viernes, 8 de junio de 2007

ROBERTO ‘KOLLA’ CHAVERO

“Y nosotros queremos ganarle al sol…”

Instalado en el Cerro Colorado, el Kolla Chavero, hijo del genial Atahualpa Yupanqui, volvió a los pagos de su padre.
Con el Cerro Colorado de fondo en octubre de 2006, el arroyo Los Tártagos le puso música a las palabras de Chavero.


EN EL NOMBRE DEL PADRE
“Así me bautizó mi padre al nacer –cuenta Chavero acerca de su apodo - Yo tenía los ojos muy rasgados y me puso Kolla. Aparte, le dio una intensión clara, de los kollas salen los incas, entonces de ahí la posibilidad a esto de comunicar lo que puede significar para nosotros el vínculo entre el hombre y la tierra. En ese sentido más abarcativo él hizo su bautismo” explica y asegura que Kolla es su marca, a la cual “pretendo honrarla”.

¿Cómo se honra una marca puesta por Yupanqui?
Trato en general de difundir lo que es su obra, los contenidos de su obra. Creo que mi padre dejó un legado muy importante, la concepción de la relación entre el hombre y la tierra, que le permite al hombre además, empezar a vincularse con otros hombres, a partir de un conocimiento profundo, de un cariño profundo, de una aceptación del lugar en donde te toca nacer, con las cosas buenas y las cosas negativas que pueda tener un lugar. De lo contrario no habría habitantes en la Puna, en la selva o en los desiertos. Entonces, cuando el hombre acepta ese destino, y lo acepta de buen grado, con amor, empieza a manifestarse algo más trascendente en él y a vincularse y a generar un sentido de comunidad. El hombre, en la medida que acepta su lugar, el lugar que le tocó en el mundo, empieza a generarse en él ese necesidad de comunidad, de compartir lo común con los otros que están en ese lugar. Creo que ése es uno de los ejes fundamentales de la obra del tata. Él lo destaca siempre. En sus canciones está, uno encuentra el porqué de esa canción en las primeras estrofas, ahí está definida la situación, el lugar. Mi forma de honrar esta tradición es ir manifestando la posibilidad que tiene el hombre de encontrar la paz. Hoy, en tiempos tan feroces, tan de sacudidas emocionales, donde el hombre ha perdido la brújula frente al avance de una sola forma de ver el mundo, de una sola forma de ver la vida... El hombre ha dejado de ver lo importante que es honrar su lugar, su territorio. A partir de ese poder generar espíritu de comunidad.

En ese sentido, es curioso que Yupanqui, habiendo nacido en la provincia de Buenos Aires y habiendo vivido desde muy chico en Tucumán, haya elegido al Cerro Colorado como su lugar en el mundo.
Un caminar. Mi padre nunca dejó de amar la pampa. Lo que pasa es que fue una persona muy influenciada en la etapa precoz de la vida, a los 8 años, en donde se generan esos acontecimientos que calladamente después nos marcan. Y él fue muy marcado por las montañas y su estadía en Tucumán. Y cuando de grande dejó Tucumán voluntariamente porque no estaba de acuerdo con determinadas cosas de allá, encontró en el Cerro un lugar muy parecido, muy paisano y sin aquellas cosas que lo hicieron dejar Tucumán. Y entonces eligió afincarse aquí y como él dice en algún video, cuando haga mi casa la voy a hacer acá en el Cerro. El tata nunca tuvo esa disposición que es normal para todos, eso de que lo primero que se piensa es hacer su casa. No, mi padre fue, no diría un vagabundo, pero sí un caminante. Anduvo por muchos lados y no estaba en él esa idea de que ‘me compro un departamento o me hago una casa’. No. Recién le surgió cuando encontró el lugar que él necesitaba. Y ese lugar fue el Cerro.

De que año estamos hablando
39’, 40’, por esos años fueron las primeras venidas del tata por acá.

Y no hablamos del Cerro como está hoy. Hoy es más fácil.
Habría tres, cuatro casas. Era todo muy agreste. Él empezó a construir en el 47’ su primer ranchito. Esto era todo monte y lo primero que hizo fue una choza. Mis padres no tenían en ese tiempo ninguna posibilidad económica más que eso, era como un refugio de montaña. Así empezó a crecer esta casa después. La suerte de mi padre después fue mejor y pudo construirse esto, que todavía está en construcción.

