viernes, 8 de junio de 2007

GUSTAVO GODOY, NIETO RECUPERADO

“Esto fue como un nacimiento”

Abuelas de Plaza de Mayo necesitaba difusión. Y sólo haciendo conocer el producto de su labor, los jóvenes con dudas sobre su identidad pueden esclarecer su pasado y presente.
Gustavo Godoy, nieto e identidad recuperada, contó su historia a Matices con un solo objetivo: que esto sirva a seguir encontrando a los que faltan.


Gustavo Weil nació hace 27 años, en Paraguay, un 19 de abril. Después de un accidente automovilístico del cual fue el único sobreviviente, una familia lo adoptó como su propio hijo. En Asunción pasó casi toda su vida.
Gustavo Godoy también nació hace 27 años, pero en Campo de Mayo, en un centro de detención y tortura de la última Dictadura argentina. No sabe aún qué día llegó al mundo y de sus padres sólo conoce que están desaparecidos, lo que en este país es sinónimo de asesinados. Hace menos de tres años, se reencontró consigo mismo, una persona a la que ni siquiera conocía.
Gustavo es uno solo. Y esta es su historia.

LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE
Hace 27 años, el presente de Argentina no era más que un manojo de oscuridad y muerte. Y hace 27 años también, Gustavo nacía en Campo de Mayo. Apenas parido, un matrimonio de Buenos Aires lo adoptó gracias al contacto con un militar, que facilitó todos los trámites de la adopción. El mismo hombre les recomendó: “Vayansé a Paraguay”.

“Son mis apropiadores –dice Gustavo del matrimonio que lo crió- pero yo les sigo diciendo mis viejos, me han criado. No se pueden borrar 25 años de un día para el otro. Me adoptaron como un hijo legítimo, yo nací en Paraguay. Tengo fecha de nacimiento el 19 de abril. Según mi viejo, cuando me sacó de Campo de Mayo, tenía el ombligo fresco, la panza llena de sangre. Estaba recién parido”.
Como el mismo dice, ‘supuestamente’ nació en Paraguay. A los 5 ó 6 años su padre le dijo la verdad, en parte: que era adoptado. Con esa verdad a medias vivió gran parte de su tiempo, reconociéndose paraguayo de Asunción sin saber qué había detrás y qué habría por delante.

Hasta que a los 19 años llegó a Córdoba a estudiar, destino elegido dado que aquí viven varios familiares de su madre. “Y acá me empezaron a meter fichas, a presentarme dudas. Yo no tenía idea de nada de lo que había pasado en Argentina, porque me crié en una historia totalmente distinta, en otro país. Pero una tía me dice, un día charlando, si no había averiguado nada de mis padres biológicos. Pero fue sólo eso, me preguntó. Y de ahí, ella me fue guiando”.
Gustavo reconoce que “al principio no quería averiguar mucho, sentía mucho despojo, una sensación de abandono de mis padres biológicos. Al principio no me interesaba, no era el momento. Recién me venía acá, mis viejos se habían separado, eran muchos cambios...” recuerda.
Pero a pesar de los cambios, la duda comenzó a crecer. Y ya nadie la puso contener.

“En los siguientes viajes que hice a Paraguay, le empecé a decir a mi viejo que me contara la verdadera historia de mis viejos, que quería saber quiénes eran. El me decía que yo había nacido en una clínica de Paraguay, que era el único sobreviviente de un accidente automovilístico. Y yo me quedé con esa, pero al siguiente viaje, lo presioné un poco más y le dije que al otro día quería ir a la clínica para ver si había datos de mis viejos, que si me quería acompañar”. El padre aceptó el convite, pero cuando llegó la noche y supo que la certeza no iba a tardar en estallar en mil pedazos, “me llama y se larga a llorar. Y me cuenta la verdad”.
Y ahí comienza una nueva historia para Gustavo, que con más de dos décadas encima, no sabía quién era.

DESCUBRIRSE
“Volví a Córdoba y me presenté a Abuelas en forma espontánea. Eso fue en el 2000” recuerda. “Me sirvió mucho el contacto con Abuelas para armar todo esto. Te apoyás mucho en ellas, se abren completamente. Cuando llegué a Abuelas ya sabía cómo era la cosa. Mi vieja nunca me mintió, pero nunca dijo nada. Siempre se quedaba muda, atónita. Y el día que supe la verdad, le conté y ahí empezó a acotar y contarme y a llorar. Pero fue mucho tiempo, fue muy duro...”.
Tan duro como los 3 años que se tardó en conocer el resultado del ADN para saber quién era y de donde venía. Mientras pasaba el tiempo, “seguí yendo a Abuelas, preguntando. Pero tampoco quería maquinar tanto, traté un poco de aislarme, de no hacerme ilusiones” explica.
Entre tanto, pasó por todas las sensaciones: bronca, desilusión, “había pasado mucho tiempo y era una cosa que yo tenía que saber, por más dura que fuera. Siempre hay que ir con la verdad....”.

