viernes, 16 de abril de 2010

OSVALDO BAYER

Una noche con Osvaldo Bayer

Como el abuelo que quién no quisiera tener, Osvaldo Bayer, una noche de septiembre y a la sombra nocturna de las Sierras Chicas de Córdoba, se sentó a la cabecera de una exigua mesa y, asado mediante, habló.
Una noche con Osvaldo Bayer: la cita con la historia íntima de un rebelde.


Osvaldo Soriano, amigo íntimo, lo reveló como ‘el último rebelde’.
José Pablo Feinmann, más acá en tiempo, lo describió como “la última reserva moral de la Argentina”.
En uno y otro caso, hablaban de Osvaldo Bayer.
En uno y otro caso, Osvaldo Bayer entra cómodo en ambas definiciones.
En uno y otro caso, nosotros, todos, estamos jodidos. Bayer es, en ambas figuras, el último: el último rebelde, el último ser moral
¿Qué será de nuestras rebeldías, de nuestra moral colectiva, sin el gran Osvaldo?
Es cierto: no lo sabemos. Pero compartir una noche de asado y vino tinto con el último rebelde puede, por un momento, sacarnos el tormento de encima.
Pues escucharlo a Bayer es eso: dejar los fantasmas afuera y saber que las cosas se juegan acá: por donde camina el hombre.

LA LEÑA DEL DESTIEMPO
Bayer llega a Córdoba por enésima vez. No se cansa. Viene a Córdoba y viaja a Unquillo para dar una charla, recibe el título de Doctor en la Universidad más antigua del país, habla en una feria de libros y panfletos, da entrevistas a quien lo pida y a los medios que sean. Se merece, ante esto, ser invitado a algo que le cambie el libreto.
Nada mejor para romper la monotonía de un día de semana que cortarla al medio, a la semana, con un asado a la leña del destiempo. Esa de la que Osvaldo Bayer sabe.
A Bayer lo esperaba un asado en las Sierras Chicas de Córdoba. A nosotros, tanto más.

En Córdoba desde temprano, ya había pasado por estudio de televisión, por hotel, por entrevistas y por una charla que picó en punta con el rating. Bayer fue el más convocante de la última Feria del Libro: casi tres horas para hablar de la crueldad en la historia argentina. Interminable Argentina.
Ahí, con el día pronto a consumirse, auto para Osvaldo y ruta hacia el Norte. Y la impaciencia de no saber a dónde lo llevaban. La leña seca que da el monte sin que nadie se la saque ya ardía. Y Bayer decía:

_ Che, ahí leí un cartel que decía: San Luis: 16 kilómetros…

Bayer llegó a Mendiolaza cuando la leña era brasa, cuando la espera exultaba. Se sentó en la cabecera de una mesa que a su vera no reunía a más de 6 personas y sin que nadie dijera nada, sabiendo que todos esperaban sin decir, copa tinta en una mano, el queso que acompaña el ingreso a los placeres del comparte, parió las historias nunca contadas en ese libreto oficial al que Bayer siempre ignoró.

Aquella alemana que corría desnuda, los fusilamientos de la Patagonia y los radicales que no tienen tiempo de la autocrítica: “Con los problemas que tenemos los radicales ahora…”, le dijo Terragno hace tanto; el hermano Rodolfo, su guía, muerto en el fuego de la solidaridad.

_ ¿Y vos cómo sabes? –me pregunta Bayer, incrédulo, sorprendido-.
_ Porque lo leí Osvaldo.

El Tugurio: su hogar en Buenos Aires, bautizado así por el otro gran Osvaldo. Soriano fue su compañero en la porteña soledad y en el gélido exilio. Soriano y Bayer, a veces, parecieran ser uno.
Rosario Central, su club. Jamás, este santafesino, sería hincha de un club con nombre inglés: pobre Ñuls. Además, en su época, Central tenía un jugador habilidoso, puro placer verlo jugar. Pero más que eso: fue asesinado por la policía. A Bayer eso le gusta. No los mártires de la historia: sí los que hacen frente a una historia, casi siempre, que incomoda.

“El triunfo de la ética ha sido total en las luchas patagónicas. Todas las tumbas masivas están marcadas. Malvino Arguello tiene una calle en Puerto San Julián, Antonio Choto una calle en Río Gallegos, Facón Grande un monumento ahí donde lo fusilaron, y qué monumento. Todos los años se hace un acto en la Estancia La Anita, donde están las tumbas masivas de 610 obreros fusilados. Los 10 de diciembre siempre estoy ahí” cuenta Bayer.

