’. Yo era muy jovencita y lo que quería hacer era ayudar al prójimo, me gustaba el trabajo social, trabajar en villas. Entonces me dediqué a una rama de la medicina y tomé la fisoterapia, a la que me dediqué durante años, pero siempre tratando de escribir algo. El contacto con el otro, el dolor ajeno, va moldeando el carácter. Entonces cuando volví a escribir, pude expresar lo que se estuvo macerando durante 50 años” explica.

Hace unos 12 años dejó definitivamente la profesión y se dedicó a la literatura. Y cuando corría el 2000, en un taller, le dieron el disparador, “había que tomar la voz de una niña. Se llamó Pilar. Le hice decir: ‘no me gusta el oscuro’ y Pilar tomó mi lapicera y de ahí hasta que no terminé de contar toda la historia no me dejó. Así nació Malasangre” cuenta Loza de su primera obra publicada en 2002, que tiene dos ediciones y que recrea la historia de una niña –Pilar- en un campo del Norte de nuestra provincia.

Y para el mismo año, envalentonada con su primera obra, comenzó a aparecer lo que sería “El revés de las lágrimas”, novela por la cual fue finalista del Premio Planeta 2004, en donde recrea la historia de Damiana, aristócrata cautiva de los ranqueles.
“Estaba empezando con la novela, pero en octubre se enferma mi marido y ahí fue un cambio absoluto de vida, total. Fue otra vida. Dejé de escribir y me dediqué a acompañarlo. Ya había empezado ‘El revés…”, y ésta siguió creciendo en las salas de espera. Cuando entrábamos a esos lugares donde la energía y el ambiente con tan densos de dolor, los dos nos metíamos en la burbuja de la novela y hablábamos de Damiana (el personaje principal), de los ranqueles… Fue creciendo dentro mío. Hubo momentos en que el cáncer de él era la ficción y la novela era la realidad… el cáncer venció porque se llevó su cuerpo, pero en el transcurso de la enfermedad no nos pudo abatir” recuerda Loza sin nostalgia ni pena.

VOLVER A TOMAR LA PALABRA
Pero esa interrupción en la producción de la obra no fue definitiva: “A mi esposo lo vi pasar de manejar una empresa a tener como meta poder llegar caminando hasta la terraza para ver si había florecido el jazmín. Así nos cambió la vida. Cuando él muere… dije, enroscarme en la pena, no. Tenía mucha paz” asegura.

• Se dice que los escritores dejan plasmado el momento particular de sus vidas personales en la historia que escriben. ¿Con qué se encuentra acá el lector que tenga que ver con ese duro momento que atravesó usted?
• Está en Damiana, porque es una luchadora. Al final, ella accede al amor del indio porque atrás no había nada, el pasado no se podía modificar. Y el presente era eso. Y en un momento dado, mientras se está bañando, “azota el agua asustando los pájaros y grita ‘¡estoy viva¡”. Yo creo en eso, creo que si estoy viva debe haber un buen motivo para eso. A mí no me gusta durar, me gusta vivir. Hay personas que acumulan almanaques sobre la espalda, yo lo quiero exprimir cada día. Eso es lo que hace Damiana y ahí me puede encontrar el lector.

Loza asegura que esta segunda obra, de venta inusitada para una escritora de Córdoba (el único antecedente es Cristina Bajo) es una novela histórica de aventuras, “con esperanza, con humor, con tragedia, con la posibilidad de que el ser humano puede cambiar su realidad. En el caso de Damiana, de ser una niña de un ambiente edulcorado que parece de Corín Tellado a la brutalidad a la que es sometida y después la decisión de ser dueña de su destino y su cuerpo. En esa época, la mujer estaba en categoría casi de débil mental”.