¿Todavía está en construcción?
Sí, esto va a seguir evolucionando en la medida que lo requiera su condición actual de casa museo. Nosotros queremos construir un pequeño anfiteatro para hacer recitales, para poder conmemorar el 23 de mayo y celebrar el 31 de enero. Hay mucho que mejorar.

Y para eso elegiste venir a vivirte al Cerro, ¿cuánto hace?
Que estoy fijo hace un mes y medio, pero en realidad hace como un año y medio o dos años, si bien estábamos viviendo muy bien en Villa Mercedes, en mí había una necesidad interior de estar más tiempo en el Cerro. Yo no pensaba que iba a poder vivir acá. Pero yo sentía esa necesidad de estar más tiempo en el Cerro y pudimos instalarnos permanentemente.

NATIVOS Y EXTRANJEROS
Acaba de pasar el 12 de octubre. Y estamos acá en el Cerro, lugar preponderante para las culturas prehispánicas.
Es algo complejo para nosotros. Por un lado, obviamente, después de aquél 12 de octubre se produjo en América una circunstancia sumamente dolorosa para los pueblos que habitaban aquí. Pero a la vez, nosotros somos hijos de eso que sucedió. Si en mi sangre hay sangre sanavirona, es algo que a mí me enorgullece. Pero también tengo sangre vasca de aquél tiempo. Es muy complejo desde hoy juzgar aquello. Yo no estuve ahí, yo soy producto de aquello. Y a la vez, yo no puedo dejar de celebrar que a raíz de aquello hoy yo esté aquí, en este lugar. Y como dijo Toro Sentado, en el momento en que los Siux en los Estados Unidos pierden y los llevan como ganado a un cuartel: ‘el tiempo de la lucha terminó. Por algún motivo perdimos. Lo que nos queda ahora es tomar lo mejor del camino del blanco y lo mejor del camino del indio para construir una nueva vida’. Él, en ese momento, en el momento de la derrota, tuvo la lucidez, la paz para saber qué futuro les cabía. Y es lo que el tata proclama en toda su obra, sobre todo en Camino del Indio. Los dos, cada uno en lengua, usaron el mismo concepto.

Hablás de poder amalgamar las dos culturas.
Exactamente. Lo mejor de ambas culturas. Cada vez que doy una charla, parto de Camino del Indio, donde se junta el valle con las estrellas. Y en el valle es donde se da la vida, se da lo material, donde se la siembra, los animales. El Camino del Indio es justamente unir esa materialidad con las estrellas que representan lo espiritual. Un hombre no mira las estrellas pensando en cuál será el negocio que hará en el banco, mira las estrellas porque está pensando profundamente en su destino. Para mí ése es el camino que nos marca el tata y creo que es la respuesta a tanto desgarro, porque también hay que darle sentido al dolor; si uno no lo trasciende se está empantanando. El dolor de lo que sucedió después del 12 de octubre.

¿Se ha aprendido de ese dolor?
Estamos en camino. Todavía no. Una vez, un jopi, un consejero de este pueblo tan misterioso, un pueblo que hay que estudiarlo, decía que no participaba de las reuniones o concejos porque todavía sus hermanos no habían comprendido, que él estaba esperando que se comprendiera cuál era el significado de la presencia de ellos. Todos los continentes han tenido sus pueblos originarios. Hoy en Siberia hay un pueblo que vive al borde del Círculo Ártico. Y los que se atienen a la tradición de su pueblo viven en un lugar en donde el oro está casi al nivel de la tierra. Escarban un poco y encuentran oro. Y los antiguos a ellos les transmitieron una leyenda: que el oro son las lágrimas de la tierra. Y que aquél que toma ese oro, lo único que hace es llevar a su casa llanto y tristeza. Ellos viven en un mundo absolutamente rico, o pisan por una tierra donde el oro está presente y no lo tocan. Y se ríen de los otros que vienen con la tecnología y el afán de enriquecerse. Y se ríen y no los entienden, “como puede ser que lleven tristeza a su casa”. El mensaje está presente en todos los continentes. El tata tomó el mensaje de nuestra América, lo puso en palabras muy sencillas y profundas y eso constituye su obra.