_ Gran parte esa es obra suya.
_ Lo que sea. Es obra de la ética.

Bayer no se la cree ni por un segundo. Eso sí: seduce, una y otra vez.

El asado está listo. La noche acompaña. “Me voy a servir un poquito de vino si es posible”, dice. Faltaba más. Dice que va a comer poco. Pasó por el jamón crudo. Va por los embutidos puro cerdo. Bayer come. Y habla como el padre de una familia que nunca se cansa de escucharlo, una familia que más bien parece un club de fans que le pide temas desde el igualitario lugar de una explanada, a él, el león en su cetro:

_ Cómo fue Osvaldo esa historia con Piri Lugones, Rodolfo Walsh, el Che Guevara…
_ Eso me llevó de 36 años de expulsión de Cuba. Eran cosas de aquellos años de la Revolución. Después hubo un acto de desagravio… pero menos mal que no me fusilaron. ¿Les cuento? Vamos a terminar que se acomoden…

Algunas buscan el último lugar en la mesa. A Bayer, cuando habla, le gusta que todos escuchen. A todos nos gusta escuchar a Bayer.

_ ¿Quien se encarga de la carne? –pregunta alguno, hambre-
_ Yo. Lo escucho 2 minutos y la traigo.
_ Mirá que dura media hora –me dice Bayer, advirtiendo-.
_ Mejor traigo la carne.
_ Viste que soy larguero. Si doy más detalles dura una hora y media.

Las mocillas y los chorizos empiezan a circular.

_ ¿Les cuento lo de Cuba? Chorizito, morcilla. Valió la pena venir che. Muy bien por el asador, un aplauso.

Aplauden. Bayer ha pedido un aplauso para este escribiente/asador. Tarea cumplida.

_ Esto ya es mucho -digo- Bayer me aplaudió el asado.
_ Bueno –dice Bayer- ahora que hable él mientras nosotros comemos. ¿Cómo hizo el asado usted, joven? Cuente, cuente…

Risas generales. Bayer no sólo es rebelde y es moral.

_ Bueno –dice cortando risas y suspiros de vino tinto- 1 de enero de 1960. Primer aniversario de la Revolución. Nos invita, la República de Cuba, a 5 argentinos para asistir a los festejos. Una intelectual, que era la escritora Sara Gallardo, muy buena escritora, muerta muy joven, por eso no se la conoce. Y cuatro gremialistas. Yo era Secretario general del Sindicato de prensa. Viajamos a Cuba, nos acompañó la madre del Che Guevara en el avión, que conversó con nosotros.

