lunes, 10 de mayo de 2010

EDUCACIÓN COOPERATIVA Y BIOARQUITECTURA

Todos del mismo barro

En el corazón de Río Ceballos, la comunidad de la escuela secundaria cooperativa Alfredo Bravo levanta sus instalaciones con sus propias manos y la de voluntarios que se suman a la fiesta. Todo el trabajo está guiado por los preceptos de la bioarquitectura.
En la Alfredo Bravo, todos del mismo barro.

PAREDES QUE EDUCAN
Son apenas las 9 de la mañana de un día que es 24 y es de la Memoria, es la Verdad y es de la Justicia. No hay casualidades que se entrecrucen. Hay coincidencias que los vuelven pura coherencia. El feriado pensado para pensarnos como país, en Río Ceballos se utilizó por más de 150 hombres, mujeres, jóvenes y niños y niñas, para construirse a sí mismos desde el barro de la historia y la fortaleza colectiva.

Lo que los convoca se llama minga. La minga es el nombre dado por las comunidades nativas de este continente a las instancias del trabajo colectivo y comunitario. El trabajo colectivo y comunitario tiene un destinatario: la escuela cooperativa Instituto Técnico Maestro Alfredo Bravo. La escuela, que hoy funciona en un sitio alquilado, está construyendo su sede con sus propias manos y con el barro que nos da la tierra. A partir de las ideas generadas por la Bioarquitectura, que encuentra su epicentro en el Ecobarrio de Salsipuedes, a pocos kilómetros de allí, los que integran la escuela cooperativa lograron darle un punto más a la concepción que llevan adelante. Construyen entre todos: profesores, alumnos, familia. Invitan a todos.
Y el adobe, el noble material de nuestro pasado, es la esencia a partir de la cual, al final de la jornada extenuante, todos descalzos y con barro hasta en las orejas, será pared. Y será futuro.

EL INICIO
Viene clareando el día y ya san más de 50 entre pibes y pibas, profes y voluntarios que se enteraron de la minga por la radio y por el boca en boca y se llegaron hasta el barrio Losa, en Río Ceballos, en donde ya están demarcados, con cimientos incluidos, los 8 octógonos que harán de la escuela Alfredo Bravo una institución en armonía no sólo con la realidad de los hombres y mujeres que la habitan, sino también con el cosmos que los rodea.

Ana Celia Pouza, la directora –ver aparte-, abre la mañana celeste y no pide filas: en esta escuela es todo circular. “Para nuestra escuela no sólo es construir con la minga, es construir colectivamente” les dice a todos y todas, y agrega: “Acá mismo, en Argentina, se puede proyectar sin necesidad de irse a ningún otro país”.
Hay una referencia ineludible: hoy es 24 de marzo. Y el nombre que han elegido para que miles de bocas lo reproduzcan no se puede obviar: Alfredo Bravo, el maestro, el hombre, está presente. Y las palabras, como las cañas, se cortan en este 24 que es de trabajo colectivo y fiesta comunitaria.

“Si participo puedo cambiar las cosas que no están bien”, dice Ana Celia a sus alumnos y el espíritu de Bravo pega en cada cabeza: “Los que estamos aquí estamos porque creemos que podemos construir colectivamente”.
Eduardo ‘Borro’ Marrero, parado al lado de Ana Celia, es el arquitecto que dirige la minga. Descalzo desde la amanecida, como estará hasta el final del día, el Borro, que le ha dado vida a buena parte de las Sierras Chicas con sus construcciones en barro y otros elementos, les explica que la minga es un trabajo colectivo que se ha hecho en las comunidades americanas y que es ancestral: “La tierra es el sustento y es maravillosa. Solo vamos a usar los recursos que nos rodean: cañas, arcilla, paja y arena”, explica, y arenga: “A embarrarse”.

EL BARRO DE LA VIDA
La mañana larga y ya son más de 80 los que se organizan en grupos que se relevan en forma rotativa: algunos al pisadero, otros al andamio, otros a las carretillas y las tareas se siguen distribuyendo. Un pibe se descalza, como harán todos en breve y hasta el final del día, agarra la pala y la mezcla de arena y arcilla y agua será pared será existencia. En una gran batea, partes iguales se armonizan para ser sólo una. El agua las une como une el lazo y en breve ya serán más de 10 adentro del pisadero.

En esta mañana hay experimentación para el que quiere aprender, hay iniciativa propia para los que empujan, hay 10 parados en los andamios entrelanzado las cañas del tiempo y en las paredes, formando la jaula donde la arcillas y la arena se hará pared que proteja y enseñe. Hay otros 10 que se fueron a cortar paja y otros 10 que fueron a buscar cañas. Otras 10 clavan picos en las montañas de arcilla, que cede ante el pedido del acero. Otros 10 llevan y traen caretillas y otros miles y miles se sienten representados en esta otra forma de entender el mundo, la vida, el día.
La minga, que ya es una fiesta, es una instancia comunitaria pocas veces vista.