• ¿Y cómo se animó a que Damiana no responda al prototipo de mujer sumisa sino todo lo contrario?
• No había muchas historias de cautivas, eso me dio una comezón. Las que estaban las ponían llorosas, tremebundas, porque estaban escritas por varones. Entonces dije: las respeto, pero vamos a hacer una desde el pellejo de una mujer, qué siente la mujer cuando es violentado su cuerpo, cuando cambian todo sus referentes y queda tan sola. Y creo que había un montón de cautivas que necesitaban que yo tomara su voz y reivindicara eso. Tampoco hay documentas sobre cautivas, porque debe haber sido un dolor muy grande al orgullo masculino reconocer que ese cuerpo, el de esa mujer esposa o de una hija que le pertenecía, estuviera en brazos de otro. Y que el otro, en una de esas, no fuera tan malo. Y lo peor es darse cuenta que hoy continúa esa subestimación hacia la mujer.
• ¿Cuándo advierte esa idea de continuación de la mujer como el sexo débil, la mujer como la ‘pobrecita’?
• La visión la tengo cuando la voy escribiendo y me voy documentando. ¿Por qué las mujeres acá no hablan?, ¿por qué no hay testimonios? ¿por qué cuando la rescatan no se pregunta qué pasó? No se quería saber qué pasó. La mujer, cuando es rescatada, vuelve mancillada y se encierra. Y vos ves la mirada actual sobre la mujer, y es la misma. No ha cambiado. El ‘algo habrá hecho’, por ejemplo, para que violen a una mujer, siempre tiene vigencia.
• Además de reivindicar a una mujer castigada, también se encarga, en su novela, de recuperar a un pueblo originario, los ranqueles.
• Yo escribí la novela sin saber que existían aún ranqueles. Fue todo archivo histórico. El lenguaje no tenía gramática, me tiré sin red, las palabras y las frases las armé con un diccionario que había hecho Juan Manuel de Rosas. Ese diccionario era fonético porque nunca se escribió ese lenguaje. Y así fui armando. Y cuando termino de escribirlo, me entero de que la comunidad ranquel de La Pampa festejaba su año nuevo el 24 de junio. Ahí supe que había descendientes y tenía miedo a equivocarme en lo que había hecho y me contacté con el líder. Me pusieron a prueba para comprobar que lo mío no era ‘para la foto’. Le mandaba los vocablos y ellos me los corregían. Después Germán Canhué, el líder, me escribió el prólogo. No es tan romántica la lucha por la reivindicación. Yo le dije a ellos que no me veía cortando rutas por la causa ranquel, pero lo que sí podía hacer era difundir la cultura ranquel, sus costumbres y salvar el idioma. Ellos están peleando por la educación bilingüe y para que ser indígena sea tomado como una faceta más del calidoscopio que es la Argentina. Es momento del orgullo, de estar orgullosos de ser una parte más de este mosaico.

HACER LIBROS DE HISTORIA
• Teniendo en cuenta que “El revés…” es una novela histórica y que se documentó para poder hacerla, ¿cuáles son los márgenes o cómo se maneja la distancia entre la investigadora y la escritora?
• En “El revés...” tuve que ser muy rigurosa porque si uno va a publicar, quiere que la gente lo lea y los lectores son muy puntillosos, por lo que había que ser disciplinada al investigar. Y además, imbuirse del ambiente, el lenguaje de cada uno, de Damiana, de los ranqueles, de la nodriza y cada personaje.
• Y en función de recrear con veracidad la historia, ¿cuál es la diferencia entre una novela histórica como “El revés...” y un libro de historia?
• Cuando me propuse hacer esta novela, el primer propósito era no aburrir, tenía que ser una aventura. Después, si era una novela histórica, que el lector pudiera aprender, que sienta las emociones pero también dar otras visiones; la visión de la frontera (entre los blancos y los aborígenes) que no era tal, poder dejar en claro las situaciones de los soldados que iban a pelear, mal nutridos, sin paga, con los ojos llagados. Ver cómo todo se digitaba, y esta es otra continuidad con el presente, desde Buenos Aires. Y también ver la organización de las comunidades aborígenes, donde nunca se negaba un caballo o una comida, el respeto a los viejos que se les tenía. Quería plasmar que eran seres en una sociedad diferente y que ese salvaje hediondo que se quiere hacer ver no era tal. Y también mostrar que el vicio del alcohol llega después, con los que llegaban a cambiarle aguardiente por caballos. En una palabra, creo que revisar el pasado no nos viene nada mal.

FRASES PARA ILUSTRAR
“Con mi libro trato de que los chicos sientan amor a la tierra. Que cuando ellos se van al exterior, vean que son un clavel del aire, no tienen raíz”.

“No me gusta el camino llano. Me gusta armar la picada yo y a machete. Y por eso vamos a hacer una edición de bolsillo del libro. Le expliqué al editor que también tenemos una función social. Hoy sale $36, pero si los adolescentes y los profes de literatura lo están recomendando, hay que darles la posibilidad a ellos, a los jubilados, que por unos pesos menos la puedan tener. Además, vamos a incorporar un apéndice con una guía para estudiar la novela que hicieron y utilizaron docentes de Chazón”.

“Yo creía en la novela. La mandé a Planeta y desde el principio dije que iba a ser finalista. Y así fue, con los Ranqueles no pudieron. Les pintamos la cara”.