_ ¿Y Rodolfo Walsh estaba allá? -pregunta una comensal-
_ Sí, estaba allá, en Prensa Latina… Por favor, si interrumpís yo me deprimo… Voy a comer nomás –miente, y rápido retoma el relato- Llegamos a Chile. Nos recibió Allende, 20 minuto nomás, pero para nosotros… Llegamos a Cuba, del Aeropuerto directamente a la Plaza de la Revolución. Un sol impresionante. Y Fidel Castro, y no les voy a mentir, habló 5 horas, un discurso de 5 horas. A la media hora mi cabeza con el sol… me agarró una insolación. Unos cubanitos –entona sus palabras en un claro cubano- se apiadaron de nosotros y nos trajeron unos pajizos. Estaba el Che al lado de Fidel, estaba Camilo Cienfuegos, qué lindo tipo… Fuimos a descansar, y al día siguiente fuimos a Santa Clara, la ciudad que había conquistado el Che Guevara bajando de la Sierra Maestra. Y viene un cubano y me dice –vuelve a hablar en cubano-:
_ Me acaba de llamar el Compañero Che desde el Banco de la Industria. Los espera mañana a las 10 y media de la noche –vuelve a su voz y continúa-.
Horarios del Che. Entonces nos volvimos de inmediato a La Habana, y teníamos todo el día para esperar. Entonces me dije: me lo voy a visitar a Rodolfo Walsh. Lo llamo y me dice “venite, que tenemos tanto que conversar”. Voy, empezamos a conversar. Estamos conversando –cuenta Bayer mientras el asado va desapareciendo- y de pronto entra un minón impresionante. Rodolfo era un tipo de lo mejor, de lo mejor… pero nos puso en cada aprieto… Porque el tipo cambiaba de compañera cada 15 días. Entonces vos hablabas por teléfono y la última compañera se llamaba Sara, te atendía una mujer siempre, y decías:
_Qué tal Sara, ¿cómo estás?
_ No soy Sara, soy Elisa.
_ Bueno Elisa, perdoname.
_ No, ya sé que lo hacés a propósito, dejate de joder.
Nosotros éramos los culpables. Yo le decía a Rodolfo que por lo menos nos avisara. “No sé, no sé porque me lo decís”, decía él, y ponía cara de inocente, “no entiendo”. Entra una mujer muy bien formada, muy enérgica, se me viene, y me dice:
_ ¿Vos sos Osvaldo Bayer?
_ Sí.
_ Yo soy la Piri, la hija del torturador Lugones.
Miren qué complejo. Entonces Rodolfo de pronto me dice que me quede a cenar, cocinaba muy bien Rodolfo. Yo le digo que no, “vos sabes que el Che Guevara nos espera en su despacho a las 10 y media de la noche”, le digo. Y la Piri me dice:
_ ¿Cómo? ¿Quién te invitó?
_ El Che.
_ Yo me voy con vos –imita la voz de esa mujer fuerte que todos nos imaginamos-
Yo le digo que no:
_ Mirá Piri, es para la delegación argentina.
_ Mirá, conmigo no te hagas el burguesito, yo te agarro del brazo y me meto.
Yo lo miré a Rodolfo como diciéndole “parala viejo”. Y Rodolfo se hizo el boludo, miró para otro lado. Cuando me tengo que ir, para ir al hotel y de ahí a encontrarnos, me despido.
_ Chau querido Rodolfo
_ Mirá que de mi no te libras.
Y yo lo miré a Rodolfo como diciendo de nuevo “parala viejo a la mina”. Se hizo el tímido. El hotel quedaba cerca. En el camino nos agarra, a las 5 cuadras, como dicen los cubanos –vuelve a imitar el tono caribe-, un combate entre los verde olivo y los gusanos. Quedamos en el medio del tiroteo, nos tiramos cuerpo a tierra en la calle, nos cubríamos la cabeza con el cordón de la vereda y pasaban los balazos. Cuando terminó el primer tiempo del tiroteo, viene un cubano y nos dice –otra vez cubano- “adentro, adentro, chicos adentro”. Y nos metieron adentro de un almacén y siguió el segundo tiempo: pim, pum, pam. Terminó el partido y pudimos salir. Llegamos al hotel y ya se había ido la delegación argentina a lo del Che. En el hotel le digo a un tipo que yo estaba invitado por el Compañero Che, pero que había llegado tarde porque hubo una balacera –todo en cubano-.
_ Ah, que ya sabíamos. Pero no importa, que llamo un auto ahora y se van para allá.
Y se van dice, él habló en plural, yo no.