Hablo con la directora. Le pido que me explique por qué, para construir la propia sede, optaron por este método, teniendo en cuenta que los chicos y chicas egresan especializados en construcción.
_ Este método es milenario, pero hace muchos años que no se utiliza. Cuando aparecen materiales nuevos, se descarta todo lo anterior. Con el adobe hubo un quiebre: en la década del ‘30 irrumpe el negocio del cemento y al mismo tiempo se empieza a hablar del adobe, la vinchuca y la pobreza. El adobe era y es sinónimo de pobre. No fue casualidad. Nuestro compañeros arquitectos, maestros mayores de obras, ingenieros, en sus estudios nunca vieron nada de todo esto.

_ ¿Y cómo llegaron ustedes acá?
_ Siempre hacemos salidas a obras y edificios y una vez fuimos al Ecobarrio de Salsipuedes. Y ahí fue cuando nos encontramos con todo eso y los chicos quedaron enloquecidos. Y elegimos este sistema constructivo porque en Río Ceballos no hay gas natural y calentar un ambiente es muy caro. El adobe permite aislación térmica: adentro siempre hay entre 16 y 18 grados. Es tan sencillo como eso. Y todos los techos tienen lucera, para tener la luz del día en forma permanente. Además, son techos vivos: arriba va tierra y pasto.

Para sembrar los techos, gente del Chateau les donó semillas del césped de la cancha. Al adobe de las paredes, le suman así la aislación térmica y acústica de un techo en donde crece el pasto. “Además –explica Ana Celia- la idea es que todo el espacio que robé abajo para construir, lo pueda recuperar arriba con el techo vivo. Los techos de chapa contribuyen al calentamiento global, por la refracción que producen”, explica. Y cierra: “Pero lo más importante de todo esto es la construcción colectiva. Los incas, cuando una pareja se iba a casar, primero, entre todos, construían la casa. Eso era la minga. Minga es trabajar todos juntos para lograr un objetivo”.
El objetivo son 18 octógonos. Por ellos, en comunidad, van.

FIESTA ARCILLA
En la fiesta de la minga, la pista de baile principal se llama pisadero: la fiesta del barro. Le pregunto a Borro, práctico lo mío, si se podría usar homigonera para armar la mezcla de arena, arcilla y agua y dejar descansar esos pies jóvenes que van y vienen. “Meterte con tus pies y tus manos en la tierra te cambia la psiquis. Ya sos parte del elemento”, me dice.
Me propongo no preguntar más estupideces.

Gabriel Martínez –ver aparte- es maestro mayor de obras y profe en la escuela de dos materias. Antes fue especialista en hormigón. Ahora reconoce de entrada, cuando la mañana acaba de aclarar: “El barro me cambió la cabeza”. El barro, lo dice su cara, lo hace feliz.

Alambres, clavos, martillos. No hay más nada que sea ajeno a la mano más elemental del hombre. Es media mañana y ya no queda nadie calzado ni callado. No se queda callado ni calzado quien quiere vivir feliz. Descalzos, con chacarera de fondo, en el pisadero las patas están naranjas arcillas. Paradas sobre el borde, 10 quinceañeras se abrazan y pisan desde adentro hacia fuera. Su suma el pibe alumno con su madre madre y su hermanito futuro hombre. Es el encuentro que nos hace falta.

El encuentro se produce cada día en la escuela, a la que prefieren definir, además de cooperativa y técnica, como inclusora, “esa es la línea de la pedagogía cooperativa. En nuestra escuela no hay bancos individuales, se trabaja en mesas, para que los chicos se comuniquen, se vean, sepan si están aprendiendo y se puedan dar una mano”.
A eso le suman la otra punta: la Tecnicatura en construcción, con lo que buscan generar en los chicos, a través del trabajo y sin ser esclavos, “futuro, con mucho trabajo en los derechos de los trabajadores, por eso el nombre que hemos elegido para la escuela. Alfredo Bravo fue creador de escuelas, por eso lo elegimos. Nos marcó su trabajo ad honorem. En la escuela se trabaja mucho eso, les enseñamos a que no van a ser trabajadores esclavizados”.
Para esos fines, de acá se van como Técnicos en Construcción y si hacen 7mo año, son Maestro mayor de obras.

El Borro, el arquitecto que forma parte del grupo de constructores del Ecobarrio, en donde cada casa se emprende con la autoconstrucción de los propietarios “y con diversas técnicas de construcción naturales”, no para. Ni hoy ni mañana.
“Hace 10 años aprendí a hacer mi casa de esta manera, rescatando enseñanzas antiguas. Hay muchas cosas que son muy válidas. Ahora estamos rescatando el estucado al fuego, que se hace con cal y marmolina, hacemos un taller, aprendemos y lo empezamos a aplicar. Esto va más allá de la Bioarquitectura, es rescatar un montón de técnicas más genuinas, en donde hay más armonía y belleza”.