EL PAYADOR OLVIDADO
La obra de tu padre está directamente relacionada con un sonido muy refinado y con una poesía con grandes dosis de reflexión y compromiso. Pero si hoy uno analiza el folklore actual, ve mucho vértigo, mucha velocidad o mucha canción romántica, casi melosa.
La canción de origen folklórico es básicamente una canción que tiende a expresar a un individuo, a un acontecimiento o un paisaje y ese vínculo entre ellos. Tiene que ver con los sonidos primarios, con una cosa primigenia, con este río que está acá –se refiera a Los Tártagos- con esa cotorra que aturde. Tiene que ver con eso, con los hechos sustanciales. Es decir, mal puedo manifestar el amor sino no amo esto. Hoy, lo que uno escucha como folklore responde más que nada a una impronta comercial por un lado; y por otro, los jóvenes y los no tan jóvenes tienen una gran formación técnica: estudian instrumentos, música. Pero lo que no estudian es humanidad, no estudian paisaje. Entonces difícilmente puedan expresar otra cosa que sus conocimientos técnicos, muy marcado por lo urbano. Está bien, ellos son productos de esa urbanidad, pero la canción folklórica no nace en el cruce de dos calles, nace acá. Este paisaje es el que tiene que ser expresado, de lo contrario es una cosa difusa que no tiene perfil propio. No es una expresión cabal, es un producto subcultural.

Querés decir entonces que no es algo genuino
No, creo que no. Una cosa es que yo lea Lope de Vega o García Lorca y que escriba coplas imitándolos, y otra es leer, dejar que eso decante, venir acá y que un día venga una copla, que sin dudas va a estar influenciada, pero en realidad lo que dicta la copla es este paisaje. Y pasa lo mismo con la música que hoy los jóvenes hacen. Ellos no se dan cuenta que es mucho más difícil componer en tono y dominante que componer con 8 o 10 notas. Es mucho más difícil componer una simple copla que esos párrafos enormes, llenos de palabras, ‘que quise decirte que…’ y al final, en las actuaciones terminan explicando qué quisieron decir en la canción. Una canción, si está bien hecha, no necesita explicación. Se canta y listo. Y después el tema del amor… son boleros.

Con algún bombo y guitarra
Exacto. Hay canciones criollas que hablan del amor, las tonadas cuyanas, las cordobesas, que eran muy galantes. Hoy es todo una cuestión de lívido con fluidos expuestos que me parece que son de mal gusto. Se habla de histerias y el criollo jamás fue un histérico en materia de nada; al contrario, fue siempre un sosegado.

Más allá de esto, ¿crees que hay continuadores de la obra de Yupanqui?
Hay mucha gente que intenta el camino. Algunos lo hacen con más eficacia. El rumbo que marcó el tata vale la pena seguirlo, pero es muy difícil. Es arduo, no te expone al aplauso inmediato, al éxito comercial inmediato. Te exige mucho en cuanto a conocimientos, mucho silencio interior, te exige andar la vida antes de cantar. El tata decía que cantar era cosa de hombres, porque no concebía chicos cantando profesionalmente. Es lindo escucharlos en un patio familiar, pero distinto en un escenario cuando no saben lo que están cantando, de qué vida va a hablar un chico de 20 años sino ha vivido, de qué amor va a hablar sino ha amado. Es todo una fantasía. Pero hay gente que trata de expresar lo suyo con mucha autenticidad. No sé si saldrá un nuevo Atahualpa Yupanqui, pero eso no importa. Lo importante es que esa gente vaya aportando nuevas obras fundamentales al cancionero nativo. Esa es la gloria. Que de acá a 100 años haya quien se sienta identificado con esa obra.

Poder permanecer en el tiempo.
Es así. Sólo permanecerá lo auténtico. Nuestra sociedad, con las discográficas, los festivales, pretende mantener en el tiempo toda una simulación de la canción popular que se acomoda a la necesidad económica o comercial del momento. Y justamente, la tarea del cantor, del compositor es acuñar esas otras canciones que hablan con honestidad.