_ ¿Era muy linda la Piri?
_ No era muy linda, pero era… viste…
_ Muy vistosa
_ Muy sexi y muy bien armada. Lomo y otras cosas.
_ Tetas –le dice alguien-
_ Che, yo me voy a retirar… no estoy acostumbrado a estos términos… -se ofende Bayer, puro teatro del gran narrador, y sigue- Viene el auto, nos dicen que subamos –sigue hablando en cubano- Llegamos allá, y el chofer dice: estos señores están invitados por el compañero Che. Y el que estaba en el banco dice: Que pasennnnn –y alarga la n, para demostrar que los cubanos usaban el plural- Ella siempre agarrada de mí. Llegamos y ya estaba hablando el Che Guevara. Habla dos horas y media, nos dice cómo hay que hacer la revolución en Argentina, se termina, volvemos al hotel, nos despedimos, la Piri se va a la casa de Rodolfo, yo me voy a dormir. Y de pronto vienen un negrazo impresionante, como de 2 metros, y dice: documentos. Saco el pasaporte y lo mira. “Que me tiene que acompañar”, me dice. Y me lleva a un subsuelo, en una oficinita chiquita en donde había otro negro grandote, eran del G 2, los servicios de contraespionaje. Y entonces empieza a mirar mi pasaporte como si ahí estuviera toda mi vida. Y me dice:
_Yo –vuelve al cubano- le voy a hacer una pregunta. ¿Por qué usted hizo entrar a su amiga a los del Compañero Che si no estaba invitada?
_ No -le digo –yo no la hice entrar, la dejaron entrar ustedes.
_ Usted no avisó
_ Y no sé, yo no estoy acostumbrado a paran a nadie, sino la paran ustedes.
Y después que le digo eso, el negro me mata con una pregunta:
_ Escúcheme señor, ¿usted no sabe lo que es la autocustodia revolucionaria?
Me puso tanto contra la pared que le dije que no tenía ninguna culpa, así que si yo era mala persona o sospechoso para ellos, que no tenía ningún problema de irme.
_Así que resérveme la vuelta en el próximo avión.
Me mira y me dice: “Qua ya está hecho. Usted sale hoy las 5.30 de la mañana de acá”.
Iba caminando a mi habitación y pensé cuántas cosas en la historia han ocurrido, en que han acusado y no tenés nada que ver. Entonces me voy a preparar las valijas y de pronto golpean la puerta y era Rubén Queijo, el representante de los canillitas argentinos, que eran verdaderos obreros, ahora son todos empresarios. Era un orador impresionante. Cuando hablaba en una asamblea y decía que había que hacer la revolución social en América Latina, salíamos todos y agarrábamos las armas y hacíamos la revolución. Era impresionante. Y los usábamos como orador a los lugares en donde habíamos ido. Y me pregunta que pasó. Le cuento y me dice:
_Yo me voy con vos.
_ No Rubén, quedate. Me pasó a mi y me las aguanto. Vos tenes que quedarte porque sos el orador de la delegación
Me mira cabizbajo, se sienta en la cama y empieza a mirar el suelo. Y le pregunto que le pasa:
_ Que yo me voy con vos
_ No, vos te quedas.
Lo miro y le pregunto si le pasa algo.
_ Sí –me dice- yo me tengo que ir con vos.
_ ¿Pero por qué?
Hay un silencio
_ No aguanto más: extraño a mi mujer.
Éste quería hacer la revolución y hablaba de ir a los bosques latinoamericanos y estamos un día y medio en Cuba… y extrañaba a la mujer. Cosas de argentinos.
Esa mañana salimos, llegamos al aeropuerto y estaba la mujer esperando, y se quedaron abrazados y besándose como media hora. Por otra parte es muy lindo, pero es medio difícil hacer la revolución así.
Antes de irnos, y al pasar por el hotel, estaba Sara Gallardo con una delegada obrera, todas desgreñadas, con los ojos hinchados.
_ ¿Qué les pasó? –les pregunto-.
_ Después de estar con el Che, nos enamoramos y nos pasamos toda la noche llorando
Y yo pensé: estas también quieren hacer la revolución.
La delegación argentina…

Bayer es todo lo que ya se dijo y ya se sabe y es también un orador que captura por horas a quienes lo escuchan. Esa vieja historia de hacer reír y hacer pensar de qué te reís. Peor mientras reímos, mientras Bayer saca cuenta de aquellos revolucionarios argentinos –uno expulsado, uno que extraña, otra muerta de amor-, para él no fue tan fácil. La historia de la Piri le supuso más de 3 décadas de exilio de la tierra de la revolución. “Aunque a ustedes les parezca mentira, nunca más me invitaron. Vaya a saber lo que pusieron en la ficha”. Fue en el 93’ cuando la sociedad de escritores cubanos, enterados del caso, realizó un acto de desagravio y Bayer volvió a la isla. “Me dijeron que eran cosas de esa época y yo les dije que conmigo se habían equivocado”.

PIRI OTRA VEZ
“En el 63’, estaba viendo las vidrieras del Ateneo en la calle Florida, y de pronto me agarran de atrás, me tapaban los ojos y sin decirme nada, y yo por ciertas protuberancias que sentí en la espalda, me di cuenta que era una mujer”.

Una mujer de la mesa interrumpe para aclarar: las testas.

