martes, 14 de agosto de 2007

La agenda en Córdoba, cuestión de dos

Mientras que en el mundo de la libre oferta y demanda diferentes actores económicos juegan y se disputan la construcción de la realidad, Córdoba marca un precedente poco común: la construcción de la realidad mediante la instalación de la agenda pública es sólo tarea del mismo bolsillo y sus dos medios.

Es sabido que la llamada ‘agenda periodística’ es aquella que el sistema de medios de una sociedad dada planifica y ejecuta sobre la base de unos criterios editoriales que la configuran y la definen como “el conjunto de los temas noticiosos, enfoques y tratamientos que se incluyen en el espacio o tiempo de que disponen los medios para cumplir con su función” tal la definición utilizada por McCombs y Shaw en ‘The agenda-setting functions of the mass media’.
Mientras, también es de conocimiento acabado para aquellos que tienen como objeto de estudio a los medios de comunicación, como así también en aquellos que trabajan en estos, que la ‘competencia’ periodística en una zona determinada –más allá de cuestiones comerciales, pero apuntadas a éstas- está dada por la presencia de los medios en la sociedad. Y esta presencia, se evidencia, claro está, en la instalación de aquellos temas que por diferentes circunstancias y conveniencias –periodísticas, políticas y/o económicas- el medio ha difundido con mayor o menor importancia.

De este modo, cuando un tema gana, como suele decirse, la calle y es la sociedad la que prosigue con el desarrollo del tema propuesto, el medio ha logrado su fin último en la naturaleza de las empresas de comunicación: haberse convertido en espacio de consulta, autoridad y de formación pública de la sociedad en la cual se desenvuelve. En síntesis, ha logrado instalar agenda a partir de sus definiciones políticas, económicas, culturales y sociales, las cuales determinan la importancia o no de un tema particular.

Ahora bien, dice Ignacio Ramonet en ‘Comunicación contra información’ que en la lucha por la imposición de la agenda periodística como agenda pública, “numerosas cabeceras de la prensa escrita continúan adoptando, por mimetismo televisual, por endogamia catódica, las características propias del medio audiovisual” y enumera las características que definen al medio en cuestión y que para Ramonet, han ganado la batalla tecnológica y periodística: “La primera concebida como pantalla, la reducción del tamaño de los artículos, la personalización excesiva de los periodistas, la prioridad otorgada al sensacionalismo y la práctica sistemática de la amnesia en relación con las informaciones que hayan perdido actualidad” . Por fin, concluye afirmando que, en esa lucha, los medios tradicionales “compiten con el audiovisual en materia de marketing y desprecian la lucha de ideas”.

Si bien, en principio, lo expresado por Ramonet sería indiscutible dado el avasallamiento del sistema audiovisual por sobre los otros medios conocidos, presentaremos una digresión a lo señalado por el periodista francés en relación a los criterios actuales asignados en el mundo para la imposición de la agenda. Y nuestra digresión frente a la cuasi verdad revelada precedente tiene como objeto principal demostrar que en la ciudad de Córdoba, la imposición de la agenda no pasa por una tecnología en particular, sino por un motivo que excede lo tecnológico.

Se ha dicho infinidad de veces que el capitalismo, y su modo de desarrollo actual, el Libre Mercado, funciona de manera tal que la competencia –más el agregado de su adjetivo calificativo predilecto: ‘sana’- es la que regula las relaciones económicas en el seno de una sociedad desarrollada. No obstante y retrotrayéndonos a la suma de las siguientes variables:

Sistema de Libre Mercado,
Preeminencia de los medios audiovisuales
Competencia entre diferentes medios
Imposición de la agenda pública por parte de los medios audiovisuales

Podríamos caer en la cuenta que esta teoría, ampliamente desarrollada y hoy casi innegable, encontraría su excepción en la ciudad de Córdoba. Esta hipótesis –que precisa de mayor definición y desarrollo de la que se le pudiera dar acá- se verifica en el siguiente hecho: quien tiene el poder de instalar la agenda periodística en Córdoba no es un medio o tecnología determinada, sino el grupo económico que controla los dos medios más influyentes de la ciudad: el diario de mayor tirada y antigüedad –y en términos reales, el único con peso real en el negocio editorial- y el canal televisivo de mayor audiencia.

Si bien es cierto que la concentración de capitales, sobre todo en lo que concierne al negocio de la comunicación y el periodismo, se ha dado en todo el planeta y más específicamente en Argentina –por la reforma del código legal que regula el funcionamiento de las empresas periodísticas-, también es cierto que en el resto de las zonas geográficas desarrolladas la lógica económica citada ha permitido la participación de más de un sujeto económico en el juego del Libre Mercado.
Así también, se podría objetar la existencia de otros medios gráficos y audiovisuales existentes en Córdoba, lo cual es innegable. Mas, la sola existencia de otros medios no garantiza per se la posibilidad de la libre competencia en la instalación y puesta en juego de ideas que hacen a la vida social, política, cultural y económica de una sociedad determinada.

Para tal comprobación, proponemos desde aquí un ejemplo:
Tras la devaluación sufrida en nuestro país en el año 2002, Córdoba conoció el surgimiento de una aceptable cantidad de medios gráficos, en su mayoría revistas de análisis político y cultural de relativo alcance: La Intemperie, La Orilla –de la cual quien escribe fue fundador y Director Periodístico-, Culturas –publicación nacida en el seno del Museo de Antropología de la UNC-, Contramano y otras de menor regularidad.
Todas estas publicaciones -de las que hoy sólo sobrevive, a duras penas, La Intemperie- compartieron no sólo públicos objetivos, ideas afines en lo político y lo cultural y cierta esencia periodística en lo discursivo, sino también el mismo impedimento: no sólo la imposibilidad de crecer económicamente –factor al cual se le podrían objetar falencias propias- sino también la trabazón real de poder instalar temas de debate en la agenda pública.

Esto último traía aparejados dos graves problemas para cualquier emprendimiento periodístico genuino: por un lado, no se lograba instalar en la sociedad la temática presentada, la cual era concebida, por cada publicación, como ejes y problemas que la sociedad cordobesa no sólo debía conocer (por valor testimonial, documental y/o denunciativo), sino también discutir. Por otro, la ausencia de las temáticas presentadas en la agenda pública traía consigo la disminución de las posibilidades económicas, dadas las bajas a nivel de ventas de ejemplares y por consiguiente, de espacios publicitarios.

A través de la experiencia personal y de las compartidas por colegas, a la hora de buscar explicaciones en estos inconvenientes, un lugar común se fue instalando en los debates que se daban en el seno de la ciudad de Córdoba. Y ese lugar común -como tal, necesario de ser superado-, supuesto indicio del problema que incidía en el bajo crecimiento de las revistas nombradas, no tenía que ver con la influencia de los medios audiovisuales y menos con el crecimiento tecnológico de algunos sectores vinculados al negocios de los medios masivos, sino con la concentración del discurso periodístico hegemónico en dos medios del mismo grupo comercial.
Esta concentración, a su vez, generaba un doble efecto adverso: por la lógica económica de la competencia, ambos medios fueron absolutamente reacios a cualquier difusión de las nombradas publicaciones. Esto, aún cuando ninguna era competencia real y directa y más allá de si los hechos presentados en estas publicaciones eran noticiables o no. Mientras, la no existencia en las páginas e imágenes del discurso periodístico hegemónico de las temáticas presentadas por fuera de este discurso, hacía que las temáticas, directamente, no fueran parte en la agenda pública. Es decir, eliminándolas de la agenda periodística es como se las eliminó de la posibilidad de ser asunto de discusión y cuestionamiento por parte de ciertos sectores de la segunda ciudad del país.

Yendo al inicio de todo esto, comenzábamos recordando la esencia y naturaleza de la agenda periodística, planificada y ejecutada en función de los temas noticiables que los medios buscan instalar. De modo que es la agenda la que, en términos de construcción simbólica, define lo que es la ‘realidad’. Después, Ignacio Ramonet argüía que ésta se lograba imponer, tanto en su temática como en su técnica metodológica, a través del reinado de los medios audiovisuales.

La hipótesis propuesta aquí, en términos pocos acabados, pretende comprobar que más allá de la imposición de la técnica, las nuevas tecnologías y de los recursos de la mercadotecnia puestas en juego, la concentración del sistema de medios en pocas manos –en el caso de Córdoba, en una sola- imposibilita no sólo el crecimiento de los medios no pertenecientes a un grupo económico particular sino también da por tierra con la posibilidad de brindarle a la sociedad la pluralidad de discursos y opiniones que emergen de su seno. Y por más que la lógica del sistema económico actual pueda aducir que son ‘las reglas del juego’, el sistema democrático imperante –base de la organización social y por ende superador de las estructuras económicas- exige para su supervivencia y desarrollo, la convivencia de un estado discursivo múltiple que rompa los límites monocordes que impone la concentración económica.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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