_ ¿Por qué decís genuinas?
_ Porque estamos trabajando con materiales de la zona y uno participa como mano de obra. La cadena productiva sos vos, el costo se reduce, hay más posibilidades de construir tu casa. Y la otra es el sentido comunitario de la obra: la solidaridad, el trabajo mutuo y la alegría para construir. Participan los niños, los grandes, todos tienen un lugar.

LA ALEGRÍA ES CIRCULAR
Hay un corazón que los hace vivir: el primer octógono, casi listo, de la serie de 8 que harán en la primera parte, late este 24. Cada cual busca su lugar, haciendo lo que puede, lo que quiere, lo que sabe. Los cimientos de los otros 7 ya están listos para que la tierra en forma de barro tome forma circular.

Antes del mediodía, cuando ya somos más de 100, llega la gringuería con remeras de Project Abroad, un proyecto de Inglaterra que buscar dar una mano en estas cuestiones, según me explica una francesa de nombre Vanesa y ojos claros que se volverán, más tardes, puros como la arcilla. Descalzas, alemanas, holandesas y francesas del mundo moderno ahora zapatean en el lecho de la alegría hecho barro. Uno de los pibes, que no largó el martillo en todo el día, ahora se acuerda de las bondades del pisadero y va hacia él. Pero no pisa: les baila cuartetos a las niñas del primer mundo, que tienen ahora una alegría para sumar a sus blondas vidas.

Ya tarde, lo agarro al Borro y le recuerdo sus palabras tempraneras: La psiquis cambia con el barro.
_ La gente al principio tiene temores de ensuciarse. Y a esta altura del día, tiene alegría de estar sucio.

Viejos y niños y niñas y viejas y jóvenes e incalificables suman más de un centenar que han vuelto al 24, sólo por hoy, ahora, una fiesta. Una fiesta que esos 30 mil que se recuerdan están disfrutando sin que los veamos. Esos 30 mil en las manos callosas de ablandar las cañas, en las patas endurecidas de arcilla reseca, en los hombros gastados de tantas carretillas, en el trabajo colectivo que sí vale la vida. Esos 30 mil viven en la posibilidad de pensar y hacer con voluntad de justicia y con voluntad de belleza.

Un ser bastante imbécil, que hoy maneja la principal ciudad del país, dijo que ciertas ideas, por muy románticas, no pueden concretarse.
¿Entenderá ahora algo este ser bastante imbécil?

Toda la escuela serán unos 18 octógonos con luz propia prestada, a través de las luceras centrales del techo, por el sol. Explica Martínez: “La mejor estructura sismo resistente es la que tiende a ser un círculo, por eso elegimos la octogonal. Y empezamos a diseñar lo que queríamos que fuera nuestra escuela, con aulas octogonales y sistema de estructuras independientes de madera, que no trabajan junto a la pared”. Éstas se realizan con un sistema llamado quincha, que son “jaulas de cañas agarradas a la estructura de madera y dentro de la jaula se rellena con adobe”.
El adobe de la fiesta que va subiendo hacia el techo cuando el día va acabando.

Y la alegría de las manos y el color de la arcilla, el sol del 24 y las sierras que amparan. Y los cientos y cientas que durante todo el día pusieron manos y pies y callos y corazón y cabeza no sólo para levantar paredes y una escuela y futuro y otro país. También para demostrar que la gente buena, la que se anima a encontrarse con el mundo real y a soñar el mundo ideal, es toda, toda, del mismo barro.

RECUADRO
BREVÍSIMA HISTORIA DEL BRAVO
La historia de esta escuela inicia en 2004. Y ese punto de partida, claro, es en una charla de café, el territorio más fructífero que pueda haber en este Sur del mundo. Por entonces, Río Ceballos tenía 22 mil habitantes y sólo 2, dos, escuelas secundarias. “Las estadísticas -cuenta Ana Celia Pouza, la directora del Bravo- nos decían que el 50% de los chicos que salían de la primaria estaban sin lugar. ¿Dónde estaban? El 30% se repartía en escuela de otros pueblos y de Córdoba y el restante 20%, en la calle, sin escolarización. Muchos estaban preocupados porque los jóvenes toman y esas cosas, pero entonces démosle oportunidades”.