_ ¿Cómo se dice? –pregunta Bayer- ¿Las tetas?… -y retoma- Y me dice: ¿sabés quien soy?. La Piri, le digo. Y ella me dice: “¿Cómo te cagué nene en la Habana?”. Y fuimos a tomar un café. Y después nos vimos otra vez más cuando ella estaba perseguida, y me ofreció la venta del archivo de su padre, el torturador Lugones, con fotos de los anarquistas, que para mi archivo esas fotos me vinieron muy bien. Ella me dijo: Yo te las regalaría pibe, pero necesito guita. Después la vi de nuevo cuando le di el dinero… y nunca más. Y algunos testigos contaron que en la prisión la torturaron con la picana eléctrica que había inventado el padre, para que aprendiera… hay que ser miserable…


_ ¿Matambre Osvaldo?
_ No. Gracias, está riquísimo, pero ya no.

CUBA OTRA VEZ
“La Feria del libro de Cuba me impresionó –cuenta Bayer-. Por moneditas los pibes se iban cargados de libros. Ahí vos ves lo que es lo buena vida: alrededor de la Feria hay jardines, los hombres tirados en el pasto leyendo libros, y la mujer preparando café para el marido…”
Las mujeres de las mesa lo miran reprochándole la visión que hoy es incorrecta. Él buscaba esas miradas amenazadoras por parte de ellas. Y también la risa de los tan machos.

Y sigue:

_Una vez un pibe salía con un libro grandote con fotografías de Fidel, un pibe de 11 años, y entonces yo, que me gusta el diálogo, le digo
_ Así que te interesa mucho Fidel
Y el negrito me miró de arriba abajo y me dice
_ Que no me interesa Fidel, a mi me interesa la política…

Uh, ahí pensé si no habría metido la pata de nuevo

EL POETA DE LA REVOLUCIÓN
_ Osvaldo, ahora cuéntenos de la reunión con Ernesto Guevara.
_ Ah, eso es largo, largo y muy lindo... pero metí la pata, como siempre… Fue genial, hay que tener tiempo para contarla. El Compañero Che hablaba con una mezcla de cubano y argentino que le quedaba muy bien.

_ ¿Algo de cordobés?
_ No, nada, más bien tipo rosarino porteño. Entonces empieza a hablar y nos dice cómo hay que hacer la guerrilla –comienza a imitarlo, mezcla de cubano y argentino aporteñadorosarino: le sale tan bien- “Un grupo, de 30 compañeros, va a las sierras de Córdoba, encuentra un lugar y ahí se hace el campamento”. Me acuerdo bien que dijo que eran las sierras de Córdoba – y vuelve a ser el Che- “Están 6 meses allí, se acostumbran a buscarse la comida, pasan desapercibidos completamente. Nadie los ve. Y a los tres meses ya bajan”. Me acuerdo ese término: ya bajan. “Y se toman un pueblito. Van a la comisaría, toman las armas y un compañero habla de lo que es la revolución latinoamericana. Y vuelven al lugar. Y entonces, los diarios burgueses publican en todo el país ‘Guerrilleros en Córdoba’ –Bayer no pierde el hilo de la voz guevariana- . Entonces la juventud revolucionaria argentina va a las sierras de Córdoba, los busca y los encuentra. Y ya no son 50, son 200, y son 300, y son 500. Y cuando son 500 bajan de nuevo y toman un pueblo más grande, ocupan el cuartel, toman las armas y un compañero va a la plaza principal y habla de la revolución latinoamericana. Entonces viene más juventud revolucionaria y se toman una ciudad, como digamos, digamos Villa María, donde hay dos cuarteles –Osvaldo vuelve a ser él, y explica: no dijo Villa María, pero dijo otra ciudad de Córdoba que conocía muy bien-. Toman la ciudad, un compañero va a la plaza principal y ya son 2 mil. Y cuando son 2 mil ya bajan definitivamente. Y ya inician la marcha, toman camiones en las rutas, los ómnibus, y se encaminan hacia Buenos Aires. Entonces los sindicatos revolucionarios argentinos hacen un paro general en todo el país, una huelga revolucionaria, y la gente, el pueblo, sale a la calle, porque se entera, a vivarlos y así llegan vivados por los pueblos en las rutas. En Buenos Aires hacen un acto en la Plaza de Mayo, hablan al pueblo y el pueblo los acompaña, toman la Casa de Gobierno e instalan la revolución”. Y nos miró –dice Bayer, ya con su propia voz-, lindo era… Y nos dijo:
_ ¿Alguna pregunta?
Y como nadie preguntaba, pregunté yo:
_ Compañero Che, muy interesante, muy hermoso, hasta poético. Pero no nos habló de la represión, porque cuando bajan la primera vez, los diarios burgueses al día siguiente publican lo de los guerrilleros y comienza la represión. Usted no nos habló de la represión, porque yo estoy en Argentina, y sé que si hay guerrilleros en Córdoba mandarían a la policía, de la provincia y la Federal; si fracasan, llaman a la gendarmería; si fracasan llaman al Ejército, a la Infantería, salen tanques. Y si fracasa todo eso mandan a los más fanáticos de todos, los de Infantería de Marina, que les llaman los gorilas, que son cuerpos preparados anti guerrilla. Y después a las escuelas del Ejército, de la Aeronáutica y de la Marina. Nos gustaría, le digo, que usted nos hable de la represión.
Nunca me voy a olvidar ese momento –dice Bayer, pausado como nunca en toda la noche, con la voz más firme-. Me miró con inmensa tristeza, hizo un largo silencio –silencio que se hace ahora, todos mirando al hombre barbado de la cabecera de la mesa- y me respondió con tres palabras:
_ Son todos mercenarios.
Esa fue toda su respuesta. Y los 4 argentinos me miraron como diciendo: “Y boludo, claro, son todos mercenarios”.
Sí, todos mercenarios, pero iban a matar a todos. Esa fue su respuesta. Y en Bolivia hizo exactamente lo mismo, porque creyó que con un grupito iba a levantar a toda la población. Yo no le hago ningún reproche porque él hizo una revolución, y yo no hice ninguna revolución. Pero es una respuesta poética. Y con qué tristeza me lo dijo, como diciendo que yo no había entendido nada de nada, que cómo podía hacer esa pregunta. A lo mejor es así: si uno quiere hacer una revolución no tiene que empezar a preguntarse sobre la represión sino hacerla. Nunca me voy a olvidar esa respuesta poética del Che.