“He leído lo que el cuerpo me ha pedido. Es la mejor manera de leer. Los clásicos son para cuando uno tiene 6 meses de cama. A los chicos los inician con el Cid Campeador, ¿cómo hacemos que después vuelva a la lectura?”.

“Me dijeron que no abandone nunca un éxito. Pero me fui al Norte y los Molinos y el viento de allá me empezaron a hacer guiños. Así que a todos los misterios que quedaron irresueltos en ‘Malasangre’ tengo que darles vida ahora. Ya tengo casi 70 páginas listas. Es lo que me pide mi cabeza, la novela me estuvo buscando”.

“Yo acomodo palabras para despertar emociones. Primero me despiertan las mías: yo me conmuevo, yo sufro, yo lloro, me divierto. Y después las siente el lector. Si despertar emociones en el otro es ser escritor, yo soy escritor”.

“Mansilla (Lucio V., personaje de “El revés…”) habla siempre de las pobres mujeres llorosas. Y yo me pregunté por qué él no había hecho nada por cambiar esa condición. Así que me propuse enamorarlo mucho en la novela y que no le vaya bien. Es justicia poética”.

“Cuando los personajes llegan, me ocupan todos los lugares de la casa y a veces me cuesta volver al mundo real y cotidiano, porque eso otro termina siendo el real, el que yo voy generando. Mientras hablo con vos pienso dónde a deje a Pilar (personaje de ‘Malasangre’); y la dejé caminando por la casa…”.

RECUADRO
TALLERES DE LOZA
Además de estar escribiendo la segunda parte de ‘Malasangre’, Cristina Loza lleva adelante un Taller de Escritura y Resiliencia, donde busca “expandir los beneficios del ocio y la creatividad hacia nuestra vida cotidiana”.
Para mayores informes, comunicarse con la escritora al 489-3427.

RECUADRO
MALASANGRE PC
“Un periodista, un día, refiriéndose a Malasangre decía ‘claro, los personajes son coléricos… muy bien puesto el título’. Pero yo le conté la verdad del título. Yo tenía graves problemas con la computadora, todos mis libros los escribo a mano. Cuando me acercaba a ella, lo hacía con banquito y látigo. La acusaba con mi marido, era un sujeto con identidad y con maldad. Tenía lista la novela, corregida por tercera vez. Y este dedo, que apretó algo, hizo que el libro desapareciera de la computadora. Fue un momento ‘encanecedor’, uno siente ahí que la cana se va formando. Trajimos un técnico que estuvo tres días trayendo fragmentos y armando de nuevo la novela. Cuando termina, el técnico me pregunta qué nombre le ponía al archivo. Y yo pensando en la computadora le dije ¡Malasangre! Y así quedó y muchos hablan de los personajes y otras cosas…”.

RECUADRO
SENTIR RANQUEL
“Le dije a Germán (Canuhé, líder de los ranqueles de La Pampa) que quería ir para ver si el viento sopla como yo lo describo, porque yo tengo internalizado el Norte, sus olores, colores, pero el sur me era extraño. Había visto videos y estudiado su fauna y su flora, todo el escenario. Pero me faltaba el viento. Me fui y me dejaron llegar hasta la tumba del Cacique Mariano Tosas, que tiene una historia que me cautivó siempre. Cautivo por Rosas desde muy chico, logró escapar en la adolescencia, pero Rosas ya le había puesto su sello, le había enseñado todo, hasta leer y escribir. Y eso le sirvió a Mariano para los tratados de paz. Fue un gran estadista. Y muere de viruela en 1878. Al año siguiente, en la Conquista del Desierto de Roca, el coronel Racedo pasa por su tumba y roba su cráneo, por codicia o por la idea de profanar la tumba. Se lleva la calavera y ésta termina en el Museo Antropológico de La Plata. Ellos me preguntaron: ¿a usted le gustaría ver a su abuelo en una vitrina? En el 2001 el gobierno enmendó este despropósito y devolvió a sus descendientes los restos del cacique. Y en las tierras donde él vivía se hizo una pirámide de caldén y me contó Germán Canuhé que hicieron una gran rogativa, todo el pueblo recibiendo a ese padre que vuelve. Al primer rayo de sol lo metieron en la pirámide. De tanta gente que había los animales silvestres se había ido. Pero cuando ponen la cabeza de don Mariano en la pirámide, empezaron a gritar los zorros. ‘Saludan al hermano que vuelve a la tierra’ dijo Germán en ese momento, porque a Rosas le decían ‘Zorro cazador de leones’. Y yo dije que si eso no fue cierto, merecería serlo”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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