Al final, pasaron los tres años y en noviembre de 2003, empezaron a salir los resultados, “después de muchas búsquedas con los mapas genéticos, me llaman y me dicen que encontraron una familia que daba 99,999%, la probabilidad de error era 1 en 100 mil millones”. Gustavo, de ahí en más, supo que había otro Gustavo. Y había que conocerlo.
“Me dijeron que tenía 4 hermanos que me querían conocer. A los días viajé e Buenos Aires y nos conocimos. Nos encontramos en la sede de Abuelas y ahí nomás nos largamos a llorar. Nos juntamos en una mesa larga en donde había espejos en las paredes, y veo de costado a un hermano y me veía a mi, creía que era el reflejo del espejo pero no, era mi hermano. Me quedé duro, blanco” dice, entre muchas otras cosas que buscan explicar la sensación inentendible de saber, cuando se tienen 25 años, que otra historia aguardaba para pertenecerle.

“Empezamos a tener amistad, confianza. Son muy buenos, muy humildes porque se quedaron solos con mi abuela. El más grande tenía 8 y el más chico 1 y medio cuando secuestraron a mis viejos” narra y con ello, comienza a rearmar su propia historia: “Mi vieja tenía 8 meses de embarazo cuando se los llevan. Ella era ama de casa, pero mi viejo era dirigente sindical. Los llevan a Campo de Mayo. Y el que entraba ahí, era muy difícil que saliera. Hay pocos sobrevivientes, pocos datos. Mi abogada está investigando si alguien la conoció ahí adentro, si alguien sabe qué día nací. Hay muy pocos datos. Desde el día del secuestro se pierde todo”.
Tras esta primera aproximación, Gustavo comenzó a transitar las huellas de su otra vida, su vida: “Conocí donde vivían mis viejos, conocí a sus amigos. Vino una señora que era la primera vez que me veía y me abrazó y se largó a llorar. Había sido muy amiga de mi vieja”, cuenta; y junto a las rastros de la vida diaria de quienes se habían juntado en amor para traerlo al mundo, aparecieron los últimos datos de él, en el vientre, cerca de su sangre por última vez: “También me contaron cómo había sido el secuestro de mis viejos, que mis 4 hermanos estaban contra la pared, mi vieja en el piso llena de sangre que les decía que no se den vuelta y mi viejo también tirado, con un militar pisándolo con la rodilla, mientras otro le pegaba un culatazo en la cabeza. Metieron un vecino adentro para que se quedara con los chicos. Al día siguiente se los llevó a mi abuela, que vivió para mis hermanos” y que falleció a mediados de los 80’, sin saber nada de su nieto expropiado pero sin descansar para encontrarlo.

En los sucesivos viajes a Buenos Aires conoció a todos sus parientes por parte de su madre. Con los de su padre, distanciados de la familia materna, tiene la deuda de seguir la historia del reencuentro: “A mi viejo le decían Bobby, por Bobby Charlton –ex futbolista inglés- porque jugaba muy bien, eso me lo contaron dos tíos que lo querían mucho, pero hay otros que no quieren hablar, sienten bronca por lo que le pasó a mi vieja”, explica.
En cuanto a sus sensaciones de hoy, Gustavo no duda: “Hoy siento orgullo de mi viejo, aunque creo que las condiciones no estaban dadas para luchar, reivindico lo que él hizo. Los militares –asegura convencido- mataron un proyecto de país”.

LA VIDA, DE AHORA EN MÁS
Lo que más repite Gustavo en esta hora y media de charla es una frase sencilla pero que encuadra la percepción propia de su nueva vida: “Desde el principio dije que esto era para sumar y no para restar. Ahora tengo 10 hermanos. En vez de 15 tíos ahora tengo 30, 40. Yo siento que son míos también, me críe con ellos”, explica y agrega: “No tengo rencor. Yo plantee cómo era el tema y no hubo problemas. Todos aceptaron mi historia”.

En cuanto a sus padres apropiadores, las sensaciones son encontradas. “Con mi viejo –ya fallecido- la relación se fue deteriorando. Pero fueron otras circunstancias, no fue sólo por eso. El desencuentro era por sus formas de ser y de actuar, formas que yo no compartía. Tuve un click (hace un chasquido con los dedos) y dije: ‘así yo no quiero ser’. No quiero vivir así, no quiero ser así” cuenta y explica el motivo de este distanciamiento previo a saber la verdad: “Mi viejo, por ejemplo, exportaba plantas a Europa que las vendía a u$s500 y le daba 1 dólar a la persona que se lo compraba y que capaz se estaba muriendo. Y cuando más pobre era, más le podía sacar. Yo no podría dormir tranquilo siendo así”.
El hecho de que el padre apropiado haya fallecido, dice Gustavo, lo deja “más tranquilo. El estaba muy implicado por el hecho de ir a buscarme. Mi viejo era así, me lo imagino sacándome de Campo de Mayo, saliendo rápido y escondiéndome, era un inconsciente –recuerda con una sonrisa-. Era loco, tenía un carácter impulsivo. Me lo imagino todo. Pero no creo que haya tenido algo que ver. Hoy no le guardo rencor, pero distinto es con los militares, justicia hasta el fin...” expresa con seguridad.
En tanto, de su madre, que vive en Córdoba, sólo dice “ahí estamos. Pero mis broncas o enojos con mis viejos son más por cosas de la vida diaria que por la apropiación”.

“Yo siempre fui muy distinto...”, me dice cuando le pregunto si al conocer la verdad sus ideas cambiaron. “Fui bastante distinto a lo que era mi viejo. Siempre fui de fijarme más en la pobreza, siempre lo noté, y más en Paraguay, donde los contrastes son más grandes. Allá te vas dando cuenta porque los postes de cemento de la luz pasan a ser de quebracho y después de cocotero. Allá es así. Se termina el asfalto donde empieza la pobreza. Es muy grande el contraste. Y de chico ya me pegaba eso, a pesar que siempre viví en un barrio lindo, pero me llamaba la atención, ‘la puta, por qué estas diferencias’”.

Gustavo está cursando el 5to año de Agronomía en la UNC, donde milita en el Movimiento de Base de Agronomía (MBA). Además, es Inspector de Parques y Paseos en la Municipalidad de Córdoba y colabora en todo lo que puede con Abuelas.
Y mientras aguarda el trámite que lo rebautice como: ‘Gustavo Godoy, nacido en Argentina’, cuenta: “Mi proyecto de vida sigue siendo el mismo. Lo único que cambió es que ahora quiero ayudar, en Abuelas, en Hijos, tratar de colaborar, seguir militando. Antes lo sentía, pero ahora se hizo más acentuado. Nunca analicé si esa parte es herencia de mi viejo, es una materia pendiente, saber más quién era él” y concluye: “Tengo que empezar a formarme la idea de mi viejo, conocerlo bien para poder contarles a mis hijos quién fue su abuelo...”.


RECUADRO
ABUELAS. ABUELAS. ABUELAS. ABUELAS. ABUELAS. ABUELAS. ABUELAS
“Apenas llegué a Abuelas, les dije claramente ‘yo elijo qué se hace y qué no’. La primera vez fui con tres abogados, tenía un cagazo bárbaro. Necesitaba sentirme seguro. Después seguí sólo junto a las Abuelas, pero primero tenía que saber qué significaba todo.
Ellas fueron muy importantes. El laburo que hacen no tiene precio, siento una admiración muy grande hacia las viejas... Me gustaría que mi abuela haya sido como la Sonia (Torres) o la Otilia (Argañaraz). Me la imagino así. Luchadora”, sueña.
En cuanto a su experiencia como colaborador de Abuelas, cuenta: “Muchos llegan a Abuelas exaltados, pero no, yo les decía que esa era su búsqueda, su historia. Abuelas está para acompañarte. Pero sos vos el que entraste por esa puerta y vos vas a empezar tu búsqueda, no es un trámite, es parte de tu historia”.

RECUADRO
“Yo sé que el nieto de Sonia va a aparecer, yo la quiero un montón, me siento un poco nieto de ella. En toda esta historia busqué pilares. Sonia, mi novia, mis primos, mis tíos. En ellos me apoyé mucho. Estaba muy vulnerable, entregado. Te vas soltando. Yo a esto lo relaciono con un parto, un parto es un acontecimiento fisiológico traumático. Esto es igual. Un tío, que me apoyó mucho y quería que supiera le verdad, me dijo: “Yo lo vi nacer a Juan, la vi nacer a la Mechi –sus hijos-, y ahora te vi nacer a vos, mi tercer hijo”. Yo lo tomé como un nacimiento, fue todo nuevo, conocí mi raíz. Y ahora voy a sumar estas dos historias que tengo”.

RECUADRO
TIEMPO AL TIEMPO
“Para ellos –sus hermanos- fue distinto, se pasaron toda su vida buscándome. Y yo hace recién tres años que sé todo esto. Quiero ir despacio, todos necesitamos ir despacio. Cada vez que voy, yo quiero ir a ver a los amigos de mis viejos, conocer más cosas, pero mis hermanos quieren estar conmigo nomás. Estamos en esa etapa de conocernos, de hablar. Han sido una gran contención en este tiempo, me protegieron mucho”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Leí sobre tu vida y me emocioné mucho... Me alegra que hayas querido saber sobre tu identidad, cosa que en el caso de mi novio se niega a averiguar por miedo a lastimar a su familia, el tambien es adoptado.
Bueno..me alegra que hayas encontrado una familia o parte de ella... y saber tu verdadera historia. saludos Laura