_ ¿Se lo veía intocable?
_ No, no, era un tipo humilde, sencillo, como una especie de soldado, muy abierto, y con los argentinos fue muy amable. Vestido como militar, fumando los habanos esos, muy tranquilo para hablar, despacioso.

_ ¿En algún momento sintió que lo que les decía tenía posibilidades de hacerse?
_ No, no me lo creí, pero si vos no crees en nada, jamás vas a hacer una revolución.

BAYER NO ES GRATO
En la misma época en que Cuba lo volvñía a recibir, el Senado de esta Nación, comandado por el hermano de aquel rey, lo declaraba persona no grata.

_ El asunto fue así: yo escribí una contratapa en Página 12 que decía que, imitando al mercado común europeo, que no tienen más fronteras, para cumplir con el sueño latinoamericano de Bolivar, y terminar con esta división estúpida de fronteras. Yo recordaba ahí la unión de Holanda, Bélgica y Luxemburgo, el llamado Benelux, que fue el inicio del Mercado Común Europeo. Se eliminaron las fronteras, las aduanas, se hizo la experiencia durante 10 años y fue brillante. Hagamos eso, dije yo, y para empezar unamos las dos Patagonias. Eliminemos las fronteras y que empiecen a comerciar. Igual no iba a funcionar, porque yo he estado ahí y vi cómo, por ejemplo, las de este lado ven con prismáticos lo que hacen los de allá. Y el que mira le dice a otro que anota:
_ Se puso la gorra.
_ Se sacó la gorra.
_ Está limpiando el arma
Desde hace 200 años es así, lo que cuesta toda esa estupidez… Yo puse el ejemplo. Para qué. Lo tomó el Senado de la Nación. Y el Senador por Santa Cruz, que era el Sub secretario general de los camioneros, Ibáñez, presentó un proyecto para que se me quitara la nacionalidad y se me nombrara enemigo de la patria. Lo tomó el Senado de la Nación a ese proyecto y estuvieron discutiendo una hora y media para saber si yo era traidor a la patria. Y el hermano de Menem, que era presidente del Senado, propuso que se me nombrara traidor a la patria. Pero se discutió y al final los radicales se opusieron. Y me nombraron Persona No Grata en el Senado de la Nación. Cuánto sentido de la estupidez. Hasta que Filmus, lo primero que hizo fue presentar un proyecto para que se levantara eso y se me pidiera perdón y se aprobó con absoluta –habla más firme que nunca- mayoría.
Y tan luego el hermano de Menem, mirá vos que personalidad. En el barrio de Belgrano todos le tienen bronca, porque vive en una calle en donde hay muy poco tránsito, pero se hizo poner semáforo. Entonces dura el verde, para que pueda sacar el coche, 5’ y medio minuto del otro lado. Todo el mundo lo sabe. Es lo mejor que tiene para ser insultado. Y nadie lo toca eh, está ahí siempre. Te imaginás los anarquistas como hubieran volado el semáforo, Menem y la…