EL SOL Y LA TIERRA
Conociste el Cerro Colorado de chico, lo estás viviendo de grande. Seguro que ha habido cambios. La pregunta es como lograr el equilibrio entre no quedarse en el pasado y tampoco permitir que el progreso avasalle todo
Hay algo fundamental: el manejo del los tiempos personales. Muchas veces se nos generan urgencias que no son tales. El entorno o las circunstancias que nos tocan vivir nos hacen creer que hay una urgencia. Y por ahí creo que no es tal la urgencia, el sol sigue saliendo, la tierra sigue dando vueltas al mismo ritmo desde hace miles de años. Y nosotros queremos ganarle al sol y queremos girar más rápido que la tierra. Y creo que ese es un engaño. Y a la vez no es tampoco quedarnos atrás, pero sí pausarnos, ir alimentándonos despacito para poder elegir bien. Hay que alimentar a los niños en el espíritu, están muy mal alimentados espiritualmente. Poca poesía, poca buena música, poco tiempo de reflexión y estudio. La computadora ha eliminado la curiosidad. Querés saber algo y la computadora te dio la respuesta en el acto. No está el hecho de ir a buscar, preguntarle al padre, al abuelo, al vecino, ir a una biblioteca, tomarse el trabajo de leer un libro. Eso lleva tiempo, pero ese tiempo es necesario. Es necesario que se gaste de ese modo, porque esa es la maduración del niño. El niño que con un gesto resolvió su problema, no lo ha madurado. Y hoy hay adultos que no han madurado como niños. La adolescencia se está prolongando de manera alarmante. Y eso está produciendo una hecatombe. ¿Cómo se concilia? Los tiempos, ver que hay otras formas de vivir. ¿Cuál es el precio que vamos a pagar después? Esto es lo que hay que repensar, que empecemos a conciliar, que la tecnología esté al servicio del hombre y no el hombre al servicio del consumo tecnológico, está invertida la pirámide. El hombre debe recuperar su propia dimensión. Y la única forma es preguntarse quién soy yo frente a este Cerro.


RECUADROS
ESTUDIAR
Kolla Chapero también es músico y poeta como su padre. Pero prefirió esperar hasta la madurez para comenzar a mostrar sus obras. Por ello recuerda cuando, en dúo con Argañaraz –un amigo del Cerro Colorado- le mostraron a Yupanqui el trabajo que venían haciendo, con la idea de presentarse públicamente.
Tras escucharlos atento, Atahualpa, excesivamente franco, sólo les dijo: “Sigan estudiando”.

RECUADRO
NO HAY PAGO COMO MI PAGO
¿Qué tiene el Cerro de particular que atrae de esa forma?
El Cerro está empezando a cumplir un rol muy particular. Y que creo que hay que acentuarlo. A mi lo que más me gusta es cuando la gente viene y dice ‘qué paz hay en este lugar’. En realidad, no es que esa paz esté en este lugar, está en ellos. Sólo que este lugar les permite contactarse con esa paz. Entonces, lo importante es que ellos logren describir porqué logran esa paz aquí dentro de sí. Cuando logren eso, empezaran a modificar determinadas condiciones de vida en donde estén. El hombre nació para la paz, no para la guerra. Si bien tenemos una impronta agresiva por naturaleza, son simples reacciones. Sin embargo, a lo largo del tiempo, esto ha sido incentivado permanentemente. Vivimos en un estado de conflicto permanente que es buen negocio para unos pocos y terrible para muchos. En la medida que nosotros podamos ayudar a que las personas descubran que la paz es posible y que es una decisión personal, familiar, creo que estamos cumpliendo con lo que el tata nos dejó como rumbo. Reconciliarnos con esta naturaleza que no es más que nosotros mismos.

¿Y en eso el Cerro crees que puede cumplir un papel fundamental?
Yo creo que sí, el Cerro es todo un símbolo para quien lo sepa ver, quien lo sepa comprender. Y es parte de nuestra tarea ayudar a eso; o al menos generar el ámbito para que las personas lo puedan comprender.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lástima que el Kolla no obre de acuerdo a las enseñanzas de su "tata". No sólo tiene que seguir estudiando sino que tiene que hacer un curso de cómo ser una buena persona.