El ex Intendente del pueblo, poco sensible a ciertas necesidades básicas, les dijo: “Escuela, acá, no hace falta”. Y tuvieron que rebuscársela solos. A partir de eso generaron la cooperativa de trabajo –el Instituto Técnico-, sortearon las infinitas tramas de la burocracia y largaron con dos cursos. Ambos, llenos. Escuela, acá, hacía falta.
Trabajaron durante 4 años sin cobrar un peso, hasta que en noviembre de 2007 llegó el dinero para el cuerpo docente que le puso el cuerpo a esta experiencia inédita.
Hoy, hasta tanto terminen el propio edificio en el terreno les donó la Municipalidad de Río Ceballos, funcionan en un ex hotel que, literalmente, “se cae”. Tienen una sola sección por curso, con 36 alumnos. Las preinscripciones, todos los años, llegan a casi 100. Es decir, 2 tercios se quedan afuera.
Acá, y allá, y más allá, siempre, hacen falta escuelas. Muchas escuelas.

RECUADRO
¿POR QUÉ COOPERATIVOS?
Ana Celia Pouza es profesora de Educación Física. Desde allí comenzó su ocupación en tratar de salvar las exclusiones que generaba su especialidad. “Siempre hay un primero, un gordito que va al arco, por eso tomé la educación física desde otro ángulo y profundice en la idea del Deporte para todos, que ya desde el ‘76 se practicaba en los países nórdicos. Veíamos el quiebre que iba produciendo ese mirar tan egoísta de las personas”.
Esto los convirtió en cooperativos, técnicos e inclusores.

RECUADRO
DURA LA HISTORIA
Gabriel Martínez es Maestro mayor de obras y profesor en la Bravo. Formado en sistemas constructivos tradicionales, en una de sus materias ven los distintos sistemas constructivos, entre ellos la Bioarquietectura.

_ Te dedicaste, antes, al hormigón, ¿por qué apostarle ahora al barro?
_ Mi casa la hice con bloques de cemento. Térmicamente, no son lo mejor. El adobe tiene condiciones térmicas que no las tiene ningún otro material. Hay gente que en el Norte les han dado las casas de plan y dejaron su rancho de adobe, pero en verano tienen que volver porque no aguantan el calor. Acá hacemos un mix de lo que creemos más conveniente. La pared de adobe tiene más inercia térmica, eso es fundamental. La calefacción es minima y no hace falta aire acondicionado. La naturaleza nos enseña estas cosas. Además, no genera escombros, porque el mismo barro, o lo mojás y lo volvés a utilizar, o vuelve a ser parte de la tierra. Hay que observar y aprender. Si yo tuviera que volver a hacer mi casa, no la haría con bloques de cemento.

_ ¿Y la plata?
_ La economía que se logra es mucho mayor. Para hacer un octágono de ladrillo común, necesito 3mil pesos de ladrillo. Acá vamos a usar una camionada de arcilla y una de arena, que me salen $500. Todo lo otro se consigue gratis: tierra, cañas, paja, rastrojos de cereal. Hoy somos muchos, pero una pared la pueden hacer tres personas que no sean especializados, en cambio para la pared de ladrillos sí necesitás mano de obra especializada, que toma el 50% del costo total. Los chicos trabajan y se entretienen con el barro. Vamos generando un cambio de mentalidad.

_ El cemento que usan es mínimo, ¿por qué es preferible evitarlo?
_ Para generar el cemento, necesitamos elevar el material alrededor de los 1000 grados, generando una gran contaminación y un gran gasto de gas, además el calor térmico que esa energía produce y se pierde en el ambiente. El cemento es altamente contaminante. Más lo que supone el transporte, el gasto en rutas, en combustible, el papel para las bolsas. De todos modos no decimos no al cemento, sino que consideramos que la producción es excesiva. En muchos casos nos es útil. Los intereses económicos son muy grandes y el cemento ha recibido una publicidad que este sistema constructivo no ha tenido.

_ ¿Cuál es la vida útil de una construcción del tipo?
_ Las casas construidas desde antes del ‘20 eran casi todas de adobe; si estuvieron bien hechas, aún están en pie. El único punto en contra es la lluvia. Pero está todo pensado para evitar que filtre el agua. Hay iglesias hechas con adobe en pie que son del 1800.

2 comentarios:

Malvina dijo...

Hola quisiera ponerme en contacto con vos. Con mi novio tomamos contacto con una profesora pero perdimos el mail. Queremos ir en enero a conocer y ayudar en la escuela. malvinacaceres@gmail.com

graciela fernandez dijo...

Excelente nota, Juan Cruz, lo mejor que he leído hasta ahora sobre el Bravo, y lo más completo. Hace un par de meses fuimos a conocer la escuela y llevar botellas cortadas para el techo vivo. Fui con mi hija, que tiene 30, y dos de sus hermanitos, que tienen 6 y 4 años. Los mocosos no podían creer lo que veían: ¡una escuela hecha de barro! Así que ahora espero poder participar de la próxima minga, no me quiero perder algo tan grande y bello como lo que describís aquí.