HOY ES SAN OSVALDO
_ Chicos, yo me tengo que ir porque mañana me tengo levantar temprano, son 12 menos 5.

_ Hay helado, ¿un poquito?
_ Un poquito.

_ Osvaldo, algo de Soriano.
_ Con Soriano tengo tantas anécdotas. Le gustaba mucho Berlín, se venía desde París. Y se pasaba unos cuantos días. Y un domingo, les cuento pero por favor no me interrumpan. Me visita Soriano. Y un domingo, pará que calcule bien la hora -piensa un rato y sigue- a las 9 de la noche hora alemana, Soriano me dice:
_Escuchame una cosa, ¿me permitirías hablar un momento a Buenos Aires, porque tengo problemas con el libro últimamente, y quisiera hablar con mi editor?.
_ Sí, claro, hablá. En la habitación del lado está el teléfono.
Se metió a hablar. Yo calcule: 9 de la noche hora alemana, menos 5 horas de diferencia, 4 de la tarde hora argentina. Terminó el primer tiempo de San Lorenzo. Vuelve muy contento, yo callado la boca. Le pregunto por el editor. “Muy bien, todo muy bien”, me dice contento. Yo pensé: va ganando San Lorenzo.
10 de la noche, hora alemana, menos 5 horas, 17 hora argentina, Una hora más, y me dice:
_Che, alemán, sabes que me quedó una duda con el editor, y quisiera preguntarle algo.
Ya calculé: terminó el partido, quiere saber cómo salió San Lorenzo. Habla por teléfono, y vuelve contento. Y para que no crea que yo era un boludo, porque él me decía que yo era muy alemán, que me tenía que aporteñar, entonces para demostrarle que no soy tan alemán, le digo:
_ Yo no sé cómo vos podés ser hincha de un club que tiene nombre de un cura –por Lorenzo Mazza, que fue el fundador, explica-.
Y entonces Soriano reaccionó y me dice:
_ Pero no, no es por el cura, es por el combate de San Lorenzo.
Eso era algo que inventó en el momento. Y entonces yo, señalándole como el dedo así, le digo:
_ Peor, ¡militarista!
Y se cabreó y me dice: Andá al carajo. Yo ya había hecho la cena y se fue a dormir. Se cabreó.
A la mañana siguiente me levanté, preparé el café, compré unas medialunas alemanas, se levantó él, no me saludó, desayunamos en silencio y de pronto me mira y me dice:
_ Yo no comprendo cómo vos podés ser hincha de un club que tiene como nombre ese artefacto con el que rezan las viejas.
Me mató. Me paré y le dije: me ganaste. Se la había pensado toda la noche.

LOS INTELECTUALES ENERVADOS
“Nosotros teníamos un grupo que se llamaba El Grupo de los 5, y nos reuníamos los jueves en mi casa, en El Tugurio. Éramos León Rozitchner, Tito Cossa, David Viñas, Soriano y yo. Y siempre era así: los 4 empezábamos a tomar champagne, ¿por qué no?, y Soriano siempre llegaba tarde, a propósito: llegaba, y se hacía el boludo, y tiraba un tema en la mesa y siempre sobre ese tema se agarraban Rozitchner contra David Viñas. Las discusiones eran terribles, se paraban y se decían de todo y Soriano sonreía como diciendo: gané yo”.

Y sigue Bayer relatando el último encuentro, cuando Soriano se desdecía sin hacerlo. “Me acuerdo la última vez antes que lo internaran. Estuvo genial Mientras los esperábamos tomábamos un champagne, y yo un poco siempre le daba pie. Le decía: ‘ Osvaldo, qué tarde que llegaste’. Y esa noche dijo que le había pasado una cosa increíble, que venía caminando por la Plaza Belgrano, que iba a llegar temprano acá, ‘porque no me gusta llegar tarde, y estaba la iglesia de Belgrano, y sentí como una cosa que me atraía, y me metí adentro de la iglesia, algo que me empujaba, me acerqué al altar, cristo crucificado, y no sé que me pasó, yo que no creo en absolutamente nada me puse de rodillas’”, cuenta Bayer, que dice que Soriano era un gran actor.

“Y Rozitchner –sigue Bayer-, que es un judío que odia a los judíos pero principalmente a los cristianos, está contra toda religión, lo mira a Soriano y con enorme desprecio le dice:
_ Y claro, porque vos sos un degenerado, como todos los cristianos. Adoran un instrumento de tortura –la cruz era un instrumento de tortura para los judíos- y ustedes se ponen de rodillas. Y cuando se casan se acuestan en la cama camera y hacen el amor –dijo otra palabrota- debajo de la cruz. Ahí se inspiran gozando con un elemento de tortura.
Entonces David Viñas escuchaba la cosa y lo mira a Rozitchner y le dice.
_ No, para viejo, no es tan así, como decís vos. Vos sabés que mi madre era judía –la madre de Viñas era judía, casada con el Juez Viña, que aparece en la investigación de la Patagonia y dice- Ya representa otra cosa
_ No, es un instrumento de tortura. No tratés de rebajar una cosa que es así…
Y se largó la discusión y llegó un punto en que se estaban parando para cascarse. Y entonces Soriano me miraba y me guiñaba un ojo como diciendo: ha sido un éxito.
Era genial. Y después seguro que escribía un cuento”.

Risas generales. No tantas para Bayer. “Nunca más nos reunimos después de su muerte, porque nos la íbamos a pasar hablando de él. Era el mejor de todos los 5”.

HAGASE PIRATA
_ Osvaldo, ¿sabía que a Eduardo Galeano, nosotros lo hicimos hincha de Belgrano? –le decimos los tres hombres de la mesa, responsables de la proeza-.
_ Sí, me contaron
_ ¿Aceptaría hacerse hincha de Belgrano junto a nosotros?
_ No, yo soy hincha de Central.
_ Pero bueno Osvaldo, canallas, piratas, somos casi lo mismo…
_ ¿Belgrano está en la B? Nosotros estamos primeros en Primera. Así que por favor compañeros…
_ Jugamos la Promoción.
_ Y les ganamos
_ Injustamente, le decimos.
_ Pero les ganamos.
_ Es cierto. Y les envidiamos lo hinchas que tiene Central: Olmedo, usted, Fito Páez, Fontanarrosa, el Che Guevara…
_ El Che Guevara, el mejor de todos. Y a mi me lo dijo la hermana además, lo sé de primer fuente
_ ¿Qué le contó?
_ Resulta que estoy en Berlín, en el exilio, y me llama la hermana, que se llamaba como la madre. Me dice si me puede visitar. Entonces yo la espero en la puerta, llega y me dice: “Te vine a visitar pero te pido por favor, no me preguntes nada de mi hermano porque ya me tienen cansada, que cómo era, que qué hacía…” Yo le dije que bueno, pero pensé que lástima, yo la había invitado para hablar del hermano. Conversamos de todas las cosas que ella vivía en Suiza, del exilio, de la Argentina. A las 2 horas se va, la acompañé hasta el subte y cuando ya venía el subte, le digo:
_ Celia, ¿me permitís una pregunta sobre tu hermano?
Ella me mira con bronca y me dice
_ Sí, ¿qué querés saber?
_ Solamente quiero saber de quién era hincha.
_ De Rosario Central
_ Ah, bueno gracias, -Bayer pronuncia rápido una palabras en alemán- Eso era lo que quería saber, le hablé en cualquier idioma y me fui, yo estaba contento.

La noche con Osvaldo Bayer llega a su fin. Insiste en que valió la pena haber ido hasta allá, tan cerca de San Luis. Podrían decirse tantas cosas. Pero nunca un par de horas de conversa, que nos hacen saber que las cosas se juegan acá: por donde camina el hombre, fueron tan justas. Mejor callar.

1 comentario:

Nano dijo...

Es genial esta entrevista, la situación, una belleza. Ahora, entre una noche con Osvaldo Bayer y una con Sabrina Love... me da que